14/9/16

Boadella: “La Diada es una catarsis de los sentimientos bajos e inconfesables”

"(...) -Hace ya 25 años publicó un artículo, El Virus. Decía que Cataluña sufría una epidemia moral. ¿Se ha matizado o ha empeorado?

-En los últimos siete u ocho años, Cataluña ha generado un proceso de aceleración de lo que yo entendía como una enfermedad colectiva. Creo que el virus afecta en este momento a una parte sustancial del conjunto de la población. No sólo los políticos, sino el conjunto de la ciudadanía. Están afectados por un delirio colectivo. La pérdida del sentido de la realidad y del sentido común se hace evidente. Por lo tanto, se hace más demencial la situación en lo político, en lo social y por lógica en lo cultural.

-Pero existen actores nuevos. Por ejemplo: CUP, En Comú Podem. ¿Qué aportan? ¿atomización, pintoresquismo, gravedad?

-El nacionalismo es una de las formas más perfectas de populismo: afecta directamente a los sentimientos. Es lógico que en un caldo de cultivo que ya era enormemente populista se desarrollen con tanta facilidad otras manifestaciones de ese tipo que ya han encontrado eco en el resto España. Podemos, el juego extremista de la CUP, todo cuando rodea a la señora Colau... Dentro del populismo genérico, estas nuevas formas han encontrado dónde crecer. Y no hablo sólo de la secesión, sino en el resto de los ámbitos de la vida.

-En la España en la que se presentó Ubu, el pujolismo estaba muy lejos de sentarse en un banquillo. ¿Es eso una mejoría?

-Mis tres versiones de Ubu, que fueron aceptadas por una parte del público catalán, ocurrieron en momento donde existía una oposición. De un lado estaba el pujolismo, pero del otro estaba una izquierda más o menos protagonizada por el Partido Socialista Catalán (PSC). Eso aportaba un cierto equilibrio frente al populismo y la xenofobia nacionalista. En el momento en el que el PSC se pasa con todo el equipaje al lado opuesto, a partir de que Maragall asume la Generalitat y el PSC asume el secesionismo, se destruye la oposición en Cataluña y aquello se convierte un régimen.

-Apunta usted con el índice a los socialistas entonces.

-Hemos visto que el PSC ha traicionado no sólo a sus votantes, sino también a sus ideales de izquierda sobre la solidaridad entre los pueblos. Eso por una parte. Lo segundo tiene que ver con el hecho de que ante este avance del secesionismo, hay una responsabilidad evidente de lo que llamaríamos Madrid, es decir, los distintos gobiernos del Estado, en el que incluyo a todos: el gobierno de Zapatero, pero también a este y al anterior de Aznar.

Permitieron que esta epidemia se desarrollara con absoluta libertad, por intereses electorales o personales, sin intentar al menos imponer la Ley. A eso hemos asistido durante estos años. Y muchos catalanes no nacionalistas nos hemos sentido abandonados por el poder central.

-No sólo usted, Félix de Azúa decidió abandonar Barcelona. Sin embargo, ¿cuál es el signo más peligroso desde el punto de vista de un relato cultural?

-En el momento en que una comunidad opta por mirarse a sí misma pierde la noción de la realidad. Entra en una ficción colectiva en la cual el enemigo común proviene del exterior. Comienza a falsificarse el pasado y se enardecen sentimientos que son ridículos o xenofóbicos.

Es obvio que el espacio cultural, que forma parte también de esta sociedad, decae en todos los sentidos. Sólo brillan aquellas cosas que enardecen esta ficción. Eso en Cataluña tiene un elemento integrador que es la lengua.

El catalán ha pasado de ser un elemento de comunicación a ser un efectivo militar. A partir de ese momento se produce una endogamia y un empequeñecimiento en la mirada y en los objetivos de los entes y los sectores culturales. Ese tufo pueblerino que se desprende en este momento de la cultura en Cataluña es consecuencia de esta historia.

-En ocasión de las puestas en escena, le pregunto por la Diada… ¿Qué es? ¿Una comparsa, un derecho? ¿Qué significa simbólicamente?

-Es una catarsis de los bajos sentimientos, una exacerbación de sentimientos inconfesables. Hay revanchismo, xenofobia y paranoia. No digo que no sean positivas las catarsis, pero en cualquier caso no es una catarsis de profundidad y belleza como la del teatro o la música. 
Todo gravita alrededor de los bajos sentimientos de un pueblo, con líderes que se dedican a animarlos por sus propios intereses: excitar a la colectividad con las cosas menos nobles, para que sea ganancia de pescadores. 
No es una fiesta alegre o constructiva, ni siquiera un recuerdo positivo del pasado, es el recuerdo de la derrota de 1714, que tampoco es tal derrota pero ellos lo deforman. Jamás he estado en una, ni siquiera en la época de Franco. (...) (Entrevista a Albert Boadella, Vox Populi, 11/09/16)

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