"(...) el PNV hizo caso omiso del espíritu de conciliación reinante en España
durante los años de la transición a la democracia.
Y, así, mientras las
antiguas asociaciones de ex combatientes franquistas pasaban
prácticamente a mejor vida y las organizaciones de izquierda renunciaban
a resucitar las suyas a fin de no reabrir las viejas heridas, los
nacionalistas reorganizaron sus propias milicias y comenzaron a
rememorar año tras año -y lo acaban de hacer el pasado sábado en el
monte Bizkargi- las escasas hazañas bélicas que protagonizó su ejército
de gudaris durante la Guerra Civil.
Quizá
quieran ocultar así su gran traición a la II República cuando en el
verano de 1937 unos 30.000 soldados vascos se negaron a combatir fuera
del País Vasco y se rindieron a los italianos en Santoña. Este insólito
hecho facilitó el derrumbamiento del frente de Santander y Asturias y
produjo un golpe mortal a la causa republicana.
Es cierto que, durante el franquismo, los dirigentes
nacionalistas mantuvieron vivo el recuerdo de la contienda. Sin embargo,
no pudieron evitar que un grupo de jóvenes militantes del partido
(“esos chicos descarriados”, los solía llamar el histórico Manuel de
Irujo) decidiera en los años 60 pasar a la acción violenta ante la
pasividad de sus mayores. Así surgió ETA, que ha escrito una de las
páginas más negras de nuestra historia contemporánea.
Tras la aprobación del Estatuto de 1979, transferidas
las competencias educativas al Gobierno vasco, vendría el
adoctrinamiento de las nuevas generaciones, a las que se enseña desde
entonces que en julio de 1936 España invadió Euskadi y acabó con las
libertades vascas e, incluso, que separó a Navarra de Euskal Herria.
Una
cantinela constantemente repetida, aunque las cosas no fueran así. Hubo
más vascos y navarros en las tropas nacionales que en las republicanas.
Muchos de los que militan hoy en las filas abertzales
son hijos o nietos de requetés. Lo cierto es que la guerra en el País
Vasco como en el resto de España fue una trágica contienda fratricida. (...)" (Juan Ignacio del Burgo, El Mundo, 22/04/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario