"(...) la versión
“progresista” del nacionalismo, que cancela la solidaridad con los
pobres no catalanes con la promesa de una mayor solidaridad entre
catalanes, no es políticamente consistente con los objetivos de la
izquierda.
Primero porque, instalados en una dinámica nacional, los nuevos
territorios independientes cancelarán las políticas solidarias una vez
que no necesiten los apoyos de sus clases populares con el fin de
subsistir como "nación": son los “más ricos” (“Cataluña, la Finlandia
del Mediterráneo” etc.) y se instalarán en una lógica territorial
competitiva igual que el resto de los “más ricos” occidentales, siempre
a costa de sus clases más vulnerables, nunca a costa de sus clases más
privilegiadas: no hay nada que pueda hacer pensar en en Cataluña las
cosas lleguen a ser de otra forma.
El reciente congreso de Covergencia
Democrática de Cataluña sobre temas económicos apunta claramente en ese
sentido.
Segundo porque es altamente improbable que, con su estructura de
clases, una Cataluña recién independizada y que lucha por subsistir en
medio de un mundo ultracompetitivo en el que desea participar como
nación independiente, permita o incluso sea técnicamente capaz de elevar
los salarios y favorecer a las rentas más bajas.
Por mucho que hoy se
le hagan concesiones a las clases populares con el fin de acumular
apoyos para el proyecto de construcción nacional: la lógica económica y
política que hoy manda en el mundo llevará un fuerte desarrollo del
sector financiero catalán a costa del madrileño pero, igual que Madrid,
arrastrará a toda la nación a una lógica de financiarización en la que
no tienen espacio las clases populares, tampoco las catalanas.
El resto
de los territorios del Estado, instalados en una lógica competitiva
igual de radical, harán todo lo posible por responder al dumping fiscal,
financiero y salarial de los catalanes: la carrera hacia abajo con el
fin de atraer inversiones recibirá un fuerte impulso e incluirá un
corrimiento político progresivo de las clases populares hacia el
nacionalismo -desde luego en su versión de derechas- tanto al sur como
al norte del Ebro.
Lo que se observa hoy en algunos países del Este se
parece mucho más al escenario más probable a lo que haya sucedido en
lugares sacados del contexto histórico, económico y geográfico europeo y
contemporáneo y que el independentismo progresista utiliza como
precedente de referencia.
Tercero los gastos de la creación de una nueva infraestructura estatal anularán una buena parte del efecto de la eliminación de las transferencias solidarias a otros territorios del Estado reduciendo o tal vez liquidando completamente el margen material para la distribución secundaria.
Los gastos financieros destinados a
pagar esta construcción a través del endeudamiento en los mercados
financieros, con primas de riesgo importantes y elevados tipos de
interés, potenciarán este efecto: se comerán una buena parte, si no toda
la riqueza que, creada en Cataluña, se desvía hoy para darle colegios,
ambulatorios e infraestructuras a las comarcas más pobres de Canarias y
Extremadura.
Sería un proyecto que acabará cada vez más lejos de los
objetivos estratégicos de la izquierda española, catalana y europea en
su conjunto. (...)" (
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