9/3/15

«No sé si merece la pena morir por una sociedad que mira a otro lado»

"«Llegué a casa de trabajar y vi a uno de mis hermanos llorando. Antes de poder hablar con él sonó el teléfono. Era un periodista que me dijo que habían puesto una bomba en el coche de mi padre». 

Así recibió Teresa Díaz Bada el mazazo que cambió su vida, el asesinato a manos de ETA de Carlos Díaz Arcocha, primer superintendente de la Ertzaintza y uno de los encargados de alumbrar la Policía autónoma vasca.  (...)

P– En su funeral tuvieron que lidiar con una confrontación que no hacía justicia a las creencias de su padre.

R– Ese día las instituciones vascas y españolas no estuvieron a la altura.

De hecho, los militares no acudieron a los responsos porque la ikurriña había sido depositada sobre el féretro y el Gobierno vasco se negó a poner la bandera rojigualda junto a la vasca pese a que «mi madre y la madre de mi padre se lo pidieron». 

A partir de entonces, el «escaso apoyo» cayó en picado hasta que «unos meses después le entregaron la Gran Cruz al Mérito Policial en Ajuria Enea… Y hasta hoy». (...)

Eso, en su opinión, da buena cuenta de la «dejación absoluta de los organismos competentes», que apuntala al recordar los «más de 300 asesinatos sin resolver» perpetrados por ETA. En el caso de Díaz Arcocha, dos exertzainas fueron absueltos de «colaboracionismo» si bien, asegura su hija, «uno de ellos, arrepentido, dijo que mi padre era un blanco fácil en un día de niebla». 

De lo poco que ha llegado a oídos de Teresa es que «dicen que fue ordenado por ‘Kantauri’ y ‘Anboto’, pero no lo sabemos». Porque realmente no conocen prácticamente nada acerca de aquel aciago 7 de marzo.

P– ¿En qué situación judicial se encuentra el asesinato de su padre?

R– El caso está abierto y metido en un cajón. La Audiencia Nacional no nos da ninguna información.

P– ¿Cree que se cerrará?

R– Sí, pero porque prescribirá, no porque se investigue. Soy escéptica y creo que los gobiernos lo están haciendo mal en ese aspecto.

Expresidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco, Covite, es plenamente consciente de que en algunas pesquisas se han cometido «errores». Pero en las diligencias en torno a la muerte de Díaz Arcocha está convencida de que no hubo fallos. Simplemente, «no se hizo nada».

De la «amenaza permanente» que vivían –su padre llevaba «muchos años» en el punto de mira–, aprendieron que «las ideas se defienden argumentando». Eso es lo que creía el superintendente, seguro de que «el terrorismo acabaría y que había que estar aquí para plantar cara».

Así, y a pesar de la insistencia de su familia, no quiso abandonar San Sebastián. Tampoco esconderse porque, en un momento en el que a los funerales de militares, guardias civiles y policías nacionales no acudían ni los representantes de las instituciones vascas y estatales, Díaz Arcocha y su mujer sí que lo hacían. 

«Era una vergüenza ver cómo iban cuatro a la iglesia y tenían que salir a los coches por la puerta de atrás», denuncia.  (...)

A raíz del «abandono social» que, según denuncia, padecen no solo ella, sino «casi todas las víctimas», ha tenido mucho tiempo para estar segura de que «el país no merecía a mi padre. Ni el País Vasco ni España. Sé que hizo lo que el quería, pero no se si merece mucho la pena morir por una sociedad que mira para otro lado y no tiene ni una palabra de compasión». (...)"             (ENTREVISTA, TERESA DÍAZ BADA, EL CORREO 07/03/15, en Fundación por la Libertad)

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