17/7/14

Ni en Francia ni en Alemania, ni siquiera en Italia, sería imaginable una acción como la planteada por la clase dominante catalana.

"En ningún país de nuestro entorno sería posible plantear el reto que las instituciones catalanas han planteado al Estado español. Ni en Francia ni en Alemania, ni siquiera en la desordenada Italia sería imaginable una acción como la planteada por la clase dominante catalana.  (...)

El caso británico o el escocés, para entendernos, es un argumento más y mejor para mantener mi tesis. No sólo es radical la diferencia entre las vicisitudes históricas de los británicos y las nuestras —los escoceses fueron un reino que combatió contra Inglaterra y defendió su personalidad política y cultural hasta principios del siglo XVIII, mientras que Cataluña nunca existió sola. (...)

En Gran Bretaña sería igualmente imposible plantear un golpe a las leyes y a las normas de la magnitud que ha planteado el soberanismo catalán…; sería imposible, como en los países mencionados anteriormente, manifestar una deserción de la ley por los mismos representantes de las instituciones.  (...)

En toda España, saltarse la ley, burlar la norma o driblar la pragmática ha sido desde siempre asunto y cuestión para presumir.  (...)

La crisis económica, los egoísmos autonómicos, el debilitamiento de la legitimidad institucional y el aumento del sectarismo de partida, han provocado grandes grietas en la experiencia de 1978, han hecho reaparecer el cuestionamiento de las leyes, el conocido y despreciable “porque a mí me da la gana”.

 Los idearios nacionalistas que sólo tienen sentido en la negación y el rechazo de los otros, la política como un ejercicio sectario en la búsqueda de la satisfacción de los instintos más básicos de la parroquia, la consideración del yo como expresión de un populismo incivil y no de un individualismo positivo, por encima de la comunidad, son otros ejemplos de la crisis política.

Esto es así para desgracia de todos, también para los nacionalistas catalanes porque se han convertido en pertinaces albaceas de una historia que creímos que no volvería a repetirse y creen, sin embargo, representar la modernidad más avanzada; pero también para el resto de los españoles, porque unos están dispuestos a refugiarse en la arbitrariedad, en la búsqueda de soluciones de “apaciguamiento temporal” que les proporcione una tranquilidad de conciencia que no heredarán sus hijos, y otros porque vemos peligrar una excepcional aventura de concordia social y divergencia política inteligente, que comenzó con la ilusión y la esperanza de la mayoría de nuestra sociedad.  (...)

Pero sobre todas las garantías necesarias para solucionar los problemas que plantea una sociedad en el siglo XXI se erige el derecho de una sociedad a decidir su futuro y hasta ahora no conocemos una sociedad distinta a la española, avalada su existencia por la historia y por la aprobación en el año 1978 de una Constitución que define muy precisamente el sujeto de la soberanía y, por tanto, de la decisión."          ( , El País 11 JUL 2014)

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