"(...) Artur Mas opta con denuedo al título de peor presidente de la
Generalitat contemporánea, el que más perjuicio ha causado a los
catalanes. Y en la historia, quizá solo pueda compararse al incompetente
canónigo Pau Claris, que en 1640 entregó el país —independizado— a la
corona francesa, una aventura atrabiliaria que acabó pronto (en 1652) y
mal (se perdió el Roselló y parte de la Cerdanya).
Mas ha dividido al
país y lo conduce al precipicio. Sin más salida que volver, debilitado y
desacreditado, al punto de partida. A no ser que otros lo rescaten. (...)
El empeño de Mas ya ha sido coronado por el éxito. Cataluña, como quería su viejo aliado José María Aznar, está rota. (...)
Ha paralizado —a escote con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy—
el progreso de la autonomía, al no reunir ni una sola vez en su segundo
mandato a las comisiones mixtas Estado-Generalitat; (...)
al no mover ni un solo meñique por salvar alguna de las 10 (de 11)
cajas de ahorros desaparecidas; al transformar súbitamente
reivindicaciones muy mayoritarias (nuevo pacto fiscal, celebración de un
referéndum legal) en abrupto desafío a la España constitucional.
Hacia afuera, el prestigio de la Generalitat ha caído a los pies de
los caballos. Ni un solo líder internacional la visita, salvo el
xenófobo dirigente de la (prolepenista) Lega, Roberto Maroni. Y cuando
su titular viaja ni siquiera consigue una photo opportunity no
ya con jefes de Estado sino con un comisario europeo o con sus pares
gobernadores estadounidenses, como ha sucedido con los de California o
Nueva York.
La obra de Gobierno realizada preludia la calidad de la que emprendería. La de Mas es lamentable. Su periodo, primero comoconseller en cap y
luego como presidente viene marcado por el mayor éxtasis de la
(presunta) corrupción: saqueo del Palau, consiguiente embargo de 15
sedes de Convergència; comisiones del 3%.
Su obra legislativa es nimia: en 2013 pasó una sola ley en el
Parlament; en 2014 apenas tres sustanciales (transparencia, acción
exterior, homofobia). La ejecución de sus presupuestos (cuando los
elaboró, que no en 2013) ha sido deplorable, no adivinó el resultado de
ningún ingreso extraordinario y se enfangó en las principales
privatizaciones (Aigues Ter-Llobregat).
Solo acertó en la intención de un decreto, el de la pobreza
energética, que aplazaba el corte de la energía del invierno a la
primavera a los pobres de solemnidad. En intención, porque el alcance
del alivio (atrasar una estación el desastre) fue cicatero y el número
de agraciados, miserable: apenas benefició a 895 familias, mientras
Barcelona —con su digno correligionario Xavier Trias al frente— ayudó en
este aspecto a 3.100 familias (2014) y el conjunto de municipios,
Cáritas y Cruz Roja, a 48.000.
Pero tuvo la suerte de que el Gobierno
central fuera aún más zote y lo impugnara ante el Constitucional,
consagrando a Mas en la asfixiante propaganda oficial como gran
Espartaco de los excluidos.
Donde Mas fue certero e implacable fue en la política de recortes sociales, que ahora sus edecanes progres de
lista (Raúl Romeva, Muriel Casals, Toni Comín, Lluís Llach…) tratan de
disfrazar con promesas indemostrables. Cataluña es la duodécima
comunidad en gasto educativo y la decimocuarta en sanitario (datos de
2013).
En educación redujo de 2011 a 2015 en 1.500 el número de docentes y en un 21% los recursos por alumno.
En sanidad contrajo un 15,2% el gasto per capita en sus dos
primeros años, cerró un millar de camas, clausuró quirófanos y expulsó
en cinco años a 5.560 profesionales del Institut Català de la Salut. Y
solo en Cataluña los hospitales privados (146) casi triplican a los
públicos (65): en el resto de España hay 309 privados por 345 públicos.
Y aunque el empleo repunta (170.000 ocupados más, pero el 88%
temporales) gracias a los bajos tipos de interés del BCE, el euro barato
y el desplome del precio del petróleo, la contribución del Gobierno
autónomo ha sido inane, en sus (limitadas) competencias. El Servei
d’Ocupació de Catalunya ha sido del todo ineficaz: diezmada su plantilla
en un 31% desde 2010, solo cubrió el 29,5% de las ofertas de trabajo en
2014.
¿Viven los catalanes mejor que al inicio de 2011, cuando el primer
Gobierno de Mas empezó a gestionarlos? Viven peor, y no solo por los
recortes. El poder adquisitivo se ha desplomado: un 9%, contra un 3,2%
en Madrid, y un 6,2% en la media autonómica, según el informe
Monitor-Adecco.
Pero atención, no solo porque la Cataluña nacionalista
haya encabezado la caída del salario medio (al cabo, dependiente del
mercado laboral), sino sobre todo por su liderazgo en el aumento de
precios… debido sobre todo al retroceso en la liberalización comercial,
las multas a los establecimientos que abren en domingo y otras
retrógradas medidas de refuerzo de la protección al botiguerismo alcanforado.
Si estas plagas hubieran servido para mejorar las finanzas públicas
de la Generalitat, tendrían atenuante. Pero no ha sido el caso. La deuda
de la Generalitat alcanzó (a final de 2014) 64.465 millones de euros,
casi el doble de los 35.616 que recibió del denostado tripartito de
izquierdas a final de 2010.
El endeudamiento bruto anual es de 7.187
millones, más del doble de los 3.528 heredados por Mas de José Montilla.
El neto (tras ponderar los años de recesión, similares; y los costes de
los tipos de interés, decrecientes) apenas variará el sesgo.
Con este presidente, pues, Cataluña no ha hecho más que dilapidar el tiempo." (Xavier Vidal-Folch
, El País, 21 SEP 2015)
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