8/9/15

Las balanzas fiscales no existen en Alemania... ni en ningún país federal. Ni en los transparentes Estados Unidos, ni en Bélgica, ni en Australia...

"Todos sabemos que Alemania no toleraría la “balanza fiscal” que supuestamente existe entre Cataluña y España. Se lo hemos oído al señor Pujol: “El caso más claro y más digno de atención es Alemania, donde el déficit fiscal de los länder con más PIB y más renta per cápita… no puede ser superior al 4% del PIB”. 

El señor Junqueras lo ha escrito en carta nada menos que a todo el Parlamento Europeo (“Como usted sabe, por decisión del Tribunal Constitucional, en Alemania las transferencias entre regiones están limitadas al 4,5% del PIB regional”). Y también el señor Mas lo ha repetido (“En Alemania, el déficit de los länder se limita al 4%”).

La historia, desgraciadamente, tiene un problema: es falsa. 

Dejen que se lo diga el embajador de la República Federal de Alemania, Reinhard Silberberg, en carta citada en el nuevo e importante libro de Josep Borrell y Joan Llorach (que presentan hoy en Barcelona):

“Después de haber consultado todas las fuentes legales, no hemos podido encontrar que exista el límite del 4,5% para el límite fiscal de los länder que usted menciona en su escrito”.
De hecho, la existencia de las balanzas es también una invención. De nuevo, el embajador alemán escribe: “El Gobierno alemán no realiza división alguna por länder de los gastos de los presupuestos federales”.

 Y como escriben Borrell y Llorach, sin territorializar el gasto no se puede calcular la balanza fiscal. Es más, según Borrell y Llorach, ningún Gobierno federal publica balanzas fiscales. Tampoco Estados Unidos, ni Bélgica, ni Australia, ejemplos favoritos de “transparencia” para los independentistas.

Y no es extraño que otros Estados no calculen sus balanzas, porque no existe una forma objetiva y generalmente aceptada de hacerlo.

Les doy un ejemplo del mundo de la empresa. Es dificilísimo determinar el beneficio de una filial. Hacerlo es fuente de enormes conflictos políticos. La razón es que este depende enormemente del precio que se ponga a los servicios comunes, el cual es esencialmente arbitrario. ¿Cuánto debe pagar Seat España, al calcular su beneficio, por la investigación en tapicerías elegantes que hacen Audi y Volkswagen en Wolfsburg? No existe respuesta “correcta”.

Consideren la flota de Estados Unidos anclada en Norfolk, Virginia, la mayor base naval del mundo. Todo el presupuesto, todo el gasto de los marineros, se hace en Norfolk. ¿Cuánto de ese gasto beneficia al resto del país, cuánto a Norfolk? Como apuntan Borrell y Llorach, de acuerdo con los métodos usados por la Generalitat cuando obtuvo los famosos 16.000 millones de “expolio”, esta base no beneficia (¿no les defiende?) a Nueva York o a California. 

Solo a Virginia, porque allí están los soldados. Igualmente, los catalanes no obtienen, en este cálculo, beneficios de la base aérea de Zaragoza, porque el dinero no se gasta allí, ni de la red de consulados por el mundo, porque ninguno de ellos está en Cataluña.

Existe otro método de cálculo, que trata de medir los beneficios recibidos. Pero este método es tan arbitrario como el primero porque requiere asignar los beneficios de los servicios centrales como la defensa común, los servicios exteriores y muchas otras cosas.

 Hay que hacer heroicos supuestos y estos supuestos son arbitrarios y fácilmente manipulables para presentar el mejor caso para una de las partes (sí, también las balanzas de Montoro son “falsas”), como por cierto sabe cualquier abogado matrimonialista que tiene que lidiar con un divorcio.

La existencia de economías de escala, y la enorme dificultad de asignar sus beneficios, explica por qué otros países no publican las balanzas fiscales. También explica la falacia más importante de todo el debate: la vida en común, los intercambios económicos, no son un juego de suma cero. 

La ganancia de separarse, como en un divorcio, no es lo que deja el marido de transferir, porque luego hay muchas duplicidades: necesitamos dos casas, dos coches. Cataluña y la nueva España necesitan dos Ejércitos, dos redes consulares, etcétera. (...)

En la discusión sobre quién paga y quién recibe, basada siempre en largas cadenas de supuestos, se olvida lo principal: romper una larga relación, y romperla violentamente, sin acuerdo, tendrá costes enormes para ambos. 

Cataluña necesita al resto de España, su principal socio y vecino, sí; y España necesita a Cataluña porque Cataluña ha sido siempre la más innovadora y la más abierta a Europa de sus regiones. Y las dos pueden hacerse mucho daño, mucho mayor que los 3.000 millones de balanza fiscal (sí, son 3.000, y no 16.000) que ha publicado la Generalitat en sus últimos cálculos. (...)"              ( , El País8 SEP 2015)

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