"Aquél año, 1990, bien puede ser descrito como una competición entre
legitimidades en la que las élites eslovenas tenían que ofrecer algo más
que la idea de liberar a su población de una federación opresora que se
aprovechaba de la laboriosidad de sus gentes para subvencionar a las
regiones pobres del sur.
Había que dar una dirección política a la
indignación, tomando en cuenta, por un lado, que la pertenencia a la
federación yugoslava había dado a Eslovenia su forma, de la que sus
habitantes estaban tan orgullosos. A nivel de las élites, el nuevo
régimen se construyó no como ruptura, sino como extensión de las élites
comunistas locales.
A su vez, había que considerar que Eslovenia no
tenía precedentes como estado independiente y que su viabilidad como
tal era dudosa. Si Yugoslavia, un país de casi 24 millones de
habitantes, había sufrido enormemente el período de contracción de la
economía mundial iniciado a finales de los sesenta, ¿qué se podría
esperar para el futuro de Eslovenia? (...)
Dos meses después, los comunistas eslovenos celebraron su último
congreso, en el que cambiaron la denominación de su organización por la
de Partido de la Reforma Democrática. En él, su hasta entonces
presidente fue nominado a la presidencia de la república y, tras su
elección en abril, se dio de baja como militante para representar los
intereses de toda la nación.
Pero sobre todo interesa recordar el lema
de aquel evento, “Evropa zdaj!” (¡Europa ahora!), y el material
propagandístico elaborado, llamativo para la época y difundido a todo
color. (...)
¿Por qué Eslovenia y no toda Yugoslavia? Se pueden encontrar excusas y
razones. Empezando por las primeras, se puede rescatar una reflexión
realizada en ese mismo volumen por el filósofo Tine Hribar, muy
influyente en los círculos nacionalistas, que descartaba la posibilidad
de democratizar Yugoslavia a través del proceso de integración europeo
porque aunque “la idea es buena, suena demasiado bien para ser cierta.
Los eslovenos no pueden simplemente avanzar del nivel subnacional
al transnacional.
Ellos no pueden saltarse el nivel nacional sin poner
en peligro su identidad étnica… Sólo una nación soberana puede entregar
parte de su soberanía de una forma soberana y transferirla a una
comunidad transnacional”.
En el apartado de las razones, hacía tiempo
que en Yugoslavia se había desencadenado el mecanismo de desapego entre
regiones ricas y pobres, especialmente tras el inicio de la crisis
sistémica de la federación en los años ochenta.
La independencia
política con respecto a Yugoslavia permitía romper con la obligación de
financiar una parte de las necesidades del sur de la federación a la vez
que no se rompía completamente la relación de explotación norte-sur que
tanto benefició al desarrollo económico de Eslovenia.
Esa posición
ayudaría a que el pequeño país se convirtiera, después de 2004, en un
“intérprete” de los Balcanes para la Unión Europea, fungiendo en no
pocas ocasiones como proxy político de las grandes potencias en la
región.
Como contrapartida, fue desde Europa que se facilitó la salida de
Eslovenia de la federación yugoslava, primero, dándole trato de igualdad
en las negociaciones de Brijuni de julio de 1991. Allí, mientras los
mediadores europeos lograron que seconcediera a las autoridades
federales una moratoria de tres meses a la declaración de independencia,
los representantes de Serbia y Eslovenia negociaban una retirada
anticipada del ejército federal.
Pocos meses después, Alemania
terminaría forzando el reconocimiento diplomático del nuevo país
utilizando todas sus herramientas de presión en un tenso Consejo Europeo
el 15 de diciembre de 1991. (...)
Por el otro, en los últimos 23 años, Eslovenia ha carecido de algo
parecido a un sistema de partidos estable. A nivel institucional, este
período ha sido un ir y venir de elecciones anticipadas, coaliciones
imposibles, cambios de socios constantes… y, sin embargo, las élites han
permanecido con más bien pocos cambios y han sabido mantenerse pese al
baile de siglas.
Todas ellas, además, compartiendo la visión en torno a
la necesidad de seguir adelante con lo que dictan las instituciones
europeas, pues poco puede decir Eslovenia en Bruselas y Estrasburgo con
su peso relativo. (...)
Pero la oposición creciente al régimen de la independencia podría
terminar articulándose como oposición al actual proceso de integración
europeo. La crisis económica actual es, en buena medida, una
consecuencia de la dependencia del país de las
exportaciones exportaciones a la UE, como indica Catherine Samary. Pero sobre todo, son las recetas a esa problemática las que más chocantes resultan a la población. (...)
El crecimiento de la oposición al sistema será el de la oposición a esta
Europa precisamente por las características de esta Eslovenia, que el
profesor Jože Mencinger, vicepresidente económico del gobierno
secesionista (aunque abandonó el cargo pocas semanas antes de la
independencia, entre otras cosas, por la llegada de Jeffrey Sachs
a Eslovenia) definía de este modo:
”Yo diría que somos una región de
Europa. Tenemos menos poder y somos menos independientes que en
Yugoslavia. En Yugoslavia éramos relativamente fuertes, pero no en
Europa. Económicamente, está claro que perdimos todos los atributos que
hacen de un país una entidad económica: no tenemos dinero, casi no
tenemos política fiscal, no tenemos nuestro propio sistema económico y
tampoco tenemos fronteras”. (Carlos González Villa, Eurasian Hub, 6 de septiembre, 2013)
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