"A distancia del nacionalismo, algunos respetábamos a Jordi Pujol como
factor de estabilidad. Hasta hace poco eso le ocurrió con casi toda la
clase política que hizo la transición democrática. (...)
Las generaciones que creyeron en el pujolismo aceptaban muy
dócilmente su monopolio del poder pero es muy probable que no
sospechasen que era más que nada un monopolio de Cataluña, una impunidad
ilimitada, una nación para nacionalistas y no una sociedad para
ciudadanos. Y mientras tanto, un montón de millones de las viejas
pesetas daban intereses de treinta años en su albergue andorrano.
Ya no es una anécdota que la Cataluña privilegiada tenga sus cofres
de seguridad en Andorra. Demasiadas cosas quedan al descubierto, con una
evidencia tan hiriente que trastoca algunos de los componentes, ya
bastante descompuestos, de la vida pública catalana. (...)
Poco quedará del catalanismo constructivo que invocaba hasta hace poco. Es a la vez el momento del fisco implacable. (...)
Pagaremos cara la comodidad de haber dejado crecer la idea de que
solo había una manera de ser catalán. Esas facturas hay que enviárselas a
Pujol. Estos días leeremos disquisiciones prolijas sobre los instintos
de padre, las autoinculpaciones, el peso de una familia.
De poco servirá
porque ya hemos entrado en una dimensión desconocida, cuya materia son
la sospecha general, el desencanto radical, la percepción de estafa.
Pujol reclamaba una agencia tributaria propia y evadía impuestos, exigía
una policía autonómica cuando él mismo estaba en falta, sino delito.
Guardó el número de su cuenta andorrana en los repliegues más remotos
de su memoria. Han sido más de treinta años de fraude, su clave del
maletín nuclear, el PIN de su indistinción entre lo que es público y lo
que es privado. Ese comunicado de autoinculpación expiatoria podría
acabar siendo una nota a pie de página en la historia universal del
engaño. (...)
Importa muy poco el daño que se haya hecho a sí mismo: lo que importa es
el mal que le hace a la calidad política y lo que eso contribuye a la
atomización de la sociedad catalana, tanto como erosiona aún más la
imagen de Cataluña. (...)
Es ligeramente pintoresco ir por ahí diciendo que España nos roba cuando
al mismo tiempo se está defraudando a esa Hacienda que somos todos. Y
sin embargo, con qué rotundidad estuvo Pujol dando lecciones de macro y
micro-economía, de historia y de literatura, de ejemplaridad moral, de
hispanidad y de no hispanidad, de europeísmo, democracia y
transparencia, de catalanidad pura. ¿Cómo pudo dar tantas lecciones
estando instalando por décadas en el fraude fiscal? (...)
Ciudadano Pujol. Algo huele a podrido en su Cataluña." (
Valenti Puig
, El País, 27 JUL 2014)
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