"(...) Pau Llonch -se presenta como miembro del seminario de Economía
Crítica Taifa y militante de las PAH y la CUP- ha escrito, dice, una
carta abierta al “apreciado Alberto Garzón” que inicia con una cita de
Marx: “El pueblo que oprime a otro no puede ser libre”.
¿Qué debemos
inferir de la cita? Probablemente una advertencia: si somos marxistas,
no debemos permitir que el pueblo español oprima al pueblo catalán.
La sugerencia, si no está errada, es casi un insulto: el pueblo
español o los otros pueblos españoles jamás han oprimido al pueblo
catalán (la dicotomía pueblo catalán-pueblo español es profundamente
secesionista, es su lenguaje usual).
Para eso, para oprimir y explotar
al pueblo catalán, se han bastado el fascismo y la propia burguesía
catalana que anda desde hace siglos montada en el dólar, en el euro y
en lo que haga falta y en la explotación de gentes como nuestros padres
en el pasado y como nuestros hijos o sobrinas en el presente.
Nosotras somos dos viejitas jubiladas que vivimos muy tensas -o
tensionadas como se dice ahora- y contamos muy poco.
Escribe Llonch, al final de su nota, cosas como las siguientes: “este
Estado de podredumbre que es España”. ¿No es para ponerse un poco de los
nervios nerviosos? ¿España es para los secesionistas catalanes un
Estado de podredumbre? ¿Esa España a la que alude incluye Cataluña?
Y
su dolça Cataluña, pàtria del seu cor, ¿qué es entonces? ¿No ha tenido
un presidente y una madre Superiora responsables de mil desmanes, diez
mil ronos y quince mil manipulaciones? ¿De qué podredumbre habla Pau
Llonch? ¿De la de casa?
Hay luego afirmaciones que causan
sonrojo. Esta por ejemplo: el liderazgo en el ámbito institucional en
esta fase del proceso de autodeterminación siga en manos del PDeCAT, “es
responsabilidad de todos, pero sobre todo de una izquierda extraviada
en su naufragio tacticista, electoralista e idealista, que podría estar
liderándolo sin muchos problemas”.
A no ser que sean ellos, los de la
CUP, esa izquierda extraviada, la afirmación no tiene nombre: ¿qué
fuerza política lleva dos años sosteniendo el gobierno neolibral de
Junts pel sí liderado por el PDeCat? Efectivamente, el partido de
Llonch, la CUP (¿Por qué escribirán PDeCAT, con tantas mayúsculas por
cierto?) .
Para las personas no muy informadas recordamos,
para la comprensión de las “justas críticas” de Llonch, que Alberto
Garzón es coordinador de IU, miembro del PCE y uno de los responsables
de Unidos Podemos, y que las tres fuerzas, IU, PCE y Unidos Podemos,
incomprensiblemente en nuestra opinión, un error de errores que dirían
algunas , defienden el inexistente derecho a decidir de Cataluña.
Un
extravío político, en nuestra opinión, a la que son adictos. Por
muchos razonamientos que se apunten, no hay posibilidad de enmienda. Lo
dicho en la tradición está dicho en la tradición.
Veamos la carta del miembro de la CUP. Llonch inicia su escrito con
varios elogios, incluido el de ¡fulgor teórico!, y una crítica. Con
sus palabras: (...)
1. Empecemos por las clases, claro. La burguesía catalana en su práctica totalidad es contraria al ejercicio del derecho de autodeterminación, al referéndum de octubre y (eso es menos importante) a la independencia (...) Pues bien, ¿dónde queda esa complejidad cuando calificas el referéndum con “ir con los pujoles”? Realidad concreta: en Catalunya, el Círculo de Economía, Fomento de Trabajo, La Caixa, el Banco de Sabadell, La Vanguardia… nadie relevante de las tres primeras fracciones de la burguesía que describes en tu artículo (capitalistas parasitarios, de capital ficticio y proveedores de fondos) apoya el proceso democrático catalán, y solamente una parte de los capitalistas activos —parte la pequeña y mediana burguesía— lo apoya.
Lo de que la burguesía
catalana es contraria en su “práctica totalidad” al ejercicio del
derecho de autodeterminación es una ensoñación de Llonch y de sus
compañeros. Le interesa decir lo que afirma para dar un sentido de clase
no burgués al movimiento del que forman parte de forma entusiasta y
bastante acrítica. Si pensamos en algunos de los representantes del
“proceso”: Artur Mas, Andreu Mas-Colell, Felip Puig, Jordi Pujol, Marta
Ferrusola, Boi Ruiz,… el carácter marcadamente burgués del movimiento es
más que evidente.
Si pensamos en sus prácticas: Eurovegas, PIRMI,
destrucción de la sanidad y educación públicas,... la duda se desvanece
en el aire. Si pensamos en sus valores centrales (Cataluña, Cataluña,
Cataluña, nosotros, nosotros, nosotros), la conclusión se impone. Que
otras sectores de la burguesía catalana pongan huevos en otras cestas es
usual.
Lo normal y elemental querido Watson-Llonch. No apuestan sólo a
una única opción; nunca pierden de este modo. En todo caso, insistimos,
los valores del movimiento son profundamente burgueses: construir una
Dinamarca en el Mediterráneo, máxima modernidad (neoliberalismo), más
dinero para nosotros y sólo para nosotros.
En síntesis: la filosofía
económica de Xavier Sala i Martin. Los pobres, el Sur, su propio Sur,
les molestan, les molestamos. Se han reído en sede parlamentario de los
niños andaluces y gallegos, de nuestros sobrinos pequeños por ejemplo,
por no hablar bien el castellano, sin que la CUP les haya montado un
cirio de tres pares de narices. Lo que se merecían.
Se trata
indudablemente (¿indudablemente?), afirma Llonch, de “un movimiento
nacional-popular, que es interclasista como ocurre siempre en todas las
revoluciones democráticas realmente existentes”. Que sea interclasista,
sin apenas presencia de la clase obrera, es una cosa; que sea
nacional-popular es otra muy distinta.
De eso nada; Gramsci se pondría
de los nervios. Tatiana y Julia también y se subirían a las paredes. Y
las revoluciones democráticas, las que podemos tener todos en la cabeza
(la rusa, la china, la cubana, la mexicana, la sandinista, la chilena,
la portuguesa si se quiere, la venezolana, la boliviana...) tienen muy
poco que ver con lo que está sucediendo en Cataluña. Nada. Por valores y
por protagonistas.
¿Alguien se imagina en algunas de esas revoluciones
al partido dirigente o a uno de sus máximos representantes estableciendo
relaciones de amistad y colaboración con el propietario de EuroVegas,
con la derecha anticastrista progolpista o con dirigentes de la Liga del
Norte?
Y, sin embargo, añade Llonch, “desde organizaciones
libertarias como Embat, pasando por Revolta Global y la izquierda
socialista de liberación nacional hasta la socialdemocracia (cada vez
más socioliberal en Catalunya, eso sí) de ERC, apoyan el referéndum sin
matices”.
Llamarle socialdemocracia ERC (una formación supremacista con
tintes xenófobos en ocasiones) es de una generosidad que apabulla. Pero,
más allá de eso, Llonch tiene razón en este punto, ¡ay! que diría
Lorca, la conclusión real es la inversa de la que él concluye: ¡qué
desgracia, qué horror, qué barbaridad que una parte de la izquierda de
Cataluña, tan catalana ella (¿no éramos internacionalista por cierto?),
apoyen, como dice Llonch, “el referéndum sin matices”. ¿Qué referéndum?
¿La nueva jornada nacionalista excluyente del 1-O? Nacionalismo en
estado puro. Como el 9N. ¿En eso debe participar una izquierda digna de
su nombre? (...)
Viene ahora el punto 3. El carril central del movimiento
soberanista, que no define, pero que tal vez sea el mayoritario más la
CUP, aspira
[…] a la conquista de derechos sociales y políticos, y los elementos chovinistas e identitarios son completamente residuales. Supongo que cuesta entenderlo, pero la hegemonía en este país ha ido virando lentamente a la izquierda desde el inicio del proceso, si uno atiende a la realidad de los hechos y los discursos en la calle y el Parlament y no a los prejuicios de la izquierda jacobina española. Sobran los ejemplos: hasta el mismo Puigdemont afirmó ayer en el Parlament no haber utilizado jamás la funesta expresión “España nos roba”, desterrada del imaginario y argumentario mayoritario colectivo; la entidad soberanista de referencia en esta fase (Òmnium) ha presentado recientemente una campaña llamada Libres (de exclusión, de pobreza y de desigualdad) ideada por nuestra estimado David Fernández (anticapitalista y diputado mejor valorado de la pasada legislatura, hecho curioso en un país supuestamente engañado por las élites burguesas convergentes) de la mano de todo el tejido cooperativista vinculado a la principal banca ética y cooperativa del país.
Todo lo anterior es un cuento, otro cuento, ensoñación más bien, que nos
suelen contar desde las filas nacionalistas. Nada que ver con la
realidad. Lo real, que diría nuestra escritora favorita Belén Gopegui,
transita por este sendero: la aspiración a derechos sociales y políticos
es una creencia de algunos pero en absoluto representa las fuerzas que
dirigen el proceso (profundamente nacionalistas como seña de identidad
central, es decir, con partitura etnicista y en ocasiones supremacista);
el país no ha virado a la izquierda: basta pensar en los resultados del
27S (un 65% o más votó por opciones neoliberales); lo de la izquierda
jacobina española es, además de un insulto (¿qué problema hay con el
jacobinismo?), una enorme falsedad.
¿Una izquierda que erróneamente
apoya el derecho a decidir es jacobina, es decir, centralista como
sostiene Llonch? Lo de la “España nos roba”, lo dijera o no Puigdemont,
es una lema que han machacado durante años y años hasta penetrar en lo
más hondo de la cosmovisión nacionalista. Y en fin, la referencia a
Òmnium cultural y a David Fernández, el de los abrazos con Mas, produce
vergüenza ajena.
¿De verdad que David Fernández, que debe ser muy amigo
de Llonch, se dedica a esas cosas? ¡Pues qué cosa! ¿Alguien duda del
carácter profundamente conservador de Òmnium cultural, ahora dirigido
por un empresario, y antes, después de la muerte de Muriel Casals, por
un hooligang antiespañol cegado ante todo tipo de razones y matices? ¿En
cuántas manifestaciones obreras ha hecho acto de presencia OC en sus
casi 60 años? ¿Cuántas causas sociales de avance ha defendido?
¿Por qué
un dirigente de la llamada izquierda transformadora apoya su intento de
lavarse la cara y reconstruir su pasado? Lo de “mejor valorado de la
pasada legislatura” parece lo del mejor de la clase y sí, efectivamente,
es un hecho no curioso sino muy significativo que en un país netamente
engañado por las élites burguesas convergentes -Pujol, Ferrusola, etc,
Fernández con acento abierto obtenga esa calificación.
Definitivamente viven en un mundo de sueños no einsteinanos. Confunden
sus deseos, muchos de ellos distópicos además, con la realidad. (...)
Tres pilares fundamentaron la Constitución del 78: el capitalismo como modo de producción, el sistema monárquico y la negación del derecho de autodeterminación de los pueblos del Estado. Después de 18 peticiones formales para celebrar este referéndum, después de siete años de movilizaciones masivas sostenidas, después de haber reconducido —desde el sentido común de la CUP— la absurda hoja de ruta del bloque de Junts pel Sí hasta consolidar el referéndum de octubre como punto de encuentro y solución, no existe alternativa alguna al ejercicio de nuestro inalienable derecho de autodeterminación en base a nuestra capacidad de resistencia y lucha.
Insistimos: no
existe ese no-inalienable derecho de autodeterminación en el caso de
.Cat y el capitalismo es también el sistema de producción y
civilizatorio de Cataluña (en plena forma por lo demás) Mas y Millet se
lo pueden explicar con detalle.
Navarro ha escrito un artículo sobre la
situación social catalana hace pocos días. Y el que llama referñendum
del 1-O no es un punto de encuentro y solución sino todo lo contrario:
una jornada, si se celebra, de más división y separación.(...)
¿Defiende Llonch el derecho de autodeterminación de todos los pueblos
por cierto? ¿De todos sea cual sea su situación? ¿Tenemos derecho a la
autodeterminación los ciudadanos del pueblo barcelonés, de la ciudadanía
de la corporación barcelonesa, y quien se quiera apuntar? Si fuera así,
el 8 de octubre un referéndum con una pregunta: ¿quieres usted
vincularse con el resto de España? Los de la corporación y aliados es
posible que digamos que sí. ¿Algún problema? Supongo que no siguiendo la
lógica llonchista. (...)
En síntesis: Llonch, y muchos activistas de la CUP, es casi atributo
general, tienden a ver pajitas en el ojo ajeno y no ven, porque no
quieren ver, el inmenso pajar que tienen en el propio. Mientras tanto,
eso sí, y como prueba de clarividencia, cogidos de la mano, se les ve
por el jardín donde mandan a sus anchas los de Junts pel sí, lo más
revolucionario-democrático de lo democráticamente revolucionario. (...)" (Rosa Guevara Landa , Rebelión, 18/07/17)
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