"(...) La hipótesis soberanista de que en la Europa comunitaria no puede
haber intervención armada es correcta. Segundo, aciertan que su voluntad
política, audacia táctica y capacidad movilizadora son superiores a los
del PP y PSOE. Por eso irán, antes o después, hasta el final.
Nada que pueda ofrecer Rajoy, incluso acordar con Unió y parte de CDC, será suficiente.
La
estrategia de cierre soberanista -un espectáculo mediático que empuje a
Europa a forzar al Gobierno español a reconocer el hecho consumado
derivado de una desobediencia civil generalizada- significa que, para el
independentismo, cuanto más conflicto mejor.
Objetivamente, es la única
manera de que Catalunya sea independiente. Para los soberanistas el
conflicto no es el medio a la independencia, sino que esta es la
justificación del conflicto. Cuando lo que distingue al Estado, la
violencia reglada, es inaplicable, retorna una psicología de estado de
naturaleza, donde los distintos grupos identitarios prueban, en ausencia
de límites, su fortaleza. Los soberanistas quieren testar, en las
nuevas condiciones, si esta vez ganan. Es imposible parar esta pulsión
tribal por el conflicto, en que les vale perder, mientras sea a lo
grande.
Los soberanistas tienen estrategias descompensadas -la
interior avanzada, la internacional retrasada-. Desconocen Europa y sus
mercados. Así, Mas pide que se haga en los procedimientos de entrada de
una Catalunya independiente una excepción (se puede definir el
nacionalismo como el rechazo que las leyes son iguales para todos).
Y
Junqueras afirmó, cómico, que los independentistas no se “resignarán
ante los mercados” (por favor, que alguien le cuente lo que los mercados
pueden hacer a los países, escribirlo sería inapropiado). A buena parte
de CDC y a ERC, ICV y CUP les encantaría que Catalunya no entrase en
Europa. Su dominio del país sería completo.
El Gobierno central
conoce la inquietud que genera en Catalunya la estrategia de cierre
soberanista. Al Gobierno le acabará interesando un conflicto de alta
intensidad para dividir al catalanismo. Pasará de la pasividad a la
agresividad. (...)
El liderazgo del catalanismo pertenece ahora a una alianza del
complejo mediático-político nacionalista con la población del interior
de Catalunya, el territorio de ERC. Los irrelevantes en la
globalización, los que no tienen nada que perder, son los ganadores,
pero son incapaces de generar un proyecto de país que compense a Europa
la proliferación de lo peor de si misma, los nacionalismos. No por falta
de capital intelectual sino porque las fuerzas productivas catalanas no
dan para ello.
El Estado no puede permitir que Catalunya se
independice a la fuerza, aunque sea no violenta. Si lo hace, el imperio
de la ley desaparece y entonces “todo está permitido”. El Estado no
ganará. Es tarde para revertir los instrumentos de producción
catalanista, como la escuela.
A Rajoy y a las élites españolas que
Catalunya se independice no les importa sustancialmente. A estas alturas
de la globalización la carcasa jurídica de un país es un tema nimio.
Pero no quieren que pase mientas gobiernan. Serán pasivos-agresivos: no
buscarán una solución estable, resistiendo hasta que haya nuevos
gobernantes, que harán lo mismo y prolongarán el conflicto.
Es
decir, lo que quiere por dentro el soberanismo dominante, comarcalista,
es lo mismo que acabará haciendo -lo único que puede hacer- el Estado
por fuera: una Catalunya cerrada.
Lo que pasará no es un choque de
trenes -instantáneo, brutal, decisivo- sino una fricción -abrasiva,
caótica, prolongada- que impedirá a generaciones de catalanes, ya que
así será de largo el conflicto de alta intensidad que se avecina, la
construcción de un país abierto y globalmente competitivo.
Un conflicto
que nadie puede, ni muchos quieren (los soberanistas), ni otros querrán
(el Estado español), parar. Ya no se puede salvar la cara de todos,
alguien ha de perder. Pero lo más probable es que pierdan todos, por
mucho tiempo." (Sabemos qué pasará, de José Luis Álvarez en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 21/07/2014)
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