"Artur Mas ha ganado la batalla del 9-N. Frente a Rajoy,
porque se celebró la seudoconsulta. Ante la sociedad catalana, porque
2,3 millones de catalanes, un 36% del electorado potencial, fueron a
votar ordenadamente y con ilusión. Y ante ERC, porque el 9-N demostró que Mas es un jugador de fondo y que no se arruga.
Junqueras
no tiene tan claro ya el dominio del independentismo. Además, Mas se ha
salido porque ha tenido una alianza (al menos provisional) con la ANC y Ómnium Cultural, las dos organizaciones que han montado las grandes manifestaciones de los tres últimos años. (...)
Ayer, en un acto de acentos caudillistas ante 3.000 personas –entre los
que había algunos representantes de la sociedad civil y muchos
incondicionales–, y en el que se acabó coreando repetidamente el grito
de independencia, Mas explicó con detalle su hoja de ruta.
(...) desgranó la lista a la que aspiraba y que –gesto de modestia– dijo
que podía abrir pero también cerrar. La lista ganadora que Mas desea y
exige estaría formada al 50% por representantes de los partidos que la apoyaran y al 50% por personalidades de la sociedad civil pactados por esos partidos.
Además, el compromiso sería que el mandato fuera sólo para 18 meses y
que después los elegidos no se pudieran volver a presentar. Y estos 18
meses sólo deberían servir para negociar la independencia, si fuera
preciso con mediación internacional, para reforzar las estructuras de
Estado, redactar mediante un proceso participativo la nueva Constitución y celebrar después en un solo día las elecciones constituyentes y el referéndum definitivo de independencia.
Exigía lista única, sacrificios a los partidos y muchas cosas, pero
él tampoco se volvería a presentar. Sería pues sólo un caudillo
provisional que pide sólo 18 meses más, pero sólo para negociar y
alcanzar la independencia.
¿Proyecto épico y ambicioso o cuento chino? Es la hoja de ruta que
vende un Mas crecido tras el 9-N y que cree que las querellas de la
fiscalía le refuerzan. A la independencia a través de unas elecciones
normales convertidas en plebiscitarias por unos partidos que se ponen
entre paréntesis durante 18 meses para bajo la dirección de un líder o
caudillo –que está dispuesto a ser el último de la lista pero que monta
un gran acto publicitario a la americana con gotas de fervor patriótico
resistente y que casi dicta excatedra lo que conviene al país– alcanzar la plenitud nacional y ser la Austria o la Dinamarca del Mediterráneo.
Pero, ¿cuándo estas elecciones? No se sabe (...)
Mas quiere elecciones plebiscitarias pero –hoy por hoy– dice que sólo
las hará si hay una lista conjunta CDC-ERC que además no sea sólo de
partidos sino que –quizás estudie el fenómeno Podemos o busque impactos
publicitarios con la incorporación de personas como Guardiola o Lluis Llach– adquiera mayor respetabilidad social que la que tienen los dos partidos (uno de ellos, CDC, muy tocado por el caso Pujol).
Así pues, toda la presión para Junqueras. Si no avala la lista
conjunta puede ser el culpable de que Cataluña no aproveche su momento
histórico. Y ninguneo educado –Mas nunca pierde las formas– a Duran i Lleida, su socio y aliado democristiano. (...)
Pero Artur Mas tampoco puede ganar porque media Cataluña estará
molesta (la desafección ha crecido en los últimos años) pero todavía
–repito lo de todavía– no cree que la mejor solución sea correr con los
riesgos (incluidos los europeos) de salir de España. Por eso –y por el
auge de Podemos– las últimas encuestas no les dan a CiU y a ERC la
mayoría absoluta.
¿Estamos pues condenados a vivir, no ya en una conllevancia
complicada, sino en un escenario de enfrenamiento continuo durante
bastantes años? (...)" (EL CONFIDENCIAL 26/11/14, JOAN TAPIA, en Fundación para la Libertad)
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