"(...) Albert Branchadell, un competente y respetado sociolingüista catalán,
ha formulado así el proceso por el cual la política lingüística del
neocatalanismo autonómico buscó la construcción de un país institucional
y oficialmente monolingüe totalmente alejado de un país real
perfectamente bilingüe (con el castellano como lengua ampliamente
mayoritaria de identificación):
"Desde el siglo XIX y muy especialmente durante el franquismo, España siguió el modelo denominado de nation building
dirigido a unificar lingüísticamente a la sociedad a base de eliminar
más o menos sutilmente las lenguas diferentes del castellano. Frente a
ese modelo se alzó el modelo ‘preservacionista’ de las lenguas
minoritarias, primero en Cataluña y después en el resto de las hoy
comunidades autónomas.
Lo que ha sucedido después es que los
preservacionistas (especialmente los catalanes) han adoptado técnicas de
nation building en su propia política lingüística y el catalán
sería ahora una lengua dispuesta a desplazar al castellano como lengua
de comunicación interétnica.
Aunque las lenguas periféricas son
oficiales en sus respectivas comunidades, la meta del bilingüismo por el
que clamaba la izquierda catalana está siendo sustituida por las
tendencias monolingües y la inmersión educativa obligatoria en catalán”.
Eso
se ve muy señaladamente en la evolución de la política lingüística en
la enseñanza. Contra el modelo inicialmente preferido por la derecha
pujolista de escuela segregada –el que terminó imponiéndose en el País
Vasco—, las izquierdas catalanas (PSC y PSUC) pelearon por un modelo de
escuela única de conjunción lingüística en el que el catalán estuviera
convenientemente primado, a fin de rehabilitarlo –tras cuarenta años de
persecución franquista— y normalizar su uso social, pero, obviamente,
sin excluir al castellano como lengua de aprendizaje. Eso quedó
perfectamente recogido en la primera Ley de normalización lingüística de
1983.
Es el caso que el neocatalanismo autonómico pujolista
consiguió dar la vuelta a eso, y en la segunda Ley de normalización
lingüística (1998) introdujo por vez primera –con inconfundible voluntad política antibilingüe de fer país
mediante la progresiva marginación del castellano— la noción de “lengua
vehicular”.
Hay que decir que esa segunda ley autonómica pujolista fue
no sólo tolerada, sino activamente defendida por el gobierno de José
María Aznar, quien, necesitado de los votos de CiU en el Congreso,
presionó hasta lo indecible al entonces defensor del pueblo (Álvarez de
Miranda) para que no la recurriera ante el Tribunal Constitucional.
Hemos sostenido en otras ocasiones
que este tipo de políticas lingüisticas pro-monolingües, piénsese lo
que quiera de ellas en general, funcionaron en la práctica como un
mecanismo de segregación y exclusión electoral, contribuyendo a
convertir las elecciones autonómicas en una especie de elecciones con
sufragio censitario que facilitaban la victoria de CiU.
En cierto
sentido, llegaron a formar parte de una especie de pacto bipartidista
más o menos tácito CiU/PSC, por el que el PSC se garantizaba –y se
conformaba con— la victoria en las elecciones generales. [2] Pues bien; con la Ley de 1998, el PP de Aznar entraba por vía rodeada en ese consenso tácito.
Luego
vino una tercera ley, la LEC de 2009, impulsada, no por CiU, sino por
un PSC que desde 2003 (cuando Pasqual Maragall llegó a la Presidencia de
la Generalitat al frente de un tripartito de izquierda) había roto el
consenso bipartidista PSC/CiU ganando por vez primera unas elecciones
sin necesidad de romper las reglas del “sufragio censitario” autonómico.
Al contrario: doblando la apuesta del neocatalanismo autonómico
filopujolista, es decir, entrando en el caladero electoral de las clases
medias (sobre todo, urbanas) catalanófonas.[3] Esa Ley
fue aprobada con los votos de PSC, CiU y ERC. Significativamente, ICV,
que estaba en el Govern, votó en contra, pero por motivos
político-sociales (¡la LEC del “socialista” privatizador Ernest Maragall
favorecía, encima, la escuela concertada privada!), pero sin poner
mayores objeciones de fondo al hecho de que en esta tercera ley, más
pujolista que Pujol, desaparecían todas las salvaguardias para el
castellano, entronizando al catalán como lengua vehicular única (...)" (Antoni Domènech , G. Buster
, Sin Permiso, 29/09/2015)
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