24/6/16

El nacionalismo es el instrumento político de las élites económicas para salvar su riqueza, por eso se quieren independizar las tres regiones más ricas (País Vasco, Navarra, Cataluña)

"(...) Pero no acabemos sin antes denunciar la “plurinacionalidad”, fetiche incluso de presuntos no nacionalistas que han sucumbido al paradigma identitario. Hoy resulta que en Europa el nacionalismo interpela directamente a Bruselas en calidad de ‘regiones’.

 Pero advirtamos que, aun transmutado, su espíritu conservador pervive en el proyecto de “Europa de las regiones”: el nacionalismo vasco reclama un Estado libre-asociado (co-soberano) para restringir constitucionalmente la transferencia de rentas; el secesionismo catalán, consciente de la imposibilidad de extender el Concierto, busca una secesión que, sin salir de Europa, le permita gozar de protección y de un gran mercado interior, pero sin “lastrar” su productividad por culpa de la redistribución de rentas. 

La clave estriba en que el presupuesto europeo se limita a la agregación de un raquítico 1% del PIB de cada Estado Miembro.

Concluiremos que nacionalismo y plurinacionalidad no son más que coartadas políticas que sirven al capital para fragmentar el proceso productivo en provecho propio: tanto la secesión, promovida por el primero, como la “Europa de las regiones” en la que cristalizarían los anhelos de los plurinacionalistas, ayudarían al inversor a moverse por distintas fiscalidades y regulaciones (más o menos laxas en función de los sectores) a su conveniencia.

 Por eso, tanto conceder la secesión como ceder al chantaje para mantener el mapa a cualquier precio implicaría sacrificar a las regiones pobres en beneficio de las ricas. En mantener el mapa a cualquier precio consiste, por ejemplo, el principio de ordinalidad fiscal sobre el que los cuatro grandes partidos parecen haberse puesto ya de acuerdo: un principio que, en lugar de corregir los desfases de nuestro modelo, parece consagrar la restricción de la solidaridad interterritorial.

¿Y qué dice la izquierda? Mientras Habermas y Hobsbawm mantendrían el pulso (¿nuestra baza para mantener el pulso contra las regiones ricas? Que fuera de la UE hace frío), Errejón, uno de los defensores del principio de ordinalidad para contentar a Cataluña, nos dice, como siempre nos ha dicho el nacionalismo, que “no son los intereses sociales los que constituyen sujeto político. Son las identidades: los mitos y los relatos y horizontes compartidos”. 

Y, por si hubiera dudas, aclara que comparte con la extrema derecha de Le Pen “la necesidad de volver a reconstruir comunidad y sentirse parte de algo”, de “ser parte de un pueblo, de una patria democrática que en las malas me protege”.

  Si no fuera porque es doctor, se diría que no entiende lo que dice (y desde luego no mide su alcance) quien, a mayor abundamiento, afirma que no es el nacionalismo (o el plurinacionalismo) lo que rompe la solidaridad interterritorial, sino las “políticas neoliberales” del PP, las que fracturan el país entre ganadores y perdedores de la crisis.

 En realidad, basta leer un poco sobre el tema para entender que el nacionalismo es precisamente el instrumento político de las élites económicas (¿neoliberales?) para cerrar el círculo en torno a su riqueza: por eso se quieren independizar las tres regiones más ricas (País Vasco, Navarra, Cataluña y, quizás, Baleares) y no otras tan singulares (africanas, incluso) como Canarias, Ceuta o Melilla. 

El nacionalismo rompe España porque terratenientes (rentistas urbanos) y capitalistas regionales juegan al sálvese quien pueda ante los desequilibrios internacionales provocados por lo que Errejón denomina neoliberalismo… una dinámica que escapa con mucho al dominio de la política nacional.

Nacionalistas y plurinacionalistas defienden el proteccionismo, apelan al mito y rechazan reivindicar la igualdad de derechos de los españoles, que pasa por la igual financiación. ¿Les disputaremos de una vez la etiqueta de progresistas?"                 (Mikel Arteta, Frontera D, 17/06/16)

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