"En apoyo de las víctimas de Josu Ternera.
En Libération del
31 de mayo de 2019, Alain Badiou, Étienne Balibar, Thomas Lacoste,
Jean-Luc Nancy, Toni Negri y Jacques Rancière firman un artículo
titulado: «En apoyo de Josu Urrutikoetxea». Podría producir risa
si no despertara la historia de crímenes trágicamente absurdos e
inútiles.
Estos firmantes no se
avergüenzan de comparar implícitamente a la España democrática
con la Suráfrica del apartheid,
para denunciar la detención de uno de los jefes de la organización
terrorista vasca ETA disuelta en mayo del 2018. «¿Se puede imaginar
-preguntan- en Suráfrica, en junio de 1991, una vez abolidos los
pilares de las leyes del apartheid,
que el futuro premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, fuese mandado
de nuevo a la cárcel?».
¿Quieren que pensemos que los vascos
estaban segregados como los negros surafricanos? ¿O que este jefe de
ETA se merece una recompensa porque finalmente ha decidido que los
homicidios ya no son útiles para su causa?
Los firmantes fingen
olvidar que en 1977, con Franco muerto y enterrado, todos los
prisioneros de ETA se beneficiaron de la Ley de amnistía y salieron
de la cárcel. Los militantes que, como Urrutikoetxea (más conocido
con el alias de Josu
Ternera),
siguieron matando a centenares de personas, atacaron frontalmente a
la democracia y al espíritu de compromisos abierto por la
Constitución de 1978.
Asesinaron a conciudadanos desarmados en un
País Vasco gobernado por un partido nacionalista que defiende la
independencia de este territorio. Durante las décadas en que Josu
Urrutikoetxea fue jefe de ETA, la organización intentó impedir la
transición post-franquista cometiendo muchos atentados en los
momentos de negociaciones más delicadas: 66 muertos en 1978, 76 en
1979, 92 en 1980, y luego entre 19 y 52 muertos por año durante
el decenio de 1980.
Estos firmantes
también aparentan creer que la decisión de Josu Urrutikoetxea de
dejar de matar lo exime de responsabilidades penales. Sin embargo,
está actualmente perseguido por haber ordenado en 1987 un atentado
con coche bomba contra una casa cuartel de la Guardia Civil de
Zaragoza, donde se alojaban familias, provocando 88 heridos y 11
muertos.
Entre éstos, 6 niños: las gemelas Miriam y Esther Barrera,
de 3 años; Silvia Pino, de 7 años; Rocío Capilla, de 12 años;
Silvia Ballarín, de 6 años; Ángel Alcaraz, de 17 años. Para los
militantes de ETA, los guardias civiles eran perros (en
euskera, txakurrak);
y sus hijos, hijos de perros.
Detenido en Francia
en 1989 y después extraditado, Josu
Ternera pudo
presentarse en 1998 y 2001 en las listas electorales del partido
asociado a ETA. Elegido parlamentario autónomo vasco, fue miembro de
la Comisión de Derechos Humanos, nombramiento recibido como un
insulto por las asociaciones de víctimas y por los vascos no
nacionalistas.
¿Hay que reír o llorar cuando unos intelectuales
mediáticos atribuyen «altura moral» a este nacionalista cruel que
nunca ha puesto en tela de juicio sus mortíferas decisiones? Alain
Badiou considera que los relatos de las atrocidades de la revolución
cultural de China son una caricatura[2].
Se entiende que no sienta necesidad de buscar precisiones sobre los
años negros del terrorismo nacionalista vasco. Decir que ETA ha
«entregado sus armas a la población vasca» es un doloroso
sinsentido. ¿A qué vascos? ¿A los vascos que asesinó?
Los firmantes aluden
al papel de Josu Urrutikoetxea durante las negociaciones de 2006 que
precedieron al final de la organización (hubo 12 asesinatos entre la
tregua del 2006 y el último atentado de 2010 que segó la vida del
policía francés Jean-Serge Nérin). Insisten sobre la palabra
«unilateral» como si sólo la generosidad de los terroristas
explicase su disolución. Los militantes encarcelados que han buscado
el perdón de sus víctimas han tenido el valor de poner fin
unilateralmente a la razón del terror. Pero ellos no merecerán el
apoyo de los seis firmantes.
Los partidos políticos españoles no
otorgaron ninguna legitimidad a la famosa Conferencia
Internacional presidida por Kofi Annan, porque no reconocieron
la existencia desde 1978 en España de un conflicto entre dos campos.
Hubo, por parte de ETA, uso del terror para imponer a todos los
ciudadanos una concepción única del País Vasco. Las víctimas de
ETA rechazan también el concepto de conflicto porque quieren que se
hable de los asesinatos. Muchas esperan justicia, y entre ellas las
familias de los niños muertos en Zaragoza en 1987. Continúa
habiendo más de 300 crímenes de ETA sin resolver.
Estamos «inquietos y
consternados» -como dicen los firmantes acerca de la detención
de Josu
Ternera–
al ver que intelectuales que se proclaman de izquierdas «se
envilecen» mintiendo sobre la realidad del terrorismo de ETA,
sostienen una ideología nacionalista excluyente y pisotean la
memoria de sus víctimas.
[1] Han
manifestado su apoyo a este texto:
Diego Escamez (profesor,
Biarritz), Antonio Jiménez Blanco (catedrático), Cayetana Álvarez
de Toledo (diputada), Félix de Azúa (escritor), Andrés Trapiello
(escritor), Guillermo de la Dehesa (economista), Francisco Sosa
Wagner (catedrático), Mercedes Fuertes (catedrática), Francisco
Javier Irazoki (escritor), Gorka Maneiro (exdiputado del parlamento
autónomo vasco), Alfonso Ruiz Miguel (catedrático), Ramón Puig de
la Bellacasa (catedrático), Juan Calaza (economista), Ramiro Cibrián
(embajador), Carlota Solé i Puig (catedrática), Juan Carlos
Fernández Savater (pintor), Pablo Barrios (catedrático), Roberto
Blanco Valdés (catedrático), Carlos Martínez Gorriarán
(profesor), Félix Ovejero (profesor), Francisco J. Laporta
(catedrático emérito), Pablo de Lora (profesor), Josu de Miguel
Barcena (profesor), Juan Carlos Bayón (catedrático), Juan Antonio
García Amado (catedrático), José Luis Colomer (profesor),Alfonso
García Figueroa (profesor), Rafael Hernández Marín (profesor),
Marina Gascón Abellán (profesora), María Pilar Gutiérrez Santiago
(catedrática), Luis Rodríguez Abascal (profesor), Manuel Atienza
(catedrático), Julián Sauquillo (catedrático), José Luis García
Guerrero (profesor), Pablo Meix Cereceda (profesor), Miguel Díaz
García Conlledo (catedrático), María José Villaverde
(catedrática), Alfonso Valero (profesor), Antonio Hermosa Andújar
(profesor), Françoise Morvan (escritora), Soledad San Miguel
(traductora).
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