5/11/14

Se creó en las nuevas generaciones un claro resentimiento hacia lo español, y hacia andaluces y extremeños, como gente que vivía a costa de Cataluña

"(...) Los catalanes, después de la guerra civil española, tuvieron la experiencia del postulado de Carneades.

A cada dato y discurso del gobierno franquista, oponían otro discurso y relato en contra de que -en general- era legítimo; ya que destacaban la otra parte de la realidad. Así se convirtió Cataluña -en la segunda mitad del siglo XX- en un país crítico, reflexivo, donde sus ciudadanos eran admirados por muchos viajeros extranjeros y los visitantes españoles; y eso los convirtió en un faro que iluminaba el camino para otros pueblos de España.

Cataluña tuvo la suerte de vivir los discursos OPUESTOS, la dialéctica escéptica, y eso fue uno de los dividendos de no tener un Estado propio.

Pero esto comenzó a cambiar con la llegada de la democracia, de un gobierno autónomo nacionalista / catalanista liderado por un Landesvater (o sea un padre de la patria, Cataluña soy yo) al estilo de FJ Strauss en su Baviera : Jordi Pujol. Su partido - CiU - que durante más de 20 años gobernó Cataluña, con un Estatuto de amplias competencias, comenzó para modelar una nueva educación primaria y secundaria priorizando el idioma catalán con la tesis de la inmersión cultural.

Esta tesis afirmaba que el catalán era el idioma vehicular para el desarrollo educacional y junto a él se vehicular asimismo un patrón ideológico-histórico desde el criterio nacionalista. Al mismo tiempo el gobierno nacionalista fue creando: estructuras de Estado; medios de comunicación propios; y otras estructuras en comercio, investigación y sanidad.

Lo fundamental reside en el hecho que elaboró ​​un relato histórico e ideológico sobre la esencia del pueblo catalán y sobre todo de su relación con España y una valoración no muy positiva de lo que era España y sus pueblos.

Este relato, en el ámbito histórico (incluso en cómics), interpretaba la historia reciente presentando a España como un problema más que como solución de futuro, y transmitía una intensa nostalgia y un claro resentimiento por no haber tenido la oportunidad histórica de realizar el Estado nacional.

Las razones se buscaban más al exterior español que al mismo carácter catalán. En el ámbito introspectivo, el relato ponía el acento en las virtudes catalanas: laboriosidad, orgullo patrio, creatividad y persistencia; pero se deslizaba en el relato la tesis de que los catalanes como idiosincrasia eran superiores a otros pueblos de España, especialmente para crear el mundo industrial y tecnológico.

Este relato tenía en gran parte una notable justificación histórica, ya que el franquismo había perseguido al nacionalismo catalán y había reprimido expresiones culturales de la sociedad catalana: era pues necesario también recuperar la autoestima.

Pero ciertamente el relato era parcial e incompleto, porque faltaban los argumentos opuestos. En el ámbito de subjetividad nunca se analizó elementos del carácter catalán nacionalista como la prepotencia, el chovinismo frente al español, o el complejo de superioridad intelectual.

Tampoco se destacó el hecho de que la mayoría de los pueblos (que no los Gobiernos) de España admiraban a los catalanes por su sentido social y por su progresismo cívico. En el ámbito histórico no se hizo ningún esfuerzo para señalar que el trayecto democrático -compartido con España- en los últimos decenios había llevado, gracias a la Transición política: la época de mayor prosperidad económica de toda su historia, con el entrada en la UE; y asimismo un largo periodo de paz que permitió por primera vez expresar gran parte de sus aspiraciones políticas en la historia reciente.

Otro capítulo merece el tema de los tributos, como el caso de Atenas y Roma. Ya en estos años -correctamente- Cataluña advirtió que había un HECHO claro: lo que la comunidad aportaba al Estado no era proporcionalmente compensado por éste en inversiones en el Principado; algo que además sucede en la relación de España con otras Comunidades Autónomas.

Pero este hecho, como de costumbre, puede ser interpretado desde varias ópticas: según los criterios de cálculo que se establezcan, las cantidades varían en gran medida y son menos deficitarias; y después también se argumenta que Cataluña con su dinamismo empresarial obtiene grandes réditos de su relación con España. Todo ello sin contar con el tema de la solidaridad entre pueblos.

Todos estos argumentos sesgados fueron creando -a últimos años y en las nuevas generaciones- un claro resentimiento hacia lo español y también una cierta INDIGNACIÓN; y no sólo hacia los gobiernos españoles, sino también hacia algunos de los pueblos de España: se contempló a andaluces y extremeños como gente que vivía a costa de Cataluña -lo cual es muy incierto- y se contempló a los valencianos - especialmente la parte no catalanista- como desafectos a la cultura catalana.

En estos últimos 25 años, pues, este relato como no tenía argumentos opuestos, ha ido calando unilateralmente en la población catalana y ahora una gran parte de lo mencionado ya son dogmas establecidos y juicios a priori ; lo que ha abonado la evolución hacia el separatismo. Ciertamente que algunos gobiernos españoles, especialmente la era de JM Aznar, no han sido ajenos a esta evolución.

Los gobiernos conservadores españoles intentaron la vez construir un relato imperial para la nueva España, en el que cayeron en los mismos errores que los catalanes; además desconfiaron de la Cataluña autonómica y torpedear el intento catalán de renovar su Estatuto de autonomía.

Todo este complejo entramado ideológico y social llegó a su máxima expresión dualista con la llegada de la crisis económica (y las instrucciones de tu querida Srta. Rothemeyer alias Merkel, fiel servidora del Bundesbank ) y los recortes sociales que se impusieron a la clase media y obrera catalana. Esta fue de nuevo la oportunidad para más victimismo del nacionalismo, y trasladar las culpas a Madrid.

Así los extranjeros que -como tú- durante el franquismo habían alabado la capacidad crítica de los catalanes, ahora empiezan a advertir en sus viajes que con el nacionalismo soberanista y exclusivo, las cosas han cambiado: los catalanes ya no son simpáticos y están obsesionados con su tema particular que es el DIFERENCIARSE los pueblos de España y auto-afirmar su idiosincrasia; los temas globales e ideales -como la ecología- ya no parecen retener su interés, su único ideal es ahora (precisamente en el país donde el anarquismo fue más consistente) construir un ESTADO, caiga quien caiga.

En la actualidad, por tanto, sin posibilidades de vivenciar el postulado de Carneades, se ha instalado en Cataluña -de la mano de gobiernos nacionalistas- un PENSAMIENTO ÚNICO; que en las nuevas generaciones ha generado una MASA CRÍTICA, emocionalmente muy movilizada al estilo bolchevique, de ciudadanos de diversas clases sociales que aspiran al independentismo.

Existe además una última razón para explicar este fenómeno de transición del catalanismo al independentismo: muchos de los políticos de CiU están ahora siendo perseguidos por instituciones españolas (a menudo coherentemente por los datos) debido a la corrupción. Exactamente igual también como sucede con los políticos corruptos del PP y del PSOE.

En este ambiente de pensamiento único, de emociones desbordadas y de argumentos tenidos como dogmas -y no como tesis relativas por su complejidad-, es casi imposible: realizar una SÍNTESIS entre el positivo y el negativo; y tratar de encontrar un camino fuera de la oposición constante entre el seny y la rauxa (la bipolaridad típica del carácter catalán).

Es más, ¿quién se atreve a disentir de este juego de argumentos únicos es vetado a los medios de comunicación catalanes o hábilmente relegado u olvidado. (...)" (Octavi Piulats, Cartas desde Monrserrat)

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