" (...) Si hay una carencia estridente en el proyecto secesionista de una
parte reducida, pero hábilmente movilizada y ostentosamente estentórea,
de la sociedad catalana, esa no es otra que la ausencia de un proyecto
de constitución que permita a los futuros votantes a quienes se dirige
poder comparar entre la legalidad que ahora tenemos y la que se ofrece
como sustitución.
O como dice Kant: "Romper los lazos políticos que
consagran la unión de un Estado o de la Humanidad antes de tener
preparada una mejor constitución, para sustituir a la anterior, sería
proceder contra la prudencia política, que en este caso concuerda con la
moral".
De ahí el reproche de estar actuando de forma inmoral que se le
suele formular a un presidente que ha renunciado a serlo de todos los
ciudadanos para serlo solo de una facción que, además, se quiere
declarar en rebeldía contra el orden constitucional.
He repetido por las clásicas activa y pasiva que si el Gobierno
autonómico y la oposición golpistas -pues quieren suprimir la vigencia
de la Constitución en Cataluña- tuvieran un mínimo de decencia, habrían
de renunciar inmediatamente a toda prebenda que provenga del denostado
Estado del que quieren liberarse como si estuviesen sometidos al yugo de
la esclavitud, imagen que denigra al nada honorable creador de la misma
y a sus usuarios, y que los califica como los más grandes demagogos que
hemos conocido desde la instauración de la Transición democrática.
Si
quieren "liberarse", deberían de iniciar, sin demora, una lucha de
liberación nacional desde fuera de las instituciones legitimadas por una
Constitución abominable que los oprime hasta la humillación. (...)
Porque ese movimiento puede triunfar o fracasar, pero lo que no puede
hacer es no ofrecer la constitución alternativa que dé satisfacción a
todos los interrogantes que un supuesto votante de la misma (o del
referendo ad hoc que pretende sustituirla) puede hacerse para saber si
le conviene transgredir o no la legalidad vigente. (...)
Porque la sospecha instalada entre algunos catalanes de que se quiere
establecer un derecho "de parte", un derecho "partidista", tiene tantos
avales que bien podríamos considerar que se quiere pasar de un sistema
democrático con todas las garantías reconocidas internacionalmente a una
suerte de república bananera (o calçotera) autoritaria. (...)
¿Sería capaz el secesionismo de crear esa constitución que ordene
nuestra vida de modo que elimine los "malos instintos" y todos nos
sintamos cómodos a pesar de nuestra mutua hostilidad? Lo único que
sabemos, hasta hoy, es que la Constitución española del 78 ha
garantizado la mayor cota de autogobierno y progreso que haya tenido
nunca Cataluña, y que nunca la lengua y la cultura catalana habían
alcanzado tan alto grado de desarrollo y extensión popular. (...)" (Juan Pérez, Crónica Global, Domingo, 2 de marzo de 2014)
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