"(...) Al margen de las dificultades de compararnos con Escocia, porque España
sí está en la zona euro y sí tiene una Constitución escrita (y un marco
muy claro para reformarla), es oportuno recordar los argumentos por los
que la mayor parte de países desarrollados y democráticos, incluidas la
inmensa mayoría de las grandes federaciones democráticas, no contemplan
la posibilidad de que se celebren referéndums de independencia.
En
primer lugar, es imposible establecer criterios objetivos para decidir
quien tiene ese derecho: ¿todas las comunidades autónomas en España?
¿cualquier comunidad que lo pida, por ejemplo también quienes se sientan
de la nación española en Cataluña? ¿cualquier minoría nacional, étnica,
religiosa o lingüística en Europa?
En segundo lugar, no está nada claro
que las opciones deban reducirse a dos: sí o no a la independencia,
como se derivaría de llevar hasta el extremo la lógica de la ley de
claridad en Quebec, que algunos han defendido para España de forma poco
clara, al intentarla hacer compatible con una reforma federal que no
estaría en la papeleta de votación.
En caso de que hubiera tres opciones
o más en la papeleta, en pie de igualdad y no como el 9N, la regla de
votación que permitiría alcanzar el mejor compromiso sería la regla de
Borda (aunque éste no es el fin de la historia, que tiene mucha más
complejidad), como argumenté en un artículo anterior.
Eso es exactamente lo mismo que defiende alguien que no saldrá en TV3 pero que debería hacerlo: Peter Emerson, director del De Borda Institute
de Belfast, hijo de padres "mixtos" católico-protestantes en Irlanda
del Norte, y autor de un libro que la Generalitat dirigida por los
independentistas jamás traducirá al catalán o al castellano pero debería
hacerlo: "Designing an All-Inclusive Democracy",
un alegato contra los referéndums binarios y contra la aplicación de la
regla simple de la mayoría en los conflictos de soberanía.
En Cataluña y
España tenemos un procedimiento muy claro para resolver estas
cuestiones: reformar la constitución si ello tiene un consenso
suficiente (dos tercios de dos parlamentos consecutivos y un referéndum
final).
Aunque incluso este procedimiento a mi juicio debería adaptarse
al hecho de que ahora estamos en una Unión Europea con creciente
soberanía. Creo que es de todos modos un procedimiento que sería
aplaudido por Peter Emerson (que dedica su libro al recuerdo de las
victimas de la lógica binaria, incluyendo a los muertos de los Balcanes o
la misma Irlanda del Norte).
Y no estoy de acuerdo con quienes dicen
que si esta reforma no es aprobada en Cataluña entonces deberíamos ir a
un referéndum de independencia. No entiendo por qué si no hay consenso o
un compromiso mínimo alrededor de una reforma concreta, deberíamos
abandonar la idea del compromiso.
Si existiera el plan B de un
referéndum de independencia al final del camino, los independentistas
nunca negociarían de buena fe un compromiso, sino que lo boicotearían
para hacer posible su forma de decidir ideal (la que prefieren para sus
propios proyectos Nigel Farage en el Reino Unido o Marine Le Pen en
Francia).
Si no funciona la reforma A, inténtese la reforma B, y si no
hay consenso suficiente, sigamos con nuestra Constitución, nuestro viejo
coche cubano, que tuvo consenso suficiente y nos ha traído hasta aquí.
No es lo ideal, pero si alguien quiere de verdad cambiarla, tiene que hablar con los demás (también con los indepes), y buscar un compromiso amplio que todos podamos aceptar." (Progreso Real, 17/01/16)
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