4/3/15

Apoteosis del complejo de inferioridad: el líder de la CUP se ve “inmigrante” porque es de Zamora

"David Fernández Ramos (si us plau, passi pel catalanitzador de cognoms) es el jefe de las CUP (...)

El pobre Fernández Ramos no se perdona que es de Zamora. El nacionalismo le ha enseñado que catalanes sólo son los que han nacido aquí y tienen apellidos con “a oberta” o “ele alveolar”. (...)

Y él, patanegra de Zamora, se ha creído que sus abuelos eran unos malvados imperialistas que conquistaron “Catalunya”, prohibieron el “català” y nos tiranizan antidemocráticamente. Por eso el pobre Fernández funge de servil masovero de la familia Pujol, los burgueses que encabezan la “lluita per la llibertat i la consciència nacional”.

Resulta que el catabatasuno Fernández se prestó como entretenimiento del burgués Josep Maria Vallès y sus amigos, y acudió a cenar a su casita de Sant Cugat. No se pierdan lo que dijo en la cena: “Me considero independentista catalán, pero yo no soy nacionalista, porque, como soy inmigrante, no me puedo sentir nacionalista”. ¡Olé, Fernández!  (...)

Mire, sr. Fernández: ud. es un nacionalista como la copa de un secuoya. Ud. es separatista porque es nacionalista. Ud. ha comprado la doctrina nacionalista hasta en la versión genética o racista de Pompeu Gener y otros chalados como Heribert Barrera. Ud. tiene un complejo de inferioridad por no haber nacido en Cataluña y llamarse Fernández Ramos, y eso le impulsa a ser más nacionalista que el Pi de les Tres Branques. Asúmalo. Les pasa a muchos. 

O haga otra cosa: sea feliz consigo mismo, agradezca su pasado, disfrute de la diversidad, entienda la riqueza y pluralidad de Cataluña y España entera, atrévase a decir “Visca Cataluña” y “Viva España”, abrace con amor a sus abuelos. No pasa nada.(...)

Déjelo, sr. Fernández Ramos. Pare de sufrir."           (Dolça Catalunya, 03/03/2015)




"David Fernández (Barcelona, 1974) se considera un inmigrante en Cataluña. Parece ser que el Sr. Fernández entiende que se puede ser inmigrante por nacimiento (...)

La migración se produce cuando alguien se traslada desde su país o región de origen a otro u otra, y en el caso de David Fernández parece ser que toda su vida se ha desarrollado en el área de Barcelona. No tiene, por tanto, la experiencia de desplazarse a un territorio diferente del suyo, ni siquiera dentro de su propio país (migraciones internas) por lo que no resulta, creo, apropiado que se atribuya una condición que le es ajena.

Porque quizás no se da cuenta el Sr. Fernández que el inmigrante es también necesariamente emigrante; esto es, una persona con el valor y capacidad suficientes como para salir de su entorno y establecerse en un lugar que inicialmente le es ajeno.

No todo el mundo vale para la emigración y, por tanto, el título de inmigrante ha de llevarse con orgullo rechazando que sea apropiado por aquellos a quienes no les corresponde. Tengo un enorme respeto por los emigrantes que en circunstancias difíciles han sabido buscar nuevas perspectivas vitales lejos de su hogar.

Por desgracia, ahora estamos conociendo muchos ejemplos de amigos y compañeros que han emprendido el siempre difícil camino de la emigración por necesidades económicas. Todo mi respeto para ellos, para los auténticos emigrantes; no, desde luego, para el Sr. Fernández.

Quizás -tan solo quizás- David Fernández no comparte este acercamiento a la migración que pone el acento en la aptitud y capacidad del emigrante, sino que, por el contrario, permanece anclado en la estrechez de miras de algunos -tan solo algunos- de los nativos (aquellos que nunca se han desplazado del territorio en el que han nacido, justamente lo que le sucede al Sr. Fernández).

Es un tópico considerar al que ha venido de afuera como inferior al carecer de los elementos identificativos de la población indígena (el término indígena tiene para algunos una connotación exótica; pero se aplica a todas las poblaciones originarias de un territorio, tanto en África o América como en Europa).

Quizás -repito, tan solo quizás- por eso el Sr. Fernández se atreve a apropiarse de un título que no le corresponde; no porque piense que le ennoblece, sino porque entiende que el considerarse inmigrante es un desdoro y, por tanto, una muestra de humildad atribuirse esa condición.

Si este fuera el caso la apreciación de David Fernández sería motivo de preocupación. No por lo que se refiere a su persona, sino porque presumiblemente no limitaría su consideración de inmigrante a él mismo, sino a todos aquellos que se encuentran en su situación, personas que han nacido en Cataluña pero que para él serían "inmigrantes", con lo que eso implica desde la perspectiva de algunos de los que se consideran en exclusiva nativos.

Y llegados aquí ya no puede retrasarse más la explicitación de las causas que conducen a David Fernández a considerarse inmigrante pese a que, como hemos visto, ha nacido y vivido siempre en el territorio en el que se encuentra.

Creo que no es aventurado mantener que el Sr. Fernández se considera inmigrante porque sus padres fueron inmigrantes, venidos, según indica la wikipedia, de Zamora. Sería correcto, por tanto, que David Fernández se refiriese a sí mismo como "hijo de inmigrantes", y que, además por las razones que he expuesto anteriormente, lo hiciera con orgullo; pero ¿por qué él mismo se considera inmigrante sin serlo?

Deberíamos reflexionar sobre ello, y así a voz de pronto se me ocurre que esta atribución injustificada de la condición de inmigrantes a los hijos de los inmigrantes podría servirnos para valorar algunas limitaciones de nuestra sociedad y más específicamente de nuestro sistema educativo.

En segundo lugar, hemos de reflexionar cómo es que una persona que ha nacido, crecido y sido educada en Cataluña puede considerarse inmigrante como consecuencia de que sus padres se hayan desplazado desde otra parte de España.

Esta calificación parece indicar un déficit de identificación con la cultura y la sociedad del territorio en el que se vive que dice poco de la capacidad de acogida de nuestra sociedad y, especialemente, de la punta de lanza en la configuración de la identidad colectiva: la escuela.

Seguramente no es ajena a esta falta de identificación la presentación que en la escuela se hace de una Cataluña, que no es la real, en la que gran parte de los elementos que configuran la sociedad catalana son explicados como ajenos, en la que se presentan de una forma crítica las migraciones interiores de la segunda mitad del siglo XX que enriquecieron a Cataluña y se insiste en que la lengua materna de más de la mitad de los catalanes es una imposición extraña que debe ser reducida a un papel testimonial en la Cataluña de cartón piedra que el nacionalismo quiere recrear.

Si alguna prueba necesitáramos de que el sistema educativo catalán produce monstruos el Sr. David Fernández nos ha despejado las dudas. Una sociedad que hace pensar a personas nacidas y criadas en ella que son inmigrantes tiene un problema, y no pequeño."                             (El jardín de las hipótesis inconclusas, 03/03/2015)

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