"(...) Fradera considera que el independentismo
se ha equivocado, que la burguesía catalana ya no cumple un papel de
liderazgo, y que el principal problema es la pérdida de confianza que se
ha producido entre catalanes. “La pérdida de confianza es lo más
temible que ha pasado en Cataluña”, señala en esta entrevista con Crónica Global. (...)
-Volvamos a la Cámara de Comercio. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ilustra?
-Supone la entrada de otros sectores sociales, que
están relacionados con el proceso y que lo sufragan. No serán las
personas mayores, las que se manifiestan en la calle, las que paguen el
proceso soberanista. Jordi Matamala
no lo puede sostener. Son esas pequeñas y medianas empresas las que
pagan. Y han desertado las grandes y menos grandes cuyos directivos se
van a jugar a tenis Puigcerdà.
--¿Estamos hablando de un cambio de grupos sociales?
--Es un cambio de grupos, sí, pero no hacia delante.
Es un movimiento de resistencia, que mira hacia atrás, que intenta
resistirse a la globalización, que es implacable. Sin acceso a los
puntos donde se toman decisiones, se trata de un movimiento que sólo
puede provocar una gran frustración.
--¿La conclusión es que esa es la única vía, la negociación en Madrid, en función de las necesidades del Gobierno de turno?
--Es una vía, que debe ir complementada con más iniciativa en Cataluña,
con inversión en tecnología, con ambición, con la potencia de las
universidades. Pero se opta por un camino que sólo comportará
frustración, con una herida que será difícil de cerrar.
¿La respuesta ante el
independentismo debe ser la de esperar y ya se cansarán, o abrir los
ojos ante una realidad, que no desaparecerá de hoy para mañana?
--Lo que reclama la actual situación es rehacer la política catalana de arriba abajo. Ahora que se habla de Esquerra Republicana,
pero hay que pronunciarse con prudencia. Esquerra lo que plantea es
provincializar la sociedad catalana, para que no escape de su control,
como hizo Jordi Pujol. Como partido, tiene su punto de lógica, como proyecto de sociedad es otra cosa.
--¿Puede ser un error, entonces, acogerse a Esquerra Republicana?
--Los náufragos se acogen a la madera que puedan
avistar. Lo que es agotador es dejar la responsabilidad en un partido,
que tiene sus objetivos propios. El problema es que la sociedad, lo que
pide, o esa mayoría que aparece, es que se prolongue el sueño de una
empresa. Y parece que se lo encarga a un partido, como ERC, que impidió
la convocatoria de elecciones, que se lo jugó a un todo o nada.
Cualquier estado hubiera actuado de forma igual a como lo hizo el Estado
español contra un proyecto secesionista unilateral. No se trataba de
defender una monarquía o una república. Se trataba de la supervivencia
de un orden estatal. Y eso no lo quisieron ver.
--¿Qué verdades hay en el programa independentista?
--El proyecto no nace por casualidad. Existe la sensación de que el peso que tiene Cataluña en España no es correspondido por su cuota de poder. Hay una presión constante sobre la inmersión lingüística,
con la idea de que se perjudica al castellano. Está la cuestión del
déficit fiscal. Ahora bien, frente a eso, se proyecta la idea de una
especie de Andorra al lado del mar. Es un proyecto que no tiene ninguna
viabilidad. Y ha comportado invertir muchos esfuerzos, con personas de
distintas ideologías.
Lo que deberíamos ver, a mi juicio, es que es
falsa la acusación de que el independentismo impide plantear los debates
de fondo. No, se evidencian, precisamente. Lo que ha pasado es que se
retrasan. Hay muchos ciudadanos con problemas, jubilados que no llegan a
final de mes, gente aparcada con estudios universitarios, y colectivos
desatendidos. Son razones que se deben afrontar, con independentismo o
sin independentismo. Y eso brilla por su ausencia.
(...) Lo que no se puede hacer es culpar a la gente. Da igual si el
independentismo lo apoya un poco más o menos de la mitad de la
población. Lo que hay que hacer es evitar desastres previsibles. Y el
problema más grave es la pérdida de confianza. Para mí, como había
apuntado Josep Pla durante la Guerra Civil, la pérdida de la confianza es lo más temible que ha pasado en Cataluña en estos años. (...)
--¿Se es consciente en Cataluña del momento histórico en el conjunto de Europa?
--Lo que ocurre es que hay una dicotomía. El mundo
económico, que suele jugar en terrenos oscuros y poco fiscalizados, va
haciendo. Pero la economía catalana va perdiendo peso y una de las
ventajas, que no se ven, es que estamos inmersos en el marco español y
europeo. Una de las grandes paradojas es que a la mayoría que sustenta
el proyecto independentista no le ha pasado nada, porque forma parte del
marco español y europeo.
¿Qué ha recibido el movimiento
independentista? ¿Los palos del 1-O?
No fue nada que tuviera un alcance irreparable. Es cierto que la
policía actuó de forma poco hábil, tarde y mal, ante la pasividad de los
Mossos. Pero el independentismo se equivoca cuando resalta que fue un
acto de democracia, cuando no lo fue.
Yo no fui a votar, porque no había
ninguna cultura del pacto, porque no era ningún ejercicio de
democracia. Con un sí o un no, después de siglos en común, no se puede
plantear un problema así. Fue muy grave en todos los sentidos y la
policía se lo acabó de cargar todo. Pero también hay que decir que en el
cometido de la policía no está el de arreglar las cosas, sino el de
impedir cosas que no se pueden hacer.
--¿En los procesos históricos, hay posibilidad para un reflujo, para un retorno a una situación previa?
--Insisto en que hay una cuestión previa a todo eso, y
es que existe un desistimiento de la clase dirigente catalana, en el
caso de que exista, porque tengo mis dudas. Lo hay también en Italia,
donde asistimos a un fenómeno también muy preocupante, con grupos en
contra de la construcción de la Unión Europea.
Cuesta entender situaciones similares en Francia, con la caída por
completo del gaullismo, o con la erosión enorme de los Conservadores del
Reino Unido. En Cataluña y España pasa una cosa parecida, aunque con
ritmos diferentes, aquí y en el resto de España. (...)
--Usted ha dicho que no se
puede enganchar a un proyecto que no tiene nada de fraternal, teniendo
en cuenta la procedencia distinta de muchos catalanes, desde los años 50
y 60.
--Sí, la fraternidad significa que los proyectos
políticos sean leales respecto a los otros. El proyecto fraternal es el
que no deja a nadie que se quede atrás, porque la alternativa es la
guerra civil, que no creo que sea deseable. Y dudo, por ejemplo, que los
republicanos dejen de ir en contra de sus adversarios. Estamos en una
crisis de confianza entre las dos mitades de catalanes, y en el interior
de esas mismas mitades. Por eso el trabajo que nos espera es tan
difícil y hundirá a una generación entera.
--¿Considera que ha sido
representativo de algo el rechazo que se produjo en el Parlament a la
designación de Miquel Iceta como senador autonómico?
--Se trata del último error, de dimensiones colosales, que hace difícil esperar nada en un futuro inmediato. No es el tema de Iceta,
es que significa que no se quiere entrar en una lógica de pacto. Los
pactos llegan con los otros, no con los tuyos.
Me parece una oportunidad
perdida, como ocurrió cuando se criticó con dureza la convocatoria de
un consejo de ministros de Pedro Sánchez
en Barcelona. Hay gestos y situaciones que nos recuerdan a la Europa de
los años 30. Todos pensamos en eso, pero vemos, desmoralizados, que no
se hace nada para reconducir las cosas."
(Entrevista a Josep María Fradera, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universitat Pompeu Fabra,
es el coordinador del GRIMSE (Grupo de Investigación en Imperios,
Metrópolis y Sociedades Extraeuropeas) , Manel Manchón, Crónica Global, 09/06/19)
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