10/9/13

"Tenemos menos poder y somos menos independientes que en Yugoslavia. En Yugoslavia éramos relativamente fuertes, pero no en Europa"

"Aquél año, 1990, bien puede ser descrito como una competición entre legitimidades en la que las élites eslovenas tenían que ofrecer algo más que la idea de liberar a su población de una federación opresora que se aprovechaba de la laboriosidad de sus gentes para subvencionar a las regiones pobres del sur. 

Había que dar una dirección política a la indignación, tomando en cuenta, por un lado, que la pertenencia a la federación yugoslava había dado a Eslovenia su forma, de la que sus habitantes estaban tan orgullosos. A nivel de las élites, el nuevo régimen se construyó no como ruptura, sino como extensión de las élites comunistas locales. 

A su vez, había que considerar que Eslovenia no tenía precedentes como estado independiente y que su viabilidad como tal era dudosa. Si Yugoslavia, un país de casi 24 millones de habitantes, había sufrido enormemente el período de contracción de la economía mundial iniciado a finales de los sesenta, ¿qué se podría esperar para el futuro de Eslovenia? (...)

Dos meses después, los comunistas eslovenos celebraron su último congreso, en el que cambiaron la denominación de su organización por la de Partido de la Reforma Democrática. En él, su hasta entonces presidente fue nominado a la presidencia de la república y, tras su elección en abril, se dio de baja como militante para representar los intereses de toda la nación. 

Pero sobre todo interesa recordar el lema de aquel evento, “Evropa zdaj!” (¡Europa ahora!), y el material propagandístico elaborado, llamativo para la época y difundido a todo color.  (...)

¿Por qué Eslovenia y no toda Yugoslavia? Se pueden encontrar excusas y razones. Empezando por las primeras, se puede rescatar una reflexión realizada en ese mismo volumen por el filósofo Tine Hribar, muy influyente en los círculos nacionalistas, que descartaba la posibilidad de democratizar Yugoslavia a través del proceso de integración europeo porque aunque “la idea es buena, suena demasiado bien para ser cierta. Los eslovenos no pueden simplemente avanzar del nivel subnacional al transnacional. 

Ellos no pueden saltarse el nivel nacional sin poner en peligro su identidad étnica… Sólo una nación soberana puede entregar parte de su soberanía de una forma soberana y transferirla a una comunidad transnacional”. 

En el apartado de las razones, hacía tiempo que en Yugoslavia se había desencadenado el mecanismo de desapego entre regiones ricas y pobres, especialmente tras el inicio de la crisis sistémica de la federación en los años ochenta.

 La independencia política con respecto a Yugoslavia permitía romper con la obligación de financiar una parte de las necesidades del sur de la federación a la vez que no se rompía completamente la relación de explotación norte-sur que tanto benefició al desarrollo económico de Eslovenia. 

 Esa posición ayudaría a que el pequeño país se convirtiera, después de 2004, en un “intérprete” de los Balcanes para la Unión Europea, fungiendo en no pocas ocasiones como proxy político de las grandes potencias en la región.

Como contrapartida, fue desde Europa que se facilitó la salida de Eslovenia de la federación yugoslava, primero, dándole trato de igualdad en las negociaciones de Brijuni de julio de 1991. Allí, mientras los mediadores europeos lograron que seconcediera a las autoridades federales una moratoria de tres meses a la declaración de independencia, los representantes de Serbia y Eslovenia negociaban una retirada anticipada del ejército federal.

 Pocos meses después, Alemania terminaría forzando el reconocimiento diplomático del nuevo país utilizando todas sus herramientas de presión en un tenso Consejo Europeo el 15 de diciembre de 1991. (...)

Por el otro, en los últimos 23 años, Eslovenia ha carecido de algo parecido a un sistema de partidos estable. A nivel institucional, este período ha sido un ir y venir de elecciones anticipadas, coaliciones imposibles, cambios de socios constantes… y, sin embargo, las élites han permanecido con más bien pocos cambios y han sabido mantenerse pese al baile de siglas. 

Todas ellas, además, compartiendo la visión en torno a la necesidad de seguir adelante con lo que dictan las instituciones europeas, pues poco puede decir Eslovenia en Bruselas y Estrasburgo con su peso relativo.  (...)

Pero la oposición creciente al régimen de la independencia podría terminar articulándose como oposición al actual proceso de integración europeo. La crisis económica actual es, en buena medida, una consecuencia de la dependencia del país de las exportaciones exportaciones a la UE, como indica Catherine Samary. Pero sobre todo, son las recetas a esa problemática las que más chocantes resultan a la población. (...)

El crecimiento de la oposición al sistema será el de la oposición a esta Europa precisamente por las características de esta Eslovenia, que el profesor Jože Mencinger, vicepresidente económico del gobierno secesionista (aunque abandonó el cargo pocas semanas antes de la independencia, entre otras cosas, por la llegada de Jeffrey Sachs a Eslovenia) definía de este modo: 

”Yo diría que somos una región de Europa. Tenemos menos poder y somos menos independientes que en Yugoslavia. En Yugoslavia éramos relativamente fuertes, pero no en Europa. Económicamente, está claro que perdimos todos los atributos que hacen de un país una entidad económica: no tenemos dinero, casi no tenemos política fiscal, no  tenemos  nuestro propio sistema económico y tampoco tenemos fronteras”.                 (Carlos González Villa, Eurasian Hub, 6 de septiembre, 2013)

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