"(...) -Usted no cree en la integración. No quiere ser un charnego
agradecido, dice. Sin embargo, tras 22 años en Cataluña, alguna
incomodidad sentirá.
-Sí, es molesto. Cuando vives en ciudades grandes como París, nadie
te pregunta si estás integrado. La integración encierra una idea de
superioridad, algo como: ‘Con lo bueno que somos, tendría que ser usted
feliz de estar aquí’.
-Plantea usted que el nacionalismo es un producto subvencionado.
-Es mala cosa vivir en un país donde te exijan declaraciones de
principios. Y usted qué es: partidario de tal o de cual… me importa un
carajo. El nacionalismo es eso. En el fondo, es un tema de autoestima y
la autoestima en dosis muy altas es peligrosa para las sociedades; y
cuando las cosas van muy mal, todavía más, porque se convierte en algo
muy agresivo.
-Narra usted dos Cataluñas: la de Lluís Companys y la que surge después de la transición a partir del ‘pujolismo’. ¿Cómo se diferencian?
-El nacionalismo nunca tuvo en Cataluña la virulencia que tuvo en el
País Vasco. Era impensable que alguien te preguntara si eras o no
independentista. La Cataluña de Companys era otra cosa. En la transición
española todo cambió con la entrada de (Joseph) Tarradellas y sobre
todo de (Jordi) Pujol, un personaje capital de la política catalana.
Siendo un nacionalista furibundo, profundamente católico, Pujol es al
mismo tiempo un modelo de cinismo. Yo le llamo El Padrino. Incluso, él
mismo lo dice: no hay que decir la verdad nunca. Eso es un problema de
principios.
-Pero, si la izquierda había ganado las elecciones, ¿qué pasó en Cataluña?
- Desde la muerte de Franco, en noviembre del 75, hasta las primeras
elecciones autonómicas, Cataluña fue un modelo de convivencia para toda
España. Pujol fue el cuarto partido en aquellas elecciones. Sin embargo,
la pregunta es qué pasó después de esas elecciones.
Las siguientes las
ganó todas Pujol, hasta el tripartito. Y es sobre esa plataforma que
Pujol creó una tipología del nacionalismo que se asienta en dos cosas:
el autoestima y la lengua como único elemento ideológico.
-Según usted, para Pujol unos eran más catalanes que otros. ¿Realmente el nacionalismo como desagravio impregnó en Cataluña?
-Sí, claro que permeó. Hay que considerar que Pujol y el ‘pujolismo’ fueron culturalmente hegemónicos.
-¿Ha remitido el amor propio de los catalanes?
-Para nada. Para eso sirve el autoestima falsa, para momentos malos.
Se trata de decir: ‘la culpa no es nuestra, es que España nos roba;
nosotros somos los que trabajamos…’ Artur Mas dijo en un centro
empresarial de EEUU: ‘Nosotros, los catalanes, no somos de esos
españoles que duermen la siesta’. Y me consta que muchos de sus
consejeros duermen la siesta.
-En el texto, describe a Mas como un producto del
‘pujolismo’, pero no destaca en él mayor brillantez. ¿Qué clase de
heredero es?
-En las familias es difícil escoger al heredero, porque es uno.
Tardaron en escoger a Artur Mas. Era un hombre muy vinculado a la
familia Pujol (clave en todo esto), a quien les parecía un hombre
dúctil. No hay que olvidar que uno de los grandes problemas de Pujol es
que al menos uno de sus hijos quiso ser un heredero político y eso
complicaba las cosas.
Esto obligó a Mas a radicalizarse, a hacerse más
catalanista. En una sociedad nacionalista siempre te obligan a explicar,
a que digas: “Oye, que yo soy más, ¿eh?”. Esa es la diferencia entre un
autóctono y un asimilado, que el asimilado siempre tiene que ser mucho
más españolista, o vasquista o catalanista que uno que ha nacido allí.
- ¿Cómo digería entonces la Cataluña nacionalista a alguien como José Montilla?
-Mal. Montilla fue un caso complicado. Justamente hace una semana,
comiendo con un dirigente de Uniò, me dijo que el prestigio de la
Generalitat, de lo que era la institución y sus tradiciones, se había
roto con Montilla. Eso es una manifestación de racismo. La mujer de
Pujol estaba indignada de que se llamara José…
-Es muy duro en el libro con la izquierda catalana. ¿Qué le reprocha? ¿La cobardía, la torpeza?
-Ambas cosas. Sin embargo, hay que decir que una parte de aquella
izquierda salió muy beneficiada. Una de las características de Pujol es,
utilizando una expresión vulgar, que mientras alguien no saque los pies
del plato, siempre comerá del plato. Y esto lo hizo Pujol con un rigor
de padrino siciliano. Los compró a todos. (...)
-Vázquez Montalbán, que fuimos amigos valga decir, representa mi
reproche al charnego agradecido. Él inventó los grandes tópicos e iconos
supuestamente intelectuales de la sociedad catalana: el Barça es más
que un club; contra Franco vivíamos mejor… tengo una lista.
Era una
persona muy aguda y lista, pero al mismo tiempo había un problema de
clase. A ver, no son temas de los que me guste hablar. A los catalanes,
sobre todo a los barceloneses, les gustaba muchísimo, por su conciencia
de charnego agradecido, que es muy cruel, pero exacta (...)" (Entrevista a Gregorio Morán, Somatemps, 21/11/2014)
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