"En ningún país de nuestro entorno sería posible plantear el reto que las
instituciones catalanas han planteado al Estado español. Ni en Francia
ni en Alemania, ni siquiera en la desordenada Italia sería imaginable
una acción como la planteada por la clase dominante catalana. (...)
El caso británico o el escocés, para entendernos, es un argumento más y
mejor para mantener mi tesis. No sólo es radical la diferencia entre las
vicisitudes históricas de los británicos y las nuestras —los escoceses
fueron un reino que combatió contra Inglaterra y defendió su
personalidad política y cultural hasta principios del siglo XVIII,
mientras que Cataluña nunca existió sola. (...)
En Gran Bretaña sería igualmente imposible plantear un golpe a las leyes
y a las normas de la magnitud que ha planteado el soberanismo catalán…;
sería imposible, como en los países mencionados anteriormente,
manifestar una deserción de la ley por los mismos representantes de las
instituciones. (...)
En toda España, saltarse la ley, burlar la norma o driblar la pragmática ha sido desde siempre asunto y cuestión para presumir. (...)
La crisis económica, los egoísmos autonómicos, el debilitamiento de
la legitimidad institucional y el aumento del sectarismo de partida, han
provocado grandes grietas en la experiencia de 1978, han hecho
reaparecer el cuestionamiento de las leyes, el conocido y despreciable
“porque a mí me da la gana”.
Los idearios nacionalistas que sólo tienen
sentido en la negación y el rechazo de los otros, la política como un
ejercicio sectario en la búsqueda de la satisfacción de los instintos
más básicos de la parroquia, la consideración del yo como expresión de
un populismo incivil y no de un individualismo positivo, por encima de
la comunidad, son otros ejemplos de la crisis política.
Esto es así para desgracia de todos, también para los nacionalistas
catalanes porque se han convertido en pertinaces albaceas de una
historia que creímos que no volvería a repetirse y creen, sin embargo,
representar la modernidad más avanzada; pero también para el resto de
los españoles, porque unos están dispuestos a refugiarse en la
arbitrariedad, en la búsqueda de soluciones de “apaciguamiento temporal”
que les proporcione una tranquilidad de conciencia que no heredarán sus
hijos, y otros porque vemos peligrar una excepcional aventura de
concordia social y divergencia política inteligente, que comenzó con la
ilusión y la esperanza de la mayoría de nuestra sociedad. (...)
Pero sobre todas las garantías necesarias para solucionar los problemas
que plantea una sociedad en el siglo XXI se erige el derecho de una
sociedad a decidir su futuro y hasta ahora no conocemos una sociedad
distinta a la española, avalada su existencia por la historia y por la
aprobación en el año 1978 de una Constitución que define muy
precisamente el sujeto de la soberanía y, por tanto, de la decisión." (
Nicolas Redondo Terreros
, El País 11 JUL 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario