"Si tenemos en cuenta que la mayoría de la ciudadanía de Catalunya está
literalmente hasta los cojones, ovarios y demás partes pudendas de esta
historia del referéndum, la separación o “desconexión”, que dicen los
cultos, vengo a concluir que soy un idiota y que lo mejor que podía
hacer es callarme y hacer como si no me entero.
A la manera de aquellos
alemanes o italianos que veían subir la marea y concluían que les
importaba un carajo. Ya bajará. Evidente que va a ocurrir, pero no
sabemos cómo. El secreto está en el cómo. (...)
No sé si alguien lleva la cuenta de todas las patochadas que llevamos
oyendo desde hace un año, como mínimo: desde aquel “España nos roba”,
que tuvo que corregir el conseller Mas-Colell, aunque apareciera en
letra pequeñita, pasando por las genialidades de auténticos
intelectuales áulicos como Vicent Partal, hasta llegar a la cima que
apunta nada menos que a un juez que fue de tronío, Santiago Vidal.
Hemos
pasado por toda la gama de boberías dichas al tuntún y pronunciadas
como mínimo en las 584 sedes –subvencionadas– del cuerpo uniformado de
la Assemblea Nacional Catalana. (...)
A mí me hubieran internado, y con motivos, si hubiera
osado, como el eminente intelectual Vicent Partal, en Bellaterra
–¡aseguran que en una universidad!, ¿o fue en la estación, como Lenin en
la de Finlandia de San Petersburgo?–, que la desconexión de Catalunya,
es decir, de las autoridades separándose del Estado, se haría en un día,
porque de vísperas se les entregaría un protocolo a todos los
funcionarios de Catalunya y no tendrían más que cumplirlo al día
siguiente.
Si los bolcheviques tardaron diez días en cambiar el mundo,
hete aquí a un cerebrito que lo tiene preparado para una sola jornada.
Creo que la ovación al orador fue atronadora; al nivel mental de los
oyentes.
En principio y sin darle muchas vueltas, esto es un delito, o
al menos motivo de que intervinieran los servicios psiquiátricos de la
Generalitat. ¿Y si yo hubiera colocado el protocolo en el baño para usos
íntimos, qué me hubiera pasado? ¡Traición y humillación al nuevo
Estado!
Pero donde el listón se puso muy alto fue gracias al
jurista Santiago Vidal, el payaso con fronteras más notable que ha
desbancado de todos los circos de Catalunya a figuras que no voy a
nombrar por autocensura.
Decir que han robado documentos del Estado, que
están en contacto con potencias extranjeras, ¿Kosovo, por ejemplo? Una
eventualidad, después de que nuestro president Puigdemont –no elegido
por la ciudadanía sino por la casta del 3%– hiciera el espantoso
ridículo de ir a Bruselas para dictar doctrina ante 500 individuos,
cuando podía haberlo hecho en el Pati dels Tarongers de la Generalitat;
no fue ni un personaje que no estuviera inscrito al funcionariado y
asimilados de Catalunya. No me imagino quién hubiera podido asistir.
¡Seguro que no echaron a los organizadores, pura casta de pata negra y
cobro blanco!
Ítem más del ínclito Vidal. Al día siguiente de la
independencia cada catalán recibiría 1.000 euros, que no es una
gollería. ¡Que habían entrado en relación con la OTAN! Me desternillo
pensando en la colla de la CUP, que acabarán de cobradores de impuestos
de la Generalitat, una izquierda muy dada al casteller político,
digámoslo en lenguaje de pueblo llano.
Amén, los organizadores de la
conjura habían sustraído 400 millones de euros para el referéndum, que
no se celebrará nunca, de las arcas del Estado. O sea, que se los
quedan. Ya dijo aquel talento político que no se merece este país, fuera
de ser guardabosques o conservador de las estafas tributarias de su
padre, ¡vaya pieza!, me refiero a Artur Mas, que iban a ser astutos
frente al Estado. Seamos rotundos; astutos no, simple y sencillamente
delincuentes.
Ahora bien, el meollo del asunto viene ahora. El sueño de
Artur Mas, de intelectual tan comprometido en la lucha por la democracia
como Vicent Partal, se reduce a que el Estado cometa un error. Por
ejemplo, detener a un delincuente confeso como el exjuez Vidal, aforado o
no aforado. Si sus palabras tuvieran algún valor serían de alta
traición al Estado que le paga.
Incluso redactó una lista de jueces,
digna del Gobierno de Vichy –¿Pétain, se acuerdan?–, con fieles a la
causa, dudosos y “quintacolumnistas”. (Los nuevos carlistas ahora asumen
el lenguaje de los rojos; se han enternecido).
Pero necesitan alguien
para exhibir; es sabida la gran tradición religiosa: ¡Una víctima, por
favor! Que no se limiten a llevarse a Madrid a la monjita Forcadell, con
más miedo que una abadesa. Algo a lo bestia que justifique esa campaña
de sobres y camisetas.
Uno de los tipos más curiosos del independentismo es Miquel Sellarés, a
quien conozco desde 1979 y de verdad, con almuerzos incluidos. Antiguo
director de Seguretat Ciutadana de la Generalitat. No le confiaría yo ni
un perro caniche para que me lo cuidara, no digamos una sociedad. Pero
sin ser el más listo, es el más audaz y el que no tiene pelos en la
lengua.
Y él lo ha expresado. ¡Necesitamos 500 independentistas en la
cárcel! Eso sí sería algo serio, y no tanto juez por aquí y tanta
inhabilitación por allá. Un error del Estado y arrollamos. Como mi
confianza en el Estado español y sus instituciones es nula, temo la
incompetencia. Viene de lejos. (...)" (Gregorio Morán, La Vanguardia, 04/02/17)
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