"En Cataluña, los independentistas extremos sostienen que nadie ni nada
puede negar o condicionar su “derecho a decidir” cualquier cosa, sin
cortapisas ni limitaciones; y que no importa lo que pueda ocurrir, ya
que Cataluña es una realidad pre-existente y superior a cualquier otra.
Cuando se plantean así las cosas, es evidente que resulta difícil el
diálogo, la negociación y el acuerdo, en la medida que aquellos que
adoptan tales posiciones no se sitúan en el terreno de la política, sino de las esencias, y
de los elementos incuestionables. Por ello, cabe preguntarse si los
planteamientos independentistas radicales de esta naturaleza son
verdaderamente democráticos, como se intenta hacernos creer.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que en una verdadera
democracia no se puede votar sobre cualquier cosa y de cualquier manera,
ya que los derechos de todo ciudadano y de una determinada parte de la
sociedad están limitados y condicionados por los derechos de los demás.
Este principio situacional de la democracia se ve más reforzado en las
sociedades de nuestro tiempo debido a la intensificación notable de las
interdependencias. Lo cual hace un tanto absurdo que sea necesario
recordar tales obviedades.
En segundo lugar, los límites al pretendido derecho a decidir vienen
derivados de la lógica elemental de la funcionalidad democrática. Por
ejemplo, los ciudadanos de las zonas o barrios más adinerados de un país
no pueden decidir por sí solos si ellos pagan más o menos impuestos –o
cómo los pagan─ si unos determinados partidos de corte social tienen
mayoría en el Parlamento y, como expresión de la voluntad popular
mayoritaria, deciden establecer ciertos impuestos para atender
–proporcionalmente a las capacidades de cada cual─ los gastos sociales
necesarios.
El hecho de que las tensiones fiscales restrictivas estén haciendo acto
de presencia en diversos países y regiones no puede entenderse, por lo
tanto, como una expresión genuina de democracia (compartimentalizada),
sino como una degeneración sesgada de la idea de democracia, que en el
fondo tiende a cuestionar el criterio de soberanía popular.
En tercer lugar, en cualquier democracia bien fundada la capacidad de
decisión de cada uno de nosotros no puede implicar arrastrar
forzosamente a nuestros vecinos y conciudadanos a decisiones que ellos
no quieren tomar, o cuyas consecuencias no están dispuestos a asumir, o
sufrir. Por ello, en asuntos especialmente importantes en los países
serios se requieren mayorías cualificadas para adoptar determinadas
decisiones. En algunos casos, sumamente cualificadas.
Pero, los independentistas extremos catalanes no parecen entender que
ellos –aunque alcancen mayorías relativas─ no pueden tomar decisiones
que afectarán muy poderosamente a todos los que viven en los mismos
territorios, cuyo estatuto jurídico, cuya pertenencia, cuyos derechos y
obligaciones y cuyas perspectivas de futuro nadie puede decidir por
ellos.
Es decir, para cambiar en cuestiones tan sustantivas como las que están
implícitas en una secesión resulta imprescindible que exista un grado
de consenso muy alto entre todos aquellos que se verían concernidos por
una decisión de tanto alcance práctico." (Félix Tezanos, Sistema digital, 07-13/09/2015)
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