"Hace una semana yo me hacía otra vez al borde del ataque de nervios, como el año pasado. Vamos, que debo de ser el único que no tiene ni pajolera idea que si fue rebelión, sedición o la del Manojo de Rosas, pero puedo jurar por Snoopy que a un servidor de ustedes se le pusieron mismamente por corbata,
la camisa no me llegaba al cuerpo y los ansiolíticos me los tomaba en
formato tortilla.
El caso es que todo apuntaba a la repetición de la
jugada retransmitida en directo por TV3, con un
escenario ante el centro penitenciario de Lledoners tal que si fueran a
actuar los Rolling Stones y, claro está, salió el presidente
de la Generalitat y no es lo mismo que Mick Jagger moviéndose por el
escenario.
Sin embargo, todo hay que decirlo, apuntaba maneras con
su voz inflamada, denunciando a la justicia española
que viene a ser lo que antes era ciscarse en la Renfe, se producía un in
crescendo y se notaba cómo el público asistente al acto iba envalentonándose
como una llamarada; yo ya esperaba que, de un momento a otro, el
presidente de la Generalitat ordenase la liberación de los presos bajo
su jurisdicción o que se alzara un castell de 3 de 10 con folre i manilles, en fin, algo de épica, pero cuando la cosa parecía que había ya alcanzado el clímax orgasmático,
con ese timbre de voz de rapsoda declamando un poema encima de una
silla, después de la comida de Navidad, en pantalón corto para que el
padrino le de una propina, se produjo el gatillazo... anunció
con un hilo de voz, que me recordó el chorrito que tiene aquella
estatua de Bruselas entre las piernas, que no votaría los presupuestos del señor Sánchez. Y el personal se fue a dormir a casa.
Ante el éxito perfectamente descriptible, el vendedor de ratafía
se ha subido días después al púlpito del Parlamento catalán para que
los suyos le hicieran carantoñas y arrumacos, tratando del meterle miedo
al Estado, que es algo así como querer venderle neveras a los esquimales.
Supongo que las risotadas se han debido escuchar hasta en Sebastopol,
mientras que por lo bajini se repetían en los aledaños de Cibeles:
“Cuidado, cuidadito, que vienen los catalanes, que ya llegan, uf, qué miedo”.
La verdad es que esperaba más. Atrás quedaron los tiempos en que querían un submarino
nuclear chino en el puerto de Tarragona o que el flamante presidente
de Fomento, el entonces diputado Sánchez Llibre, denunciaba desde la
tribuna del Congreso a los aviones de caza españoles que con su vuelo rasante intimidaban a los pacíficos catalanes.
O cuando Antonio Baños, en plan Roger de Lauria al frente de sus almogávares,
anunciaba que aquí se iba a “montar un pollo”. Ahora quieren
internacionalizar el conflicto. Los manifestantes a favor de la
República catalana harán compañía a los del Hare
Krishna y a The Salvation Army en las principales capitales del mundo
mundial. Y sin duda alguna, éste les mirará asombrado. El mundo, por lo
visto, no tiene otra cosa que hacer." (Manuel Trallero, Crónica Global, 09/11/18)
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