"Todos sabemos que Alemania no toleraría la “balanza fiscal” que
supuestamente existe entre Cataluña y España. Se lo hemos oído al señor
Pujol: “El caso más claro y más digno de atención es Alemania, donde el
déficit fiscal de los länder con más PIB y más renta per
cápita… no puede ser superior al 4% del PIB”.
El señor Junqueras lo ha
escrito en carta nada menos que a todo el Parlamento Europeo (“Como
usted sabe, por decisión del Tribunal Constitucional, en Alemania las
transferencias entre regiones están limitadas al 4,5% del PIB
regional”). Y también el señor Mas lo ha repetido (“En Alemania, el
déficit de los länder se limita al 4%”).
La historia, desgraciadamente, tiene un problema: es falsa.
Dejen que
se lo diga el embajador de la República Federal de Alemania, Reinhard
Silberberg, en carta citada en el nuevo e importante libro de Josep
Borrell y Joan Llorach (que presentan hoy en Barcelona):
“Después de haber consultado todas las fuentes legales, no hemos
podido encontrar que exista el límite del 4,5% para el límite fiscal de
los länder que usted menciona en su escrito”.
De hecho, la existencia de las balanzas es también una invención. De
nuevo, el embajador alemán escribe: “El Gobierno alemán no realiza
división alguna por länder de los gastos de los presupuestos
federales”.
Y como escriben Borrell y Llorach, sin territorializar el
gasto no se puede calcular la balanza fiscal. Es más, según Borrell y
Llorach, ningún Gobierno federal publica balanzas fiscales. Tampoco
Estados Unidos, ni Bélgica, ni Australia, ejemplos favoritos de
“transparencia” para los independentistas.
Y no es extraño que otros Estados no calculen sus balanzas, porque no
existe una forma objetiva y generalmente aceptada de hacerlo.
Les doy un ejemplo del mundo de la empresa. Es dificilísimo
determinar el beneficio de una filial. Hacerlo es fuente de enormes
conflictos políticos. La razón es que este depende enormemente del
precio que se ponga a los servicios comunes, el cual es esencialmente
arbitrario. ¿Cuánto debe pagar Seat España, al calcular su beneficio,
por la investigación en tapicerías elegantes que hacen Audi y Volkswagen
en Wolfsburg? No existe respuesta “correcta”.
Consideren la flota de Estados Unidos anclada en Norfolk, Virginia,
la mayor base naval del mundo. Todo el presupuesto, todo el gasto de los
marineros, se hace en Norfolk. ¿Cuánto de ese gasto beneficia al resto
del país, cuánto a Norfolk? Como apuntan Borrell y Llorach, de acuerdo
con los métodos usados por la Generalitat cuando obtuvo los famosos
16.000 millones de “expolio”, esta base no beneficia (¿no les defiende?)
a Nueva York o a California.
Solo a Virginia, porque allí están los
soldados. Igualmente, los catalanes no obtienen, en este cálculo,
beneficios de la base aérea de Zaragoza, porque el dinero no se gasta
allí, ni de la red de consulados por el mundo, porque ninguno de ellos
está en Cataluña.
Existe otro método de cálculo, que trata de medir los beneficios
recibidos. Pero este método es tan arbitrario como el primero porque
requiere asignar los beneficios de los servicios centrales como la
defensa común, los servicios exteriores y muchas otras cosas.
Hay que
hacer heroicos supuestos y estos supuestos son arbitrarios y fácilmente
manipulables para presentar el mejor caso para una de las partes (sí,
también las balanzas de Montoro son “falsas”), como por cierto sabe
cualquier abogado matrimonialista que tiene que lidiar con un divorcio.
La existencia de economías de escala, y la enorme dificultad de
asignar sus beneficios, explica por qué otros países no publican las
balanzas fiscales. También explica la falacia más importante de todo el
debate: la vida en común, los intercambios económicos, no son un juego
de suma cero.
La ganancia de separarse, como en un divorcio, no es lo
que deja el marido de transferir, porque luego hay muchas duplicidades:
necesitamos dos casas, dos coches. Cataluña y la nueva España necesitan
dos Ejércitos, dos redes consulares, etcétera. (...)
En la discusión sobre quién paga y quién recibe, basada siempre en
largas cadenas de supuestos, se olvida lo principal: romper una larga
relación, y romperla violentamente, sin acuerdo, tendrá costes enormes
para ambos.
Cataluña necesita al resto de España, su principal socio y
vecino, sí; y España necesita a Cataluña porque Cataluña ha sido siempre
la más innovadora y la más abierta a Europa de sus regiones. Y las dos
pueden hacerse mucho daño, mucho mayor que los 3.000 millones de balanza
fiscal (sí, son 3.000, y no 16.000) que ha publicado la Generalitat en
sus últimos cálculos. (...)" (
Luis Garicano , El País, 8 SEP 2015)
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