21/7/14

Al Gobierno le acabará interesando un conflicto de alta intensidad para dividir al catalanismo. Nos vamos a reir...

"(...) La hipótesis soberanista de que en la Europa comunitaria no puede haber intervención armada es correcta. Segundo, aciertan que su voluntad política, audacia táctica y capacidad movilizadora son superiores a los del PP y PSOE. Por eso irán, antes o después, hasta el final.
Nada que pueda ofrecer Rajoy, incluso acordar con Unió y parte de CDC, será suficiente.
La estrategia de cierre soberanista -un espectáculo mediático que empuje a Europa a forzar al Gobierno español a reconocer el hecho consumado derivado de una desobediencia civil generalizada- significa que, para el independentismo, cuanto más conflicto mejor. 

Objetivamente, es la única manera de que Catalunya sea independiente. Para los soberanistas el conflicto no es el medio a la independencia, sino que esta es la justificación del conflicto. Cuando lo que distingue al Estado, la violencia reglada, es inaplicable, retorna una psicología de estado de naturaleza, donde los distintos grupos identitarios prueban, en ausencia de límites, su fortaleza. Los soberanistas quieren testar, en las nuevas condiciones, si esta vez ganan. Es imposible parar esta pulsión tribal por el conflicto, en que les vale perder, mientras sea a lo grande.

Los soberanistas tienen estrategias descompensadas -la interior avanzada, la internacional retrasada-. Desconocen Europa y sus mercados. Así, Mas pide que se haga en los procedimientos de entrada de una Catalunya independiente una excepción (se puede definir el nacionalismo como el rechazo que las leyes son iguales para todos).

 Y Junqueras afirmó, cómico, que los independentistas no se “resignarán ante los mercados” (por favor, que alguien le cuente lo que los mercados pueden hacer a los países, escribirlo sería inapropiado). A buena parte de CDC y a ERC, ICV y CUP les encantaría que Catalunya no entrase en Europa. Su dominio del país sería completo.

El Gobierno central conoce la inquietud que genera en Catalunya la estrategia de cierre soberanista. Al Gobierno le acabará interesando un conflicto de alta intensidad para dividir al catalanismo. Pasará de la pasividad a la agresividad.  (...)

El liderazgo del catalanismo pertenece ahora a una alianza del complejo mediático-político nacionalista con la población del interior de Catalunya, el territorio de ERC. Los irrelevantes en la globalización, los que no tienen nada que perder, son los ganadores, pero son incapaces de generar un proyecto de país que compense a Europa la proliferación de lo peor de si misma, los nacionalismos. No por falta de capital intelectual sino porque las fuerzas productivas catalanas no dan para ello.

El Estado no puede permitir que Catalunya se independice a la fuerza, aunque sea no violenta. Si lo hace, el imperio de la ley desaparece y entonces “todo está permitido”. El Estado no ganará. Es tarde para revertir los instrumentos de producción catalanista, como la escuela. 

A Rajoy y a las élites españolas que Catalunya se independice no les importa sustancialmente. A estas alturas de la globalización la carcasa jurídica de un país es un tema nimio. Pero no quieren que pase mientas gobiernan. Serán pasivos-agresivos: no buscarán una solución estable, resistiendo hasta que haya nuevos gobernantes, que harán lo mismo y prolongarán el conflicto.

Es decir, lo que quiere por dentro el soberanismo dominante, comarcalista, es lo mismo que acabará haciendo -lo único que puede hacer- el Estado por fuera: una Catalunya cerrada.

Lo que pasará no es un choque de trenes -instantáneo, brutal, decisivo- sino una fricción -abrasiva, caótica, prolongada- que impedirá a generaciones de catalanes, ya que así será de largo el conflicto de alta intensidad que se avecina, la construcción de un país abierto y globalmente competitivo. 

Un conflicto que nadie puede, ni muchos quieren (los soberanistas), ni otros querrán (el Estado español), parar. Ya no se puede salvar la cara de todos, alguien ha de perder. Pero lo más probable es que pierdan todos, por mucho tiempo."                 (Sabemos qué pasará, de José Luis Álvarez en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 21/07/2014)

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