"El día 24 de junio de 1981, en Tolosa (Guipúzcoa) hace ahora 35 años,
tres hombres fueron ametrallados por ETA tras salir de comer en el bar
de cada día.
Eran tres jóvenes que se ocupaban en la venta de libros a domicilio.
Alguien dijo que eran policías.
Iñaki Ibargutxi Erostarbe. Miravalles-Ugao. Bizkaia. 26 años. Soltero, militante de EGI.
J. Manuel Martinez Castaños. Durango, Bizkaia. 26 años. Casado, padre de dos hijos.
P. Conrado Martinez Castaños. Durango, Bizkaia Vecino de Bilbao. 31años. Casado, padre de un niño y militante del PCE-EPK.
Los dos primeros murieron en el atentado y Conrado nueve meses después.
Natividad Burgoa. Bilbao, mujer de Conrado, recibió una nota de ETA
diciendo que había sido un error. No pudo soportar la pérdida y murió un
año después. (...)
Pendiente aún la dignificación de las víctimas del franquismo, parece
inverosímil no se asuma una clarificación concienzuda de las víctimas y
secuelas que el terror ha causado en nuestra sociedad en tiempos de
democracia. Es por otra parte lamentable constatar las dificultades
sutiles y groseras que se encuentran en el camino a la hora de dar a
conocer o recordar hechos que no son considerados relevantes o que por
distintas circunstancias resulta incómodo verbalizar.
Imagino que no debe ser fácil reconocer que cuanto has hecho dentro
de una organización terrorista, no ha servido de nada positivo ni para
el país ni para uno mismo. Dentro de un grupo autoritario no queda
espacio para la crítica y es también el terror quien rige el
comportamiento -el disidente es un peligro, un enemigo a exterminar-.
Por ello debe ser casi insoportable desde la reflexión, afrontar que su
militancia ha sido un tiempo perdido, un tiempo negativo que sólo ha
servido para generar dolor y víctimas: gente desterrada por la extorsión
(¿cuantos suman esta verdadera diáspora?)… gente enmudecida, con la
boca tapada por el miedo, viviendo un exilio interior -como durante el
franquismo-…
¡Tantas vidas rotas, tantos muertos, viudas y huérfanos,
tanta pérdida y desolación! ¿Cuántos atentados y dramas personales
quedan aún bajo la mesa ocultos y sin resolver?… (...)
Y, ¡cuán larga es la deriva del Síndrome de Estocolmo en una población tanto tiempo secuestrada por el terror! (...)
Por eso resulta especialmente penoso ver el suflé que desde el
llamado “entorno abertzale” y, lo que es más grave, desde organismos
afines al Gobierno Vasco, se cocina para configurar un complejo
aparataje donde todas las violencias se equiparan, lugar donde se ajusta
“el relato”.
Ahora nos dicen, es momento de reflexión, ¡siempre lo ha
sido!. Sí, siempre estamos a tiempo de revisar la memoria, aclarar los
hechos, asumir responsabilidades, de denuncia, reconocimiento y
dignificación de cuantos han sido asesinados, de reconocer todas las
víctimas caídas por disentir, resistir, oponerse o pasar por allí.
Es cada día más importante llamar a las cosas por su nombre sin
escondernos en el eufemismo engañoso o servil que esconde o edulcora la
realidad. Cada cual tiene -tenemos- un grado de responsabilidad en lo
ocurrido, por acción u omisión mantuvimos una posición, por lo tanto
cada uno será responsable de su silencio, tibieza o complicidad.
El terror de ETA ha producido entre nosotros un deterioro moral,
causa y consecuencia que, como la carcoma, deteriora las vigas y la
estructura de nuestra casa común, de nuestra convivencia. Por ello es
imprescindible para la recuperación de las personas y de la armonía
social, una revisión ética que, desde los derechos humanos, centre el
análisis, dirima responsabilidades y establezca pautas para el futuro. (...)
¡Nos gustaría tanto pasar página! pensar que todo ya pasó, pero es
una ilusión pues quedan tareas pendientes y será bueno afrontarlas
cuanto antes. Además de la herida y la cicatriz, el vacío por la pérdida
y la ausencia, queda pendiente escribir las páginas de nuestra
historia, general e individual…
Porque -mientras la salud, la memoria y la honradez nos asistan- es
preciso profundizar en la etiología de la enfermedad, en las causas
profundas que llevan a un niño, un joven o una madre a ser pasto del
odio y gritar por la calle: ¡ETA mátalos! como si el “comando x” fuera
el Ángel Exterminador, alguien a quien se pudiera recurrir, invocar o
suplicar para que un dios todopoderoso y ciego, le enviara a eliminar al
contrario. (...)
Cada cual debe asumir su parte de responsabilidad, recordar dónde
estaba, cuánto hizo o cuánto calló, atreverse a escribir y contar su
historia para que individualmente y como sociedad podamos afrontar lo
ocurrido y evitar que vuelva a pasar. (...)
Escribo estas letras en nombre propio y de cuantos en voz alta o baja
están conmigo, cumpliendo con mi obligación de ciudadano y amigo de
Conrado y Nati.
En cualquier caso, hablar y escribir de nuestro pasado tormentoso nos
ayudará siempre a conocernos mejor, enfrentarnos con nuestros demonios y
a dormir más tranquilos aquí, en el reino de los justos." (Marcos Hernando, La Tribuna del País Vasco, 06-07-16)
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