"Un amigo me contaba que cuando él era pequeño, allá por los 80, el
catalán le resultaba una lengua muy antipática porque los profesores
repetían constantemente que tenían que aprenderla porque si no, no
encontrarían trabajo. (...)
En todo caso, el argumento que daban estos profesores no es baladí y
sirve para ilustrar perfectamente la situación de Cataluña en la que el
catalán es la lengua del poder y de las clases altas por lo que el uso
de esta lengua es necesario en tanto que ascensor social.
Esto lo
estudia muy bien Thomas Jeffrey Miley, profesor de Sociología en
Cambridge, en su imprescindible libro Nacionalismo y política lingüística: el caso de Cataluña
(2006), fruto de su tesis doctoral.
En él se explica, por ejemplo, que
aunque el 38% de personas tienen el catalán como primera lengua, el 80%
de la élite de la administración pública es catalanohablante, cifra que
asciende hasta el 89% en el caso de los parlamentarios catalanes. Con
semejantes cifras no es de extrañar el apoyo mayoritario a la inmersión
lingüística entre nuestros políticos.
Miley recoge también las conclusiones del estudio La transformació de la societat metropolitana
que afirman que si bien en el 52% de los hogares que pertenecen a
categorías socioprofesionales altas todos su miembros se declaran
catalanohablantes, la cifra se reduce al 18% en los hogares que
pertenecen a categorías socioprofesionales bajas. Cabe recordar que en
el área metropolitana vive casi el 65% de la población catalana por lo
que estas cifras resultan especialmente significativas.
Con estos datos y muchos otros que aparecen en el citado libro,
podemos constatar que el catalán es la lengua de las élites políticas y
económicas aunque, curiosamente, en Cataluña se habla poco de ello,
entre otras cosas porque según el discurso creado y difundido desde el
poder, el pueblo de Cataluña -ese "un sol poble"- lucha unido en un
férreo bloque por la defensa de la lengua catalana y la construcción
nacional.
Desde luego, nada más lejos de la realidad como demuestra el
hecho de que tras años de inmersión lingüística obligatoria, solo el 13%
de los castellanohablantes cambien al catalán como lengua de uso, (...)
Volviendo a mi amigo y a la amenaza de "no encontrarás trabajo", uno
de los efectos más perversos de la "normalización lingüística" -¿en
serio alguien ve normal que pretendan imponerte un idioma?- es que, en
numerosas ocasiones, lo que acaba es provocando un rechazo a la lengua
que se pretende defender pues esto se hace a costa de, subliminalmente,
mostrar que la lengua materna de la mayoría de los catalanes no es la
adecuada para desenvolverse en Cataluña.
Además de no ser suficiente
para lograr un empleo, como no es lengua vehicular en la escuela y tiene
menos presencia en las aulas que el inglés, se transmite la idea de que
tampoco es una lengua válida para la cultura. Esto parece confirmarse
con la ausencia de autores que escriben español del nuevo portal web
'Lletres Catalanes'.
A nadie con un mínimo de criterio literario se le
ocurriría prescindir
de autores catalanes como Ana María Matute, Vázquez Montalbán o Juan
Marsé, pero parece que "Catalonia is different" y luego pasa lo que pasa
cuando te invitan a la Feria del Libro de Fráncfort, decides no contar
con los grandes nombres y los organizadores acaban bastante enfadados
porque esos eran, precisamente, los que ellos quería allí y no un
"equipo de segunda" como se escribió en el prestigioso Frankfurter Allgemeine.
No faltará quien saque a relucir que el catalán debe gozar de mayor
protección como desagravio al trato recibido durante el franquismo. Por
supuesto, lo que pasó durante la dictadura con respecto a las lenguas y a
las libertades fue terrible, pero de ninguna manera sirve para
legitimar políticas injustas casi cuarenta años después de la muerte
Franco.
Y es que, como bien dice Fernando Savater, las lenguas tienen
dos grandes enemigos: los que las prohíben y los que las imponen. Que no
se nos olvide." (Sonia Sierra, Crónica Global, Martes, 22 de julio de 2014)
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