"Si alguna cosa no estaba prevista que sucediera en la hoja de ruta del
llamado “proceso soberanista” es la aparición de Societat Civil Catalana
(SCC).
(...) La hegemonía nacionalista ha cultivado un discurso basado en la
ambigüedad, la permanente insatisfacción, el fatalismo, la sensación de
fracaso e incluso de agonía. Y ha impuesto una cultura política
regresiva, escapista, sentimental y socialmente populista.
El
secesionismo es la consecuencia de una filosofía cuyo objetivo ha sido
proclamar la tesis del fracaso del modelo autonómico y en gran medida
también de la España democrática. Y esto no es solamente mérito suyo, de
su habilidad para mezclar verdades con tergiversaciones y mentiras
deliberadas.
También buena parte de la culpa recae en la política
española, las instituciones y los grandes partidos que no han encarado
con sentido de Estado la solución a ciertos desajustes del modelo
autonómico, los cuales, al sumarse a otros de mayor calado, han acabado
produciendo una tormenta perfecta en Cataluña.
Solo las especiales
circunstancias económicas, de crisis social e institucional de estos
últimos años ha permitido dar verosimilitud a un discurso
extraordinariamente contradictorio.
Porque, ¿de verdad es posible
creerse la tan difundida tesis del “expolio”, reconvertida ahora en boca
del conseller Andreu Mas-Colell en la nueva consigna de que “España nos
frena”, y hacer a continuación el panegírico de las actuales fortalezas
y el potencial de la economía catalana?
¿Es posible creerse que sin
independencia vamos de cabeza a la ruina, mientras Artur Mas no se cansa
de exaltar que Cataluña es altamente competitiva, exportadora de bienes
y receptora de importantes inversiones? Una cosa y la otra no pueden
ser ciertas al mismo tiempo. (...)
El hecho de que, a corto plazo, lo único seguro es que la secesión
nos haría más pobres en cualquiera de los escenarios. También para
afirmar que a los catalanes nos ha ido globalmente bien con el resto de
españoles en estos 36 años de democracia y autogobierno, y que juntos
somos más fuertes y mejores.
En realidad, no nos limitamos a
decidir “mejor juntos”, sino “juntos y mejor”. Porque la primera
condición para derrotar el monotema soberanista es hacer más atractivo e
inclusivo el proyecto común. Y, finalmente, para poner en valor otros
costes de carácter social y sentimental de la secesión que no podemos
despreciar.
Porque votar la división de un país, de una sociedad y de un
Estado no es una fiesta, sino algo que si llega a producirse sería
traumático. Te obliga a elegir entre identidades. Y esto siempre es
malo, como explica muy bien el liberal federalista canadiense Stéphane
Dion. Lo demuestra el hecho reciente de que en Québec no deseen pasar
por la experiencia dolorosa de un tercer referéndum. (...)
En definitiva, la posición de SCC se puede sintetizar en cinco
puntos.
Primero, más que estar en contra de una consulta hipotética,
nosotros trabajaremos para hacerla socialmente innecesaria. Porque no
nos parece que esté justificada en el marco de un sistema democrático y
con un amplio autogobierno, ni tampoco que sea socialmente una buena
idea.
Segundo, recordar que Cataluña hizo una aportación sustancial y
muy positiva a la cultura política democrática española durante la
Transición con la propuesta autonomista como fórmula posible para todos
los pueblos de España. Las fuerzas catalanas deberían apostar por su
mejora global, en cualquiera de sus vías, en lugar de por su
destrucción.
Tercero, subrayar que los problemas de los catalanes no son
sustancialmente diferentes de los del resto de españoles, y que es
mucho más inteligente resolverlos todos juntos.
Cuarto, creemos que de
esta crisis territorial e institucional hay una clara oportunidad para
repensar la cultura y la identidad española, para hacerla más inclusiva y
superar la famosa “conllevancia”, apostando decididamente por la suma.
Y,
quinto, desde SCC no apostamos por ninguna propuesta concreta y precisa
de lo que periodísticamente se denomina “tercera vía”, pero tampoco
estamos en contra de ninguna. Solo nos atrevemos a poner algunas
condiciones: que la alternativa sea clara, que disponga de grandes
mayorías, respete la Constitución o los caminos para su reforma, y que
no se plantee como una estrategia para ganar tiempo, para aplazar nada o
para contentar a los soberanistas, sino para resolver demandas y
cuestiones concretas.
Pero para eso es imprescindible un cambio de
cultura en la política española que nos devuelva la capacidad de
consenso, la voluntad de objetivar los problemas y encarar los retos
colectivos con la mirada puesta en el largo plazo. Desde SCC creemos que
si de verdad nos lo proponemos, seremos capaces todos juntos de
provocar nuevamente que en España suceda lo inesperado." (
Joaquim Coll
, El País, 9 JUL 2014 )
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