"(...) En realidad, la única propuesta que intenta institucionalizar el
valor de la fraternidad es el federalismo.
Porque lejos de contentarse
con apelar a este valor como horizonte último hacia el que tender, o
como idea reguladora para tutelar nuestras acciones, se esfuerza por
dotar a la fraternidad de contenido político. El federalismo representa
la forma política de la fraternidad. O también: es la corriente que hace
suya la fraternidad como valor político universal.
Porque, aunque la fraternidad se inspire en una metáfora, la de que
los individuos o ciudadanos libres se tratan políticamente a sí mismos
como hermanas y hermanos de una misma familia extendida que es la
sociedad, de dicha metáfora se desprende un tipo específico de relación
política y jurídica.
Entre otras razones, porque donde el concepto pone
el énfasis es en la relación horizontal (entre hermanos, que en la
esfera de la política territorial serían los entes federados), no en la
relación vertical que compartirían (con el padre, que en este mismo caso
vendría representado por el Estado).
Es precisamente esta relación de
igual a igual la que genera una unidad superior (la federación,
expresión materializada de la voluntad de estar juntos). Nada más
alejado por tanto del espíritu de la fraternidad que contentarse con la
generalización de determinados afectos, como hace un cierto
fraternalismo light. El nervio de la fraternidad, por el contrario, es la exigencia de que los fraternos se traten entre sí como iguales.
Nos encontramos, pues, ante una premisa con un contenido de
inequívoco aliento emancipador. Cosa que la aleja también de esos otros
planteamientos que, significativamente, prefieren como metáfora-guía
para pensar las relaciones entre territorios la del matrimonio (con la
consiguiente reivindicación del divorcio como receta en caso de
conflicto).
Son estos mismos planteamientos los que, también
significativamente, suelen utilizar con desdén la expresión café para todos para rechazar la igualdad en cuanto se les antoja excesivamente gravosa.
Pero mientras los últimos resultan perfectamente previsibles (nada
teme más el nacionalismo que el federalismo), los anteriores, en su
inanidad, tampoco deberían dejar de preocuparnos. Precisamente porque
“fraternidad” quiere decir universalización de la egaliberté republicana (Balibar dixit),
los programas políticos fraternales promovidos por el federalismo, con
su empeño por la emancipación y la voluntad de cooperación, deberían
ocupar un lugar prioritario en el escenario de la política actual.
Esperemos que nadie se ponga de medio lado cuando llegue el momento de
convertirlos en realidad.· (Manuel Cruz, El País, 29/04/16)
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