"(...) Lo de que esto se resuelve haciendo consultas locales no es sino
independentismo de otra manera; la creencia de que España no es la
expresión de la voluntad de ciudadanos libres e iguales sino un pacto
entre naciones, que luego, según les dé, colaborarán, se enfrentarán o
competirán entre ellas.
Son muchos los que se han dado ya cuenta además
del truco del referéndum. Si se hace, en la pregunta está ya la
respuesta.
Si sale que sí, soy independiente, si sale que no, también,
pues desde ese momento (al contrario que andaluces o gallegos) me
relacionaré de tú a tú con el resto. El día después “los interesados”
seguirían, por otro parte, erre que erre tirando del carro. Aquí, o
vamos hacia un modelo de España o hacia el contrario.
La solución tampoco está en un federalismo desigual. España no
estaría en la Unión Europea si fuera tratada como una región mientras
Francia y los demás se consideraran a sí mismas naciones.
Nadie desea en
España que Cataluña y el País Vasco se queden a cualquier precio, con
todos los atributos de la independencia pero sin llamarle independencia.
¿Qué sentido tiene permanecer en España sin sentirse español, para usar
cada vez menos el idioma común, para promocionar fuera los propios
intereses y una identidad del tipo “…is not Spain”, con un sistema de
hacer luego las cuentas de cuánto se debe por los gastos comunes?
La
independencia (con ese nombre o con otro) de dos de las regiones más
ricas es un atraso que rompe la solidaridad y la democracia y que
disminuye los derechos de los ciudadanos. Antes que conceder una
independencia sin llamarle independencia sería mejor negociar en el
ámbito internacional la futura relación (sin acritud, pero al estilo
inglés). (...)" (Agustín Galán Machio , El País, 9 FEB 2016)
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