14/9/18

Cualquiera que haya vivido en España a lo largo de los últimos 30 años ha sido testigo de que las naciones efectivamente, se construyen. Los independentistas han sabido cambiar el presente histórico para regresar al pasado eterno. Con un presupuesto de 30.000mill€, algo menos en el País Vasco, es posible hacerlo. Los ejemplos vasco y catalán son impactantes, e iustran que es técnica, económica y políticamente factible hacerlo...

"(...) ¿Existe algún estado en el mundo que sea confederal más allá del nombre?

(...) siempre ha prevalecido el talante de los que hacen una lectura naturalizada del hecho nacional y que van desde los sectores más cerrados del españolismo más o menos democrático, hasta los hijos ultranacionalistas de las clases medias semirrurales catalanas que ahora abrazan la causa de un anticapitalismo más que discutible, y pasando por los que ven en el confederalismo una cómoda salida intermedia al problema. 

Porque los confederalistas, al menos los convencidos, forman parte del grupo de los naturalizadores del hecho nacional y todo lo que proponen es una nueva combinación de naciones que dan por existentes para siempre, si es posible encajándolas de tal forma que, en el momento oportuno, se puedan hacer independientes al menor coste posible. 

De hecho algunos de ellos son independentistas, yo creo que coordinados, en parte incluso organizados desde los espacios del secesionismo, y enviados para intentar pescar algunos votos de los que se oponen a la secesión infiltrando para ello los espacios políticos y sindicales no nacionalistas siguiendo el modelo del entrismo trotskista, algo que resulta realmente fácil de hacer en estructuras como la de Podemos o En Comú.

 Yo no creo que el confederalismo sea un espacio político intermedio sino más bien una etiqueta para salir del paso y evitar sufrir un desgaste excesivo en espera de tiempos mejores -así me lo han confirmado, casi literalmente, algunos dirigentes de Podemos-, en definitiva para encontrar algún tipo de acomodo temporal dentro de la situación creada, pero no mucho más.

No es cualquier cosa la que afirmas.
Su propuesta del “referéndum pactado” ilustra bien el intento de no tener que enfrentarse a una situación políticamente incómoda salvando los muebles. Es como si una fuerza política dijera, tras la muerte de Franco: “estamos a favor de la democracia pero no proponemos ninguna opción concreta para someterla a votación”. 

¿Quién se habría creído eso? Es la posición de un jefe del estado, de la iglesia o tal vez de una patronal o un sindicato pero no de un partido político. Esta forma intransitiva de intervenir en el debate democrático -”quiero que la gente pueda optar, pero no digo el contenido que propongo para esa opción” beneficia naturalmente al proyecto indepe a costa del cualquier otra agenda. 

Espero En Comú Podem, del que forman parte muchas personas dignas de todo mi respeto político, se remanguen de una vez y aborden el problema por la raíz. Pero la discusión en profundidad sólo se puede realizar hoy fuera de la tutela de los partidos pues es la única forma de asegurara la libertad discursiva que exige una tarea de este tipo. 

Los partidos progresistas están divididos por esta cuestión y además están sometidos a tacticismos de naturaleza electoral que distorsionan las discusiones estratégicas lo cual los hace poco aptos para abordar un diseño a largo plazo que, además, tiene que tener la máxima transversalidad política. 

De luego nada de todo esto quiere decir que no haya que hablar con muchos de los que hoy manejan una idea ahistórica de nación, muchas veces sin ser muy conscientes de ello o, incluso, ni pretenderlo realmente. Todo lo contrario. Demostrar el carácter abierto de toda construcción nacional o de país puede provocar un cambio muy rápido en el universo de significados de muchas personas. 

Pero yo creo que lo que toca ahora es propio de la casi hora cero en la que nos encontramos: generar una masa crítica mínima -milite o no en partidos políticos pero siempre fuera de su tutela política- que se ponga de acuerdo en un nuevo diseño de país que pueda llegar a ser transversal y mayoritario. Sólo después toca someter la propuesta a debate con partidos, sindicatos, patronales etc.

Frente al concepto ahistórico de nación, tú defiendes un concepto histórico. ¿Y eso qué significa exactamente? ¿Que las naciones no son eternas, que nacen, se desarrollan y mueren? ¿Ya está?
¿Te parece poco?

No sé cómo se puede sostener lo contrario

Toda creación humana, también el capitalismo y por supuesto las naciones son productos históricos que nacen de los tiras y aflojas entre grupos e intereses contrapuestos. 

Los que han construido el actual orden nacional e identitario son actores determinados que lo hicieron en respuesta a necesidades y problemas prácticos de su tiempo, hacia 1980 en un contexto de correlación de fuerzas determinadas, una opinión pública determinada y una población con un nivel de instrucción determinada.

 Esta forma de pensar no tiene nada que ver con la idea de un alma o de una identidad colectiva en busca de un acomodo nacional independiente. El pensamiento religioso ha alimentado mucho esta forma de pensar, lo cual explica el radicalismo nacionalista de la iglesia católica en su intento por impugnar los estados creados en el siglo XIX a los que acusaba de artificiales e ilegítimos comparados con la hondura y trascendencia que emana, aparentemente, de los “pueblos” y de su “voluntad colectiva”. 

Aunque entiendo que la palabra “historia” resulte aquí un poco equívoca pues podría servir para buscar la legitimidad del presente en cosas que han sucedido -o se pretende que hayan sucedido- en el pasado y para todos los tiempos. Pero la noción de historia que aquí manejo no es sinónimo de “pasado”.

 El núcleo de la forma “histórica” de pensar es la conciencia del devenir, del cambio producido por las generaciones presentes a partir de materiales heredados del pasado, mayormente inmediato, pero sin dejar que este se haga inviolable y mítico como sucede con los “derechos históricos” o las patrias lejanas. 

 Pensar en términos históricos significa adquirir conciencia de una cosa incómoda y difícil: que todo cambia y que, además, lo hace inducido por situaciones y actores identificables y no por entes abstractos que encarnen una continuidad inamovible de un pasado imposible se ser discutiva. 

En realidad, pensar históricamente es el alma de la tradición progresista, pensar en términos de pasado es el alma del conservadurismo. En ese sentido hay mucho progresista en este país que no es consciente de las sombras conservadoras que envuelven muchos de sus posicionamientos en el tema nacional.

Afirmas también que dos ejemplos de invención de país serían los proyectos de construcción nacional de los catalanes y vascos nacionalistas (que no son todos; los otros tienen también otros proyectos). Pero ellos, cuanto menos aquí, en .Cat, afirman que no inventan nada, que se limitan a defender lo natural, lo normal, lo usual, su nación esquilmada, explotada y oprimida. Nada de inventos: el ser escondido, su nación, sale a la luz. Ellos no inventan, ayudan a la irrupción de lo que es y ha sido.
Cualquiera que haya vivido en España a lo largo de los últimos 30 años ha sido testigo de que las naciones efectivamente se construyen, de que la historia domina sobre el pasado. 

A pesar de sus convicciones conservadoras, los gobiernos nacionalistas han venido siguiendo una paciente pero persistente labor política de construcción nacional bajo el paraguas, aparentemente inocuo, del llamado “autogobierno” que no es una estrategia sino más bien una táctica para ir ganando tiempo sin que suenen las alarmas hasta crear realidades irreversibles: han sabido cambiar el presente histórico para regresar al pasado eterno. Con un presupuesto de 30.000mill€, algo menos en el País Vasco, es posible hacerlo. 

Los ejemplos vasco y catalán son impactantes e ilustran que no sólo es posible y necesario inventar un nuevo país, sino que es técnica, económica y políticamente factible hacerlo, que hay precedentes inmediatos a la vista de cualquiera que decida abrir los ojos. (...)"                      

(Entrevista a Armando Fernández Steinko, Salvador López Arnal , Rebelión, 16/07/18)

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