"(...) ¿Cómo va a sorprendernos que la Unión Europea no confíe en nosotros para
acoger la Agencia Europea del Medicamento? La estabilidad política no
es un capricho de los conservadores, no es un lujo inventado para
impedir el acceso al poder de los supuestos revolucionarios ni un
argumento para combatir a los partidarios de socavar el equilibrio
social para alcanzar sus proyectos.
La estabilidad política es la garantía de un conjunto de intangibles que en el caso de Barcelona proyectaban una marca casi invencible.
Esa marca se ha volatilizado. Lo sospechábamos y la
Unión Europea nos ha mandado recado para que tomemos conciencia.
Técnicamente no había dudas, hay un potencial científico, una industria
farmacéutica indiscutible, unas buenas comunicaciones y una calidad de
vida envidiable.
El fracaso de la EMA no es el resultado de un solo factor.
No habría que olvidar que España acoge tantas agencias europeas como
todos los países del Este juntos; sin embargo, los méritos de la derrota
son propios y plurales. (...)
El Gobierno cesado de la Generalitat y su presidente afiliado al antieuropeísmo militante desde
la propia Bruselas, fugado después de haber provocado la mayor crisis
política que se recuerda en mucho tiempo; la violencia innecesaria
desatada por el Gobierno de Madrid para frenar un contencioso político,
el funambulismo del ayuntamiento en materias altamente sensibles...
Todos han colaborado para que la pregunta más habitual de los inversores
y visitantes antes de viajar a Barcelona sea : «¿Cómo está la cosa por
ahí?».
Algo impensable hace unos pocos años, pero muy comprensible dado que los primeros en no creer en la ciudad y el país son los empresarios de casa que huyen a
buscar cobijo legal en otras partes. Esta pérdida de peso, de
proyección y de poder de atracción va a durar algún tiempo. Hay que
hacerse a la idea. El prestigio y la reputación se ganan durante décadas
y se pierden en un instante. (...)" (Jordi Mercader, El Periódico, 20/11/17)
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