"Los partidos nacionalistas proclaman que la independencia es una aspiración muy mayoritaria.
Las dos últimas encuestas conocidas dicen lo contrario. El
independentismo es fuerte pero no mayoritario e incluso sufre un ligero
retroceso. En la encuesta de El Periódico de junio, los no
independentistas subían hasta el 52% mientras que los independentistas
se quedaban en el 44,9%. Los independentistas perdían por siete puntos.
El Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (nada sospechoso de españolismo) publicó el pasado jueves otra encuesta.
Los no independentistas alcanzaban el 50% (dos puntos más respecto a la
anterior) mientras que los independentistas bajaban al 42,9% (44,1%
antes). Perdían pues también por siete puntos.
Pero el universo independentista tiende a minusvalorar estas encuestas, y
todo él -CDC (ya sin Durán), ERC, las CUP, la ANC y Òmnium Cultural
-está inmerso en una gran batalla y una discusión teológica sobre las
ventajas comparadas de la lista única frente a las tres listas independentistas concurrentes.
Y sobre si en la lista única impulsada por la autoproclamada sociedad
civil –ANC y Òmnium, que juntas reúnen la muy respetable cifra de unos
70.000 adheridos pero que no son toda la sociedad civil catalana- tienen
que estar los partidos (y el presidente Mas), como al parecer quieren
CDC y la ANC, o no deben estar los partidos (ni el presidente Mas), como
defienden ERC, las CUP y Òmnium Cultural.
¡Menudo enredo! Les ahorro el rollo teológico. Artur Mas
ha querido siempre la lista única (encabezada por él) para asegurarse
tanto la victoria en las elecciones catalanas como el liderazgo del
independentismo. Oriol Junqueras ya le respondió el
pasado verano (cuando se negó a aceptar la sustitución del prometido
referéndum por unas elecciones plebiscitarias) que CDC y ERC eran dos
partidos diferentes y que no quería la lista unitaria. Tras el 9-N
–dopado por su éxito- Mas volvió a plantear esa lista sin negociarlo
antes con Junqueras.
Y ERC le volvió a decir que no. En enero CDC, ERC,
la ANC y Òmnium firmaron un acuerdo en el que se fijaban las elecciones plebiscitarias para el 27-S
y se pactaba que los partidos concurrirían en listas separadas pero con
el punto programático común de la independencia y la celebración de
actos electorales conjuntos.
Pero hace pocas semanas –ante la
sorpresa general- Artur Mas volvió a la carga. La lista única era
imprescindible,encargaba la tarea de pilotar la operación a la ANC y a
Òmnium, e incluso –teóricamente- se mostraba dispuesto a no estar en la
lista si la sociedad civil lo creía conveniente (ya en noviembre hizo la
coquetería de decir que podía abrir la lista pero también cerrarla).
Y
en el actual ambiente preelectoral y con las encuestas citadas a la
contra, la llamada de Artur Mas –que como oía hace años “tiene más moral
que el Alcoyano- ha tenido cierto efecto. Las bases de la ANC y Òmnium
creen que la unidad podría hacer bascular la pérdida de impulso del
independentismo.
Pero Oriol Junqueras, que no quiere subsumir a ERC en
una lista con CDC, por el caso Pujol
y porque tiene las mismas aspiraciones de liderazgo que Artur Mas, ha
contestado con un órdago: sí a la lista única independentista de la sociedad civil y apoyada por CDC, ERC y las CUP
(más difícil todavía) pero sin políticos. Es decir sin Artur Mas y sin
Oriol Junqueras.
Y naturalmente a CDC –pese a las buenas palabras- ya se
le ha atragantado la propuesta y Jordi Sánchez, el nuevo presidente de la ANC que dicen próximo a David Madí
(el hoy hombre de negocios que fue director de las campañas electorales
de Mas en el 2003, 2006 y 2010), ya dijo ayer en el diario Ara: “La
condición es que sea una fórmula ganadora. Y si los partidos pactan que
no debe haber políticos, adelante. Pero hay que saber que tras el 27-S
es cuando empezarán las dificultades. El Parlament habrá de elaborar una
Constitución y la presión será muy alta. Hemos de ir con el mejor
equipo para ganar esta Champions”.
Aparte de que Jordi Sánchez –un politólogo inteligente- está
abogando, de forma bastante clara, por no prescindir de los partidos ni
de Artur Mas (idea que repite el agit-prop convergente) tiene bastante
razón. Una lista electoral sin políticos pero apoyada por los partidos
para romper un Estado europeo del siglo XXI sería un invento mundial sin precedentes.
Lo nunca visto.
En realidad es sólo la fórmula que han encontrado ERC y
las CUP para responder a Mas sin molestar a la afición y sin poder ser
acusados de poco unitarios por la grada independentista.
La guerra
intestina del independentismo aburre bastante. Es, bajo grandes frases y
proclamaciones,una lucha de partidos y liderazgos en estado puro. Pero
la unidad de todos (desde CDC a las CUP, que piensan todo lo contrario
sobre todo lo que no sea la independencia) puede parecer a muchos
independentistas el ungüento milagroso para evitar un resultado electoral insuficiente.
La
mayoría absoluta en el parlamento catalán es de 68 diputados. Pretender
que con una mayoría raspada de 71 o 72 diputados (5 o 6 de las CUP) se
puede proclamar la independencia de Cataluña suena bastante disparatado.
Por varios motivos.
Primero, porque para
reformar el Estatut (algo menos trascendente que la independencia) se
necesitan según el Estatut catalán (no la Constitución española) las dos
terceras partes de los diputados.
Segundo,
porque es muy aventurado pretender que se está legitimado para orillar
el estado de Derecho con una mayoría parlamentaria raspada y con el 52%
(o el 48%) de la población catalana en contra.
Tercero,
porque España no lo iba a aceptar y en estas condiciones Europa, que es
una Unión de Estados –todos democráticos- no iba ni a querer ni a poder
apoyar una declaración unilateral. (...)
El independentismo proclama continuamente que España es un obstáculo a la modernización de Cataluña.
Pues bien, ayer se retiró del parlamento catalán la última propuesta de
ley electoral. Resulta que la ley electoral es una competencia
exclusiva y después de 35 años de autonomía no ha habido nunca ni la
voluntad ni la mayoría suficiente para hacerla. Es más, Cataluña es una
de las escasas autonomías que no tiene ley electoral propia.
¡Tenemos
derecho a la independencia, cosa que es obligado admitir que es
complicado, pero no sabemos pactar ni una ley electoral como han hecho
otras autonomías! Parece un despropósito. Lo dicho al principio del
artículo, las palabras grandilocuentes van por un camino y las realidades, que muchas veces esconden impotencias y miserias, por otro muy distinto." (Joan Tapia, El Confidencial, 08.07.2015)
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