1/2/19

El proceso soberanista terminó en otoño del año pasado, tras el fiasco de la DUI simbólica. Siempre ha sido intelectual y políticamente insostenible... aunque el mundo independentista se debate todavía entre la negación y la ira, ya empiezan a aparecer los que piensan en términos de negociación. Luego vendrá la depresión y al final la aceptación. Esas etapas del duelo pueden durar más o menos, pero el independentismo ha de pasar el duelo...

"(...) --Con Europa concentrada en cómo acabe la negociación del Brexit, ¿qué influencia puede tener lo que ocurra tras el juicio a los políticos independentistas en España?

--El proceso soberanista, como hemos defendido Joaquim Coll, Manuel Arias Maldonado y yo mismo en el libro Anatomía del procés (Barcelona, Debate) terminó en otoño del año pasado, tras el fiasco de la DUI simbólica. Siempre ha sido intelectual y políticamente insostenible pensar que, sin alcanzar siquiera la mayoría social en un territorio y al margen de la legalidad constitucional, sería posible alcanzar la secesión y romper de paso una democracia avanzada, que pronto será el cuarto Estado más importante de la UE. 

Pero, hasta octubre de 2017, al menos se podía juguetear con el beneficio de la duda: ¿estaban preparadas las estructuras de la República catalana y dispuesto el soberanismo al control efectivo del territorio? ¿cómo se comportaría la mitad de catalanes que no es independentista? ¿qué actitud tendrían las grandes empresas? ¿estaría el Estado (entendido como organización pero, sobre todo, como comunidad política) dispuesto a aceptar esa amputación? ¿cuál sería la reacción internacional y, en particular, de la UE? 

Ahora ya tenemos respuestas a todos esos interrogantes y, aunque el mundo independentista se debate todavía entre la negación y la ira, ya empiezan a aparecer los que piensan en términos de negociación. Luego vendrá la depresión y al final la aceptación. Esas etapas del duelo pueden durar más o menos, pero el independentismo ha de pasar el duelo.

--¿Por tanto?

--El juicio muy posiblemente hará más prolongado el momento de la ira (y es posible que sectores relevantes del independentismo queden atrapados en esa fase de forma indefinida) pero no alterará lo fundamental: el conflicto solo puede resolverse con amplios consensos en el interior de la sociedad catalana y del conjunto de España respetando los mecanismos propios del sistema constitucional. 

Como esa es la posición defendida por el propio Estado, es imposible que movilizaciones populares, actitudes decisionistas del Gobierno catalán u otros desarrollos impactantes vayan a alterar la actitud de las diplomacias nacionales y de las instituciones europeas con respecto al asunto.

 La UE, más allá de algunos políticos minoritarios que expresan su opinión legítima y del lógico interés por ver resuelto este conflicto tan molesto en un socio muy importante, no va a intervenir en la crisis interna de un Estado miembro. 

Si lo hace, será en el terreno declarativo que ya vimos el año pasado y para defender la interpretación que haga el Gobierno nacional, el parlamento nacional y el Tribunal Constitucional. Lo que ahora mismo más preocupa en la Comisión, París o Berlín con respecto a España es que se atreva a implicarse más en la gobernanza europea post-Brexit. Cataluña, y menos aún si se trata de una sentencia del poder judicial, muy difícilmente hará alterar esa alineación política tan clara entre las capitales.

 Sin embargo, puestos a fantasear con una implicación europea que supusiera mediar, téngase claro que eso no llevaría a la ruptura de España ni a la imposición de ningún referéndum binario de secesión; instrumento no precisamente popular ahora mismo en Bruselas. 

A la luz de lo que la UE ha hecho en otros dos conflictos dentro de su territorio con comunidades partidas por líneas nacionalistas (Irlanda de Norte y Chipre) lo que se favorecería serían arreglos consociacionales y repartos de poder que más bien reducirían el poder actual del nacionalismo catalán en la Generalitat.

--¿Acierta o se equivoca el Gobierno español en relación al problema catalán?

(...) Entre los países occidentales hay pocos casos de democracias tan plurales (y, por tanto, difíciles de gestionar) como la española. Y allí donde se pueden hacer comparaciones imperfectas, como Reino Unido, Canadá, Bélgica, Italia o incluso Francia, se descubre que no existe ningún antídoto eficaz contra el independentismo. 

Sistemas muy distintos de encaje (que incluyen referendos pactados, exigencias de claridad, procesos de práctica confederalización, descentralización a cámara lenta e incluso jacobinismo) no han evitado que en los últimos 20 años el independentismo haya rozado también el 40/50% en Escocia, Quebec, Flandes, Véneto o Córcega. 

 Pero es que en ninguno de esos casos, ni siquiera en el de Quebec a mitad de los noventa, los gobiernos regionales habían adoptado ni de lejos una estrategia de desobediencia como la de Cataluña entre 2012 y 2017 (especialmente a partir de enero de 2016). Visto con perspectiva, por supuesto que se han cometido equivocaciones por exceso y por defecto desde los años ochenta. 

Los gobiernos de España podrían haber hecho más por plasmar la pluralidad del Estado (por ejemplo, en el terreno de la lengua) y favorecer un auténtico reparto territorial del poder que fuese más allá de una descentralización competencial por otro lado generosa. (...)

 Si enfocamos el juicio a la etapa más reciente, hubo graves errores en la gestión del Estatut y, desde 2012 el Gobierno podía haber sido más inteligente y menos legalista con el desafío soberanista. No obstante, como creo que éste fue sobre todo un proceso endógeno de sobrepuja nacionalista, a partir de cierto momento daba un poco igual lo que Madrid hubiera hecho.

 El procés estaba casi condenado a evolucionar como lo hizo. Estaba condenado a llevar la subasta hasta el final. Y demostrar así que el premio de la República no estaba al final del camino.

--¿Acierta el Gobierno español de Pedro Sánchez al acercarse al Gobierno catalán, pese a las críticas que recibe?¿Fue una buena idea la reunión en Barcelona del consejo de ministros? ¿O el independentismo se debe combatir con una defensa del 155 como hace la derecha?
--Mariano Rajoy gestionó mal el 1 de octubre. La Historia será severa con sus declaraciones en Washington asegurando que no habría referéndum (ante la incredulidad de un Donald Trump que sorprendentemente demostró conocer mejor que él lo que pasaría) o con el dispositivo policial de aquel día, regalando las conocidas imágenes de antidisturbios golpeando a los votantes. 

Sin embargo, lo hizo razonablemente bien a partir de ese momento y eso que era bien difícil aplicar el inédito artículo 155 de la Constitución.

 El presidente Pedro Sánchez ha optado por la distensión y la oferta de dialogo (sin perjuicio de trazar como línea roja el respeto al orden constitucional e impulsando un activismo internacional mayor que el del Gobierno anterior).

 Esta nueva estrategia tiene la ventaja de poner de manifiesto la rigidez del actual president de la Generalitat, debilitar al independentismo y apuntar para el futuro una solución política de consenso entre catalanes y entre el conjunto de los españoles que es la única posible. Yo creo que en general acierta y que por ejemplo hizo bien en reunir al Consejo de Ministros en Barcelona.

 Hubo un comunicado conjunto muy ambiguo y algaradas callejeras pero el resultado fue positivo en términos de presencia simbólica del Estado en Cataluña. En todo caso, nada de eso debe llevar a pensar que se conseguirá resolver la crisis a corto plazo, algo que solo será posible cuando el independentismo transite todas las etapas del duelo a las que antes me refería. (...)"

(Entrevista a Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano,  Manel Manchón, Crónica Popular, 06/01/19)

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