2/6/17

Sobre la legalidad democrática. Supongamos que en el Ayuntamiento de Tossa de Mar una mayoría de grupos municipales consideran que la legalidad urbanística de la Generalitat no les conviene, convocan un referéndum con sus propuestas, lo ganan... y comienzan, democraticamente, a dar licencias urbanísticas... que la Generalitat 'ilegalizaría'

"(...) Preguntaron a Junqueras en un programa de radio (creo que Onda Cero) si “su” referéndum no suponía una transgresión del Estado de Derecho, al proponerse aún después de la prohibición dictada por el Tribunal Constitucional. Su respuesta fue la menos inteligente de toda la entrevista.

 Dijo que “la democracia nunca puede ser ilegal”. Esa afirmación es un disparate y encierra al independentismo en un laberinto sin salida.

Supongamos que en el Ayuntamiento de Tossa de Mar una mayoría de grupos municipales consideran que la legalidad urbanística de la Generalitat está frenando las potencialidades económicas y turísticas de la ciudad e impidiendo el modelo de ciudad que los habitantes de Tossa mayoritariamente quieren. 

Se abre, entonces, el debate sobre si tiene sentido que la competencia en materia de urbanismo la ostente la Comunidad Autónoma en vez de la ciudad. Finalmente, someten a consulta de los censados en Tossa de Mar si aprueban o no un plan urbanístico que ha sido rechazado por la Consejería por no respetar la legalidad urbanística; en la consulta se vota mayoritariamente a favor del plan, y el Ayuntamiento comienza a dar licencias con arreglo al mismo. 

En un programa de radio preguntan al alcalde si no cree estar vulnerando la legalidad, y el alcalde contesta que está cumpliendo un mandato democrático, y que por tanto no puede ser ilegal. ¿Es, o no es un disparate ese “por tanto”?

Cualquier otro ejemplo valdría tanto como este para comprender que no sólo es posible que decisiones mayoritarias puedan ser ilegales, sino que más bien la democracia necesita estructuralmente una ley (o una constitución) que reparta cartas y atribuya poderes, es decir, que determine algo tan elemental como quién es competente para decidir qué

Por tanto, también para delimitar sobre qué no se puede decidir por mayoría: los alumnos matriculados en un curso no pueden decidir por mayoría sobre las asignaturas a cursar; los ciudadanos de un municipio no pueden decidir sobre cómo pagan el IRPF; una mayoría absoluta del Congreso no puede decidir el restablecimiento de la pena de muerte sin suprimir la prohibición constitucional de la misma; y los miembros de una Comunidad Autónoma no pueden decidir sobre la frontera de España.

Esto puede parecer demasiado obvio, y podría objetarse que hay aspiraciones populares que, cuando no encuentran cauce para convertirse en propuesta, deben abrirse camino de forma disruptiva. No tendría argumentos contra esta tesis: el independentismo catalán (como el corso o el de Lombardía) puede sostener que no hay ningún cauce real dentro de la ley para conseguir democráticamente un objetivo político legítimo, y puede decidir estrellarse contra el marco legal y constitucional para romperlo.

 La historia muestra no pocos ejemplos de cambios provocados por la vía de hecho: revoluciones, golpes de Estado, proclamaciones tumultuarias. ¿Es eso lo que han decidido los líderes del independentismo? 

Sería, desde luego, una apuesta arriesgada, porque sin duda supone una desconexión del Estado de Derecho, una expulsión del árbitro y un borrado de las líneas del campo de juego, y eso tiene consecuencias desastrosas, mucho peores que la frustración de una parte de la sociedad catalana de no poder constituirse en Estado. 

Por eso acompañan su discurso rupturista de justificaciones legales confusas y retorcidas: pero eso es hacer trampas. Utilizar el instrumento de la ley autonómica para obtener la independencia es un fraude. Si se trata de ley, hay que someterse a ella para cambiarla; si se trata de vía de hecho, hágase con todas las consecuencias.

Hay algo que no debe dejar de recordarse. Los partidos catalanes que llevaron en su programa la independencia de Cataluña (Junts pel sí y CUP) y que ahora pretenden aprobar, al parecer, una ley de desconexión, no alcanzaron la mayoría del voto popular. 

La traducción en escaños de los votos obtenidos por circunscripciones sí les ha dado mayoría absoluta de diputados, pero esa mayoría sólo lo es por virtud de una Ley Electoral aprobada en un marco estatutario y constitucional determinado. No vale, pues, atribuirse una legitimidad democrática para decidir la desconexión cuando la mayoría se tiene no por los votos, sino por un marco legal del que pretenden desconectar.  

Ninguna razón habría entonces para que los ciudadanos o los ayuntamientos de Tarragona tuvieran que respetar la ley que emane del Parlamento catalán si éste autodecide cuáles van a ser las reglas del juego al margen de la ley que lo crea y lo regula. Este es el enorme talón de Aquiles del independentismo, y lo saben. No hay que dejar de repetirlo.  (...)"              (Miguel Pasquau Liaño  , CTXT, 31/05/17)

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