"Es enormemente decepcionante comprobar que la izquierda está apoyando la conspiración independentista que la burguesía lidera en Catalunya,
en contra de su propio pueblo con discursos falaces que enfrentan a los
catalanes con el resto de los trabajadores de los restantes pueblos de
España.
Como decía Marx, los nacionalismos son un invento de la burguesía para dividir a los trabajadores.
Invento de la nacionalidad y de la identidad, que la oligarquía
catalana difunde desde el siglo XIX cuando las crisis económicas, y la
pérdida de las colonias, ponían en dificultades sus negocios.
Resultó patético e indignante el discurso de Joan Tardá en la sesión de investidura del gobierno en el Parlamento, en otoño pasado, cuando
se apropió de la representación de la izquierda y se erigió en adalid
de todas las reclamaciones y denuncias del pueblo expoliado por el
fascismo y las oligarquías españolas.
Y después de un extenso
relato de tales conductas, que remontó a muchos años atrás, aportó como
solución la separación de Catalunya de España. Ese Joan Tardá que había
sido militante del PSUC, y que como tal habría defendido el
internacionalismo proletario, la unión de los trabajadores contra las
clases dominantes y la República Federal española que en 1932 aprobó el
Estatut de Catalunya.
Sólo hace unos días un veterano camarada de ese mismo partido se
mostraba entusiasmado con el “procés”, ese bolero de Ravel que los
independentistas llevan cantando seis años.
Él, que había sido apaleado y
encarcelado por defender los derechos de tantos trabajadores que en
Catalunya son andaluces y extremeños y murcianos, estaba encantado con
entregarle el poder y el dinero –que ya los tienen- a los burgueses que
hicieron sus negocios al pairo de la complicidad con el franquismo y que
siguen esquilmando a su pueblo.
Un discurso aparentemente democrático que pide un referéndum para
decidir que Catalunya se separe de España, que se hace viral cuando la
oligarquía catalana, esa que ha gobernado el país desde hace 150 años,
ante la crisis económica que la asusta y que amenaza con provocar un
renacimiento del Movimiento Obrero y de los movimientos ciudadanos,
decide acusar a “España” de todos los males de los catalanes.
Excitando
las peores mezquindades entre los pueblos, con esa consigna de “España
nos roba”, pretende que los campesinos murcianos y los obreros
extremeños y las limpiadoras andaluzas aporten más sudor y lágrimas de
sus esfuerzos para pagarles a los señoritos catalanes ese déficit fiscal
del que tanto hablan.
Lo más desdichado es que esas perversas reclamaciones, organizadas y dirigidas por las mafias burguesas de los Pujol y los Mas, han sido adoptadas por los representantes de la antaño izquierda catalana. Resulta patético escuchar a Joan Coscubiela y ahora a la nueva líder comunera, Ada Colau,
que desde la supuesta defensa de los trabajadores exigen un referéndum
en razón de un inexistente derecho de autodeterminación.
Con el que
argumentan un discurso que nos retrotrae a la Renaxenxa,
cuando la burguesía, perdidas las colonias españolas, reclamaba
aranceles a las importaciones y subvenciones al Estado para mantener sus
beneficios.
Un capítulo más del drama shakesperiano catalán se ha escrito estos días con la detención de algunos capitostes del extinto partido Convergencia Democrática de Catalunya, acusados de haber cobrado comisiones del 3%
sobre las obras que se encomendaban a diversas empresas. E
inmediatamente los voceros del gobierno catalán, y muchos de sus
acólitos que esperan rendimiento de tal fidelidad, han afirmado que esta
es otra operación contra el independentismo.
Pascual Maragall, en la sesión de investidura del
que iba a ser President de la Generalitat de Catalunya, en 2003, se
atrevió a espetarle al jefe de la oposición Artur Mas, de Convergencia Democrática,
que había gobernado Catalunya desde 1980, es decir 23 años,
ininterrumpidamente, que “tenían un problema, y era el 3%”. El 3% de
comisión que cobraba el gobierno de Convergencia a través de sus
consellers y gerentes y socios y directores, por todas las obras
públicas y privadas que se realizaban en el país.
Y desde entonces,
desde 2003, es decir hace 14 años, se están investigando las mordidas,
comisiones, peajes, favores y desfalcos que ese partido y las empresas
relacionadas con él, han cometido contra su pueblo en una cadena de
corrupciones realizadas y hasta confesadas con absoluta desfachatez.
Hasta el molt Honorable Jordi Pujol tiene que explicar
cómo ha reunido su fortuna en Andorra, y con él sus siete hijos y su
esposa y sus socios y fundadores de aquella Convergencia que reinaba en
el país.
Y a esos dirigentes políticos, corruptos, esquilmadores de los
trabajadores, que basan en mentiras sus mendaces discursos, los que
deberían ser la oposición de izquierda le están entregando la autoridad
de ser los héroes de la independencia.
No sólo mantienen ese discurso
perverso de un supuesto derecho democrático a decidir, sin que puedan
explicar en qué fundamentos ni legales ni éticos se apoyan, para
difundir el cual el gobierno está empleando fortunas que no invierte en
ningunas de las estructuras y servicios que necesita su pueblo, sino que han salido a la calle a manifestarse a favor de Artur Mas, representante de esa casta corrupta que les gobierna desde hace más de un siglo.
¿Cómo la izquierda pretende serlo defendiendo la división de países?, en imitación de la ofensiva que llevaron a cabo las grandes oligarquías del mundo para destrozar la Unión Soviética y Yugoslavia y Checoslovaquia, atomizando Europa en minúsculas porciones de territorio para hacer más débiles a sus pueblos y a sus trabajadores.
Ciertamente, si los internacionalistas del mundo que acudieron a
España en 1936 para defender la unión de los proletarios contra el
fascismo resucitaran, se escandalizarían al ver cómo la izquierda
catalana –y alguna parte de la del resto de España- ha caído presa del
Síndrome de Estocolmo." (Lidia Falcón O’Neill, Presidenta del Partido Feminista de España, Diario 16. 05/02/2017)
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