"(...) No discutiremos aquí la imposibilidad política de llevar a
cabo las propuestas de independencia unilateral que defienden Mas, Junqueras y
sus acólitos. Cómo dice el cabeza de la lista de Catalunya Sí que es Pot, Lluis
Rabell, "Si no fueron capaces de hacer un Referéndum, como lo tienen que
ser de hacer una Declaración unilateral de Independencia que tenga efectos
reales".
Un proceso de este tipo tiene que hacerse como los de Escocia o
Quebec, mediante un referéndum acordado con el Estado con reglas asumidas e
incontestadas y aceptadas internacionalmente. Esto comporta un largo proceso
para conseguirlo muy diferente del que proponen CDC y ERC y sus entidades
afines.
Pero lo que aquí queremos plantear es otro tema, el de la
viabilidad económica y financiera de este proceso en un marco como es el de la
actual situación europea. El gobierno de Mas fía el futuro de su independencia
al apoyo internacional que encuentre en el ámbito de la UE. Y esto es el que
queremos tratar. (...)
Parece que el caso de Grecia no ha hecho reflexionar a los
dirigentes independentistas catalanes. Cómo dice el mismo Lluis Rabell "no
creo que Europa trate mejor Cataluña que Grecia". Y no le falta razón.
Analizando en términos de deuda económica los dos casos en
que se puede dar la independencia de Cataluña, hay que señalar, ya de entrada,
que la deuda autonómica de Cataluña no tiene posibilidad de financiación en los
mercados y está catalogado como "bonos basura".
Un primer caso sería que fuera posible una independencia no
acordada en la cual Cataluña no asuma la parte de la deuda estatal. Sólo la
deuda autonómica catalana supone en el primer trimestre del 2015 unos 64.792,
es decir un 32,2% del PIB. Todo esto sin asumir la parte de la deuda estatal.
Es evidente que una independencia unilateral no acordada y en estas condiciones
no sería aceptada por la UE. Y que la financiación por parte de los mercados de
la economía de un país que no haya asumido su parte de deuda con el resto de
España lo situaría en una situación de morosidad difícilmente financiable en
los mercados.
Supongamos una segunda alternativa en la que finalmente
España y Cataluña se repartieran la deuda. En este caso, la deuda catalana, en
el mejor de los casos, superaría el 100% del PIB, puesto que tendría que
asumir, si seguimos los criterios utilizados en el Quebec, entre el 16 y el 18%
de la deuda estatal, entre 160 mil millones y 185 mil millones, es decir
alrededor, junto con la deuda autonómica, del 110% y el 123% del PIB. En este
caso ya sabemos que pasaría.
En el mejor de los casos, que sería que la UE nos
hubiera aceptado como miembros, nos aplicaría un rescate con lo que esto
supondría en cuanto a aplicar medidas de austeridad y recortes sociales.
Hay que añadir que al coste de la deuda propia y la parte de
la deuda del Estado habría que añadir en estos primeros momentos los gastos
inherentes a la creación del nuevo estado, las cuales incrementarían todavía
más la deuda de Cataluña. Y en el caso
de que quedáramos fuera de Europa se abren multitud de interrogantes: ¿Qué
moneda? ¿Qué repercusiones en las transacciones comerciales con España y la UE?
¿Qué problemas para atraer inversión extranjera? ¿Qué sistema bancario
tendríamos? etc.
En conclusión estaría bien que los independentistas
catalanes tocaran de pies en la tierra y se fíen menos de la ayuda democrática
de terceros y se dieran cuenta de qué mundo los rodea. Y si quieren información
que pregunten en Grecia y sabrán "qué pan se da". (Manel García Biel, Economía Digital, 16/08/2015)
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