"(...) El discurso nacionalista en los países desarrollados tiene bastante
parecido con el que defiende el neoliberalismo económico. El mejor sitio
en donde está el dinero es en los bolsillos de los ciudadanos, afirman
los liberales; los recursos generados en Cataluña deben quedarse en
Cataluña.
Tanto las clases altas como las regiones ricas de lo que
hablan es de limitar, cuando no de eliminar, la solidaridad. En
definitiva, se trata de reducir a la mínima expresión la función
redistributiva del Estado.
En los dos casos se considera que los ricos
son ricos por sus solos méritos, que la distribución de la renta que
hace el mercado es correcta, y que cada uno debe ser dueño de disponer
de sus ingresos como le venga en gana.
Todo proceso redistributivo, bien
sea interpersonal o interterritorial, lo consideran un acto de caridad,
algo graciable, cuando no un abuso y un expolio. Su sentimiento de
encontrarse injustamente atendidos por el Estado no surge de que piensen
que están realmente discriminados, sino de que no están lo
suficientemente bien tratados, dado su grado de excelencia y
superioridad sobre los demás, lo que les hace acreedores a disfrutar de
una situación privilegiada. ¿Puede la izquierda dar cobertura al
victimismo de los ricos?
El procés y el nacionalismo han trasladado la lucha del plano social y
de clases económicas, al enfrentamiento territorial. Hace años las
calles de Barcelona y de otras ciudades de Cataluña se llenaban de
protestas contra los recortes practicados por el Gobierno de la
Generalitat y por el Gobierno central, que también es el suyo.
Eran
críticas similares a las que se hacían en otras partes de España. Hoy
todo ello ha desaparecido en Cataluña. Las manifestaciones se hacen tan
solo para reclamar la independencia. (...)" (
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