"Resulta curioso que sobre lo único que no se pregunta en las variadísimas encuestas oficiales que se efectúan en Catalunya es sobre la lengua en la escuela. Jamás se consulta a los ciudadanos catalanes si preferimos un modelo trilingüe, bilingüe o monolingüe.
La inmersión lingüística, que sitúa al catalán como la única lengua
vehicular, se ha convertido en un tótem por el que ni tan siquiera se
puede preguntar. El primer mito sobre el que se sostiene la inmersión,
tal como explica Mercè Vilarrubias en 'Sumar y no restar. Razones para
introducir una educación bilingüe en Cataluña' (2012), es que existe un
amplísimo consenso social que la avala.
Construido el mito, del que solo discrepan los que son sospechosos de querer dinamitar la cohesión interna,
la Generalitat rehúye consultar porque si lo hiciera se encontraría con
unos resultados que cuestionarían ese gran consenso.
Chocaría con unos
datos probablemente muy parecidos a los que hace unas semanas
conocíamos: solo el 8,8% de los catalanes opta por un modelo monolingüe
con el catalán como única lengua vehicular, según un estudio de GESOP
(con 1.600 entrevistas) encargado por Societat Civil Catalana. En
cambio, el 75,6% de los entrevistados opta por el trilingüismo
(enseñanza en catalán, castellano e inglés) y el resto por el
bilingüismo (catalán y castellano).
Son unas cifras demoledoras pero bastante lógicas porque el modelo que
se ha implantado en Catalunya es único en el mundo. Es una anomalía
absoluta que en una comunidad bilingüe como la catalana, con dos lenguas oficiales, se
imponga en la escuela una única lengua vehicular desde el principio
hasta el final de la educación no universitaria.
Contra lo que a menudo
se dice es un modelo que no tiene nada que ver con el que se aprobó en
1983 gracias a la iniciativa del PSC y PSUC. Entonces se evitó crear una doble red escolar (en
catalán y castellano separadamente), que era la propuesta inicial de
CiU, y se optó por un modelo de conjunción lingüística en las aulas, es
decir, bilingüe, respetando el derecho a recibir la primera enseñanza en
lengua materna y favoreciendo el uso del catalán para compensar la
situación de debilidad en la que se encontraba después del franquismo.
Con el paso de los años, sobre todo tras la ley catalana de educación del 2009, este modelo bilingüe se ha ido transformando en otro que excluye dogmáticamente al castellano como
lengua vehicular.
Lo inexplicable es que la izquierda haya acabado
apoyando un modelo de nacionalismo lingüístico que se resume en el lema
de Òmnium Cultural, Escola catalana en llengua i continguts. Hagan el
favor de poner española donde dice catalana y verán que, además de
resultar un disparate pedagógico, rezuma chovinismo.
Seamos claros: la inmersión lingüística obligatoria la hacen únicamente
los alumnos que no tienen el catalán como lengua materna, principalmente
los castellanohablantes. Con ello se vulnera un derecho básico
reconocido por la Unesco, el mismo que durante la Transición el
catalanismo exigía con razón. Sin embargo, hoy la enseñanza exclusivamente en lengua materna a
lo largo de todo la etapa educativa no supone ninguna ventaja
competitiva para los jóvenes catalanohablantes.
Es imposible que un
modelo en el que solo se da 2-3 horas de castellano a la semana
garantice el mismo nivel oral y escrito, con sus diversos registros
cultos, que en catalán, tal como afirma la Generalitat sin ningún dato.
Las famosas pruebas PISA se hacen solo en catalán y, por tanto, no nos
dicen nada del castellano de los estudiantes catalanes. La realidad es
que no se hace ninguna prueba que permita medir el nivel de castellano
en relación al que tienen los alumnos del resto de España.
La inmersión lingüística se ha convertido en un tabú
sobre el que no se puede discutir, pues en seguida se pontifica que está
en juego nada menos que la cohesión social. Se trata de otra idea falsa
que, sorprendentemente, los partidos de izquierda han comprado (...)
Si realmente le preocupa la cohesión social, el acento debería ponerlo
en la mejora general de la calidad educativa, en la equidad entre las
diversas escuelas y, sobre todo, en reducir el alto índice de fracaso
escolar que existe actualmente en Catalunya. Y de paso abrirse a debatir
el modelo lingüístico escolar en lugar de convertirlo en un tabú
intocable." (Joaquim Coll, El Periódico, 05/03/17)
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