"(...) El debate, pues, se centró parcialmente sobre la posibilidad de
realizar o no un referéndum en Cataluña y en algunos otros aspectos
colaterales sobre el concepto de mayorías. Mi primera aportación al
debate fue afirmar: El problema no es ganar o perder el referéndum, el problema es reconocerles soberanía.
Es
decir, que en su artículo Santamaría concede en un momento del mismo la
posibilidad de realizar un referéndum. Si bien apunta que, “en abstracto, no parece una mala solución al conflicto planteado en Catalunya”
y concreta que el problema es que no se dan las condiciones
democráticas para realizarlo.
Entiendo que A.S. no es consciente de que,
como afirma el compañero Olegario, “la gran victoria del
nacionalismo sería la celebración de un referéndum legal, no ganarlo,
pero sí celebrarlo, por el precedente que supondría y por la simple
razón de que se podría repetir hasta que el resultado fuera complaciente
a sus tesis. (Naturalmente nunca al contrario)”
El debate se ahonda con la aportación de Jordi “Respecto al tema
del referéndum, y tal como yo lo veo, el orden debería ser el inverso al
que propone el amigo Antonio: primero sería necesario que se aprobase,
por referéndum, una nueva constitución española (o una reforma de la
vigente) que expresase una voluntad mayoritaria del pueblo español (que
es el único depositario de la soberanía) de permitir la existencia de un
derecho de secesión en favor de los habitantes de una parte
del territorio del Estado, y en unas condiciones y con unos requisitos
claramente determinados; y, una vez vigente esa nueva disposición
constitucional (y en el caso, únicamente, de que la voluntad del pueblo
español fuese permitir una norma de ese tipo), convocar, con los
requisitos y garantías que se hubiesen establecido, el correspondiente
referéndum de autodeterminación aplicable al territorio para el cual se
reclamase.”
El mismo Santamaría participa en el debate para declarar su
coincidencia con la propuesta de Jordi. Si bien en su alegato hace
referencia a “la mitad del cuerpo electoral” como reclamante de
esa independencia y a quien no se puede ignorar. El debate se alarga
con interesantes reflexiones de otros compañeros.
En lo formal está claro que hay una prelación de la soberanía del
conjunto de España. De ello ha de inferirse que si democráticamente se
decide que no hay soberanía de las partes, el tema se acabó. Si por el
contrario se concediera, deberían definirse claramente las condiciones
que en tal proceso de consulta deberían de cumplirse, además de las
garantías individuales de los ciudadanos afectados por dicho proceso.
Ciertamente, que la izquierda sea abanderada de ese soberanismo
fragmentario es un problema de su propia falta de proyecto social, de su
sumisión a intereses espurios y lejanos a las clases que dice
representar. Para Santamaría “el referéndum se configura como la trampa perfecta para someter el espacio de los Comunes al proyecto secesionista”;
contrariamente, yo y otros contertulios, como Salvador, entendemos que
no es sometimiento sino libre decisión de inclusión en ese espacio: “hablan
como ellos, piensan casi como ellos, no generan nunca cultura
federalista, España -sin matices- para ellos es una mierda, ser catalán
es una categoría especial, etc. etc. etc.”
Pienso que reconstruir una izquierda crítica con el nacionalismo es
una tarea urgente. Eso no quiere decir crear otro partido, en todo caso
hay fuerzas dispersas que habría que juntar.
Pequeñas aclaraciones, no por ello menos importantes.
No es admisible hablar de la mitad del cuerpo electoral. El cuerpo
electoral es el censo y sobre el censo solo hay constancia de un 36% (el
27S, últimas autonómicas con formato de falso referéndum) apoyando la
secesión (el 47% es un valor referente a los votos válidos emitidos).
En 2014 escribí junto a Rafa Núñez dos artículos titulados “Derecho a decidir versus democracia radical” publicados el primero en El Viejo Topo y el segundo en Crónica Popular; en el segundo, en el apartado 4 titulado “la base electoral del derecho a decidir”, hay un cuadro de datos y su gráfica analizando la evolución del independentismo, del no independentismo, del soberanismo y la abstención desde el referéndum del Estatut de 2006.
A
ello habría que añadir los datos del 27S –punto álgido del secesionismo-
y los del 26J que son, si cabe, bastante frustrantes para el mismo:
éste obtuvo el 32,09% de los votos emitidos, representando únicamente el
20,91% del censo. (...)" (Vicente Serrano, Alternativa Ciudadana Progresista, 09/01/17)
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