12/9/18

Albert Solé: En Cataluña se dan dos elementos principales, el nacionalismo y el populismo que también encontramos en los EEUU de Trump, en la Italia de Salvani o en tantos países europeos. En el independentismo catalán hay también una pulsión provinciana, xenófoba y supremacista muy potente

"(...)--¿Cómo se gestó y por qué el proyecto del documental con el título de ‘Federal’?

--Desde Federalistes d’Esquerres quisimos impulsar un proyecto audiovisual que sirviera para estimular el debate y hacer pedagogía de los valores federalistas sin rehuir las enormes dificultades y contradicciones que conlleva. No es una película propagandística, como tantas otras que se han hecho sobre el procés, sino un film que pretende hacernos reflexionar a partir de voces también discrepantes. 

Era un momento, hace un par de años, en que los federalistas parecían unos seres extraños en Cataluña, como si fuéramos el pueblo de Asterix asediado por el imperio político y mediático “indepe”. Pero la idea era pensar no sólo en el problema catalán, sino sobre todo en la crisis de gobernanza en Europa y en otros países occidentales. 

Si Europa no se construye como una república federal no tendremos defensa frente al resurgimiento del eterno juego identitario que la ha desangrando durante siglos. La construcción de la Europa unida y la consolidación de un modelo de soberanías compartidas como es el federal es, en realidad, la utopía por la que es necesario volver a luchar.

--Ese modelo federal, siguiendo lo que pueda ser Europa en el futuro, ¿es válido para Cataluña?

--El caso catalán es una réplica de movimientos sísmicos e escala planetaria. En Cataluña se dan dos elementos principales, el nacionalismo y el populismo que también encontramos en los EEUU de Trump, en la Italia de Salvani o en tantos países europeos. La diferencia aquí es que el enemigo –el nacionalismo del PP—era de derechas y eso empujaba el independentismo catalán hacia la izquierda pero, no nos engañemos, hay muchísima gente que piensa lo mismo que Torra en sus tuits.

 En el independentismo catalán hay también una pulsión provinciana, xenófoba y supremacista muy potente. El interés de cualquier nacionalismo es llevarlo todo a una dicotomía entre blanco y negro, o eres amigo o enemigo. Lo hemos visto tantas veces a lo largo de la historia que parece mentira que volvamos a caer en una trampa tan pueril en una época en que todas las sociedades son multiculturales y mestizas. 

Lo que sabemos es que las entidades políticas más eficaces en el mundo tienen sistemas federales: Estados Unidos, Australia, Canadá, Suiza, Alemania o Bélgica. Y también la Unión Europea que, o se acaba organizando federalmente o no funcionará. Cataluña ha de encontrar su espacio en ese proyecto, teniendo en cuenta que cada sistema federal es distinto y obedece a los particularismos históricos de cada entidad. 

No es lo mismo el federalismo de los EEUU que el Suiza o el de Alemania. Lo único que comparten es que permiten gobernar sociedades cultural y políticamente muy complejas. 

--¿Un federalismo asimétrico o simétrico?, porque esa es otra discusión.

--Pero es que el federalismo totalmente simétrico no existe. Ni en Estados Unidos, con estados que tienen la pena de muerte frente a otros que no la tienen. Hasta Alemania, como referente del federalismo cooperativo, tiene tensiones periódicas.

 Lo que no hay allí son intentos de ruptura unilateral del espacio de convivencia común. Tienen un estado, como Baviera, que se define como estado libre asociado y no pasa nada. Cuando se ha planteado, sin embargo, si Baviera puede ejercer la autodeterminación, si puede romper con la federación, el Tribunal Constitucional Alemán ha dejado muy claro que no.

--¿Esa cuestión podría ser válida para Cataluña, aprendiendo del modelo de Baviera?

--Sin duda, me parece que sería una salida. Se trataría de una evolución del estado autonómico. Y eso sin dejar de lado que en muchos países federales, sus estados no tienen tantas competencias como algunas de las comunidades autónomas históricas españolas. 

Pero no hay que tener miedo a las palabras. Cada entidad ha de poder denominarse como quiera mientras sea leal al marco común. En España podría ser parte de la solución.

--¿Estaría de acuerdo, entonces, como apuntan algunos constitucionalistas que, en realidad, seguimos en transición, porque no se completó lo que apunta la Constitución sobre las autonomías, que en aquel momento no existían y, por tanto, tampoco se nombran?

--El artículo 2, por ejemplo, permite aún abrir abre muchas ventanas. No me gusta nada cuando se habla del “régimen del 78” como si fuera una especie de dictadura bis. Creo que la Constitución tenía un espíritu federalizante, con un mandato a las generaciones siguientes: lo podéis completar, o no. El problema no es la Constitución sino el uso que se ha hecho de ella. 

Se podría avanzar hacia una estructura federal mediante una reinterpretación del texto y el desarrollo, mediante disposiciones adicionales, de algunos artículos que permitieran resolver algunos de los grandes escollos como la financiación o el blindaje de competencias. Es sobre todo un problema de voluntad y de consensos políticos.

 Lo que seguro que exigiría una reforma constitucional es la reconversión del Senado en un auténtico “Bundesrat”, el espacio en que dialogaran las comunidades federales españolas. Ahí sí tenemos un reto porque una parte importante de la derecha lo va a impedir por todos los medios. 

Lo importante es ir avanzando es esa dirección, sin pasos atrás como los de las dos últimas décadas. La clave ahora la tiene Ciudadanos, que debería entender que la recentralización no lleva a ningún sitio.

--Porque, el nacionalismo no ha querido nunca un modelo federal.

--Los constituyentes eran totalmente conscientes de ese problema. Los nacionalistas vascos y catalanes siempre prefirieron la negociación bilateral al mal llamado “café para todos”, que nunca fue tal. La ironía es que Taradellas desconfiaba de Pujol, entre muchas cosas, porque lo veía como un multilateralista. 

Lo que entendieron los nacionalistas y regionalistas, y Pujol el primero, es que el estado autonómico era una oportunidad única para monopolizar el poder jugando al agravio comparativo, teniendo en cuenta además que el estado central con sus inercias jacobinas tampoco supo apostar claramente por la descentralización que defendían los constituyentes. 

 Surgieron muchos “Pujoles” por todo el territorio español y sus hijos políticos han acabado jugando a la deslealtad institucional, un pecado imperdonable en democracia. Y sin embargo, el sistema se mueve y avanza.

 Lo importante de esta Constitución, como dijo Miquel Roca, no es tanto la letra como la música y a pesar de los pesares hemos consolidado un sistema democrático que es capaz de echar, al menos en Madrid, a un gobierno corrupto. Ahora falta dar un empujón en una dirección netamente federal.

--Pero en Cataluña ahora, el problema no será el de hacer entrar el genio en la botella, que, una vez fuera, se negará a entrar en un terreno de cierta racionalidad, que pase por abandonar la vía unilateral hacia la independencia?

--El ejemplo es el del plan Ibarretxe, en el País Vasco, que les acabó costando el gobierno a los nacionalistas vascos. Cuando entendieron que ese camino llevaba a la vía muerta, volvieron a lo de siempre, a la negociación y a consolidar pequeños avances políticos que van sumando más autogobierno gracias a su influencia en el Congreso. 

Creo que una parte de la sociedad catalana entenderá que no hay alternativa y que el derecho a decidir no se da en ninguna parte, salvo ese caso singular del Reino Unido. Lo que se ha visto es que lanzar un cambio legislativo a partir de un referéndum es una trampa. Debería ser al revés. 

Es lo que les pasó a los canadienses. El derecho a decidir es un arma de destrucción masiva en manos de quienes lo monopolizan. Querrán repetir el referéndum una y otra vez, como ha pasado en Canadá, o como puede pasar en Escocia. En Quebec llevan más de 40 años dándole vueltas a lo mismo y dejando la agenda social en un segundo plano. 

Y lo que se ve y eso es lo más importante, es que cuando visitas y conoces Canadá, percibes que Quebec es un territorio bien gestionado y con un buen nivel de vida porque es canadiense y es federal, pero a poca distancia compruebas que el gran poder económico se ha ido a Toronto. La posición predominante que tenía Quebec en los años 70 la ha perdido. Ya no la recuperará. 

Y aquí, en Cataluña está pasando algo bastante peor, porque no somos Canadá sino un país tan homologable en los niveles de corrupción, clientelismo y baja calidad democrática como el resto de España.

--¿Eso ya está pasando y no se percibe o no se quiere percibir?

--Es que hay dos maneras de vernos, depende del espejo que queramos elegir. No puede ser que nos miremos siempre en un espejo deformante que sólo nos diga lo guapos que somos. Y ése es el papel que ejercen los medios de comunicación públicos. 

Las cifras reales de las industrias culturales nos dicen que han bajado enormemente las visitas a los grandes museos, que casi no hay producción cinematográfica, que hay muchas menos matriculaciones en las grandes escuelas que viven de la clientela de fuera, que la ciudad de Barcelona pierde su capacidad de atracción como marca mundial. 

Hay turistas, sí, pero los indicadores muestran que perdemos calidad. Las imágenes del Parlamento saltándose la legalidad aleja el poder económico, las imágenes de violencia en las calles aleja a visitantes de calidad, los discursos populistas o xenófobos han hecho que se pierda incluso una corriente de simpatía internacional que se habían ganado los indepedendistas.

--¿Barcelona en peligro?

--Creo que, por ejemplo, los Comunes se equivocan mucho cuando despliegan un lazo amarillo en la fachada del Ayuntamiento. Deberían darse cuenta de que Barcelona y su área metropolitana son las grandes perjudicadas por el procés que en la práctica defiende, no lo olvidemos, una Cataluña aislada de Europa y con una capital provinciana.  (...)

--Al margen de la discusión sobre si el independentismo ha tenido o no mayorías suficientes, ¿el problema no es la propia idea? ¿No es la idea un error, la independencia, cuando estamos en proyectos federalistas europeos?

--La idea de la independencia es un absurdo absoluto. Cualquier persona observador de la política europea mínimamente informado sabe que la independencia unilateral y la UE no son compatibles. Gente del mundo independentista que conoce a la perfección los entresijos de la UE sabía que era imposible que Catalunya estuviera en la UE porque la entrada de un nuevo miembro requiere de la unanimidad de los 27 estados miembros, y ninguno aceptaría una Cataluña independiente porque con ello daría alas a sus propios movimientos nacionalistas internos. 

Si difícil resulta gestionar una Europa de 27 imagínese una de 200 enfrentados entre sí. Nos han mentido a conciencia y después han reaccionado con cinismo, diciendo que iban de farol.  (...)"                     (Entrevista a Albert Solé, Manel Manchón, El Español, 15/07/18)

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