6/11/14

España no está preparada para una consulta. Cataluña, tampoco

"Cataluña se debate entre las grandes expectativas sobre la consulta, y la aparente disolución del consenso entre los principales partidos políticos que lo han alentado. Esta tensión es, en parte, el reflejo de la ambigua relación que existe en Cataluña entre el nacionalismo y la democracia.(...)

 La clave está en un tipo de transformación retórica fundamental, Nietzsche la llamaba Umwertung,que permite, a través de una serie de artificios discursivos, convertir la defensa particularista del secesionismo en una misión universal e histórica de lucha por la libertad, los derechos fundamentales, y el más puro espíritu cívico. 

Esta transformación retórica ha tenido varias funciones estratégicas y efectos contrastados. 

En primer lugar, ha dotado a los independentistas no solo de un aura de mesianismo democrático sino también de una extraordinaria legitimidad, difícil de cuestionar incluso por los adversarios y competidores políticos. ¿Cómo se podría estar en contra de la misión de salvaguardar la dignidad de los catalanes, y de su libertad para meramente expresar su opinión?  (...)

En segundo lugar, dicha transformación retórica pretende disociar la “libre”' elección de los catalanes de su arraigo contextual, obviando problemas crónicos y conflictos sociales. ¿Debería importar que en el corazón de sectores principales de la sociedad catalana —política, deporte, cultura, banca— se hayan destapado graves casos de corrupción? 

Pues, no. La lucha por la “libertad del pueblo” contra la opresión borbónica está por encima de los “fallos” o “errores” cometidos por sus representantes: la historia tiene cita con el pueblo, no con sus miembros.

En tercer lugar, la transformación retórica tiende a convertir al oponente en enemigo y a generar emociones negativas. La lógica de la superioridad moral y la lógica de la hostilidad, el idealismo exacerbado y el resentimiento van de la mano: si nosotros somos la encarnación de la dignidad y la libertad, es lógico que los otros no pueden sino representar la opresión y explotación. 

El mal es así externalizado y objetivado. Este mecanismo confiere inteligibilidad al trauma de la crisis, y una salida: Madrid es el símbolo del mal y el chivo expiatorio que tiene que ser sacrificado. (...)

La democracia no es solamente un sistema de procedimientos, sino también una batalla por la imaginación y por el afecto de los ciudadanos, proceso en el cual el nacionalismo ha jugado un papel históricamente ambivalente pero fundamental. (...)

España, con sus reflejos centralistas, no está preparada para una consulta. Cataluña, tampoco. La consulta —incluso en su versión alternativa de última hora— sería democráticamente precipitada: la elección “libre” estaría condicionada por un claro sesgo político y mediático en tiempos de grave crisis y frustración. 

En este proceso, la Generalitat ha sido a la vez juez y parte: ¿en qué sentido puede ser libre una consulta (por ahora: social o plebiscitaria) cuando la Generalitat ha usado sistemáticamente su poder institucional y el dinero público para canalizar a los ciudadanos en una única dirección: la secesión? El Gobierno, el president, y medios de comunicación como la televisión pública catalana predican la libertad de opinión y decisión, pero sus acciones no dejan de condicionar constantemente esta libertad. (...)"       (   ,  El País,   31 OCT 2014)

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