“Cataluña, esté o no en la Unión Europea, tendrá el euro si quiere”. Con esa aseveración se descolgaba este jueves el presidente de la Generalitat, Artur Mas,
que, de esta manera, implícitamente, mostraba por primera vez sus dudas
de que una Cataluña separada de España pudiera seguir formando parte de
la UE.
Aunque es cierto que una Cataluña independiente y fuera del
‘club’ europeo podría mantener el euro, se colocaría automáticamente con una moneda ajena,
sobre la que no tendría ningún control, que difícilmente permitiría
atender las necesidades financieras de sus empresas y bancos y sobre la
que no tendría capacidad de decisión. Es decir, un imposible financiero que recordaría a la fracasada dolarización de Argentina.
Tal y como publica ‘El País’ este viernes en una información titulado ‘El espejismo de una Cataluña fuera de la UE, pero usando euros’,
utilizar esta moneda es “una decisión unilateral [del Estado en
cuestión] y no implica ningún compromiso por parte del BCE”, por tanto,
“cualquiera puede adoptar la divisa europea, sin que otros Estados
miembros o el BCE se opongan”.
Sin embargo, Cataluña carecería de los principales beneficios:
acceso a la liquidez del eurosistema, a sus condiciones de financiación
y al consejo que permite tomar decisiones fundamentales en una economía
moderna.
Al fin y al cabo, lo que menos importa es qué moneda circule en la
calle. Lo vital es integrarse en el eurosistema, un complejo engranaje
del que depende en buena medida la capacidad de los Estados para
gobernar su economía. Fuera de la UE y con euros, Cataluña contaría, por
tanto, con una moneda prácticamente de juguete.
En este sentido, ‘El País’ da las siguientes claves sobre el
sinsentido del planteamiento de Artur Mas de mantener el euro en
Cataluña aún estando fuera de la Unión Europea.
» Precedentes. Hay dos tipos de países que emplean
ya el euro sin pertenecer a la Unión Europea. El primero, el de los
miniestados de Andorra, San Marino, Vaticano y Mónaco, que acceden a la
moneda a través de acuerdos con otros países miembros (España en el caso
de Andorra, Italia para San Marino y Vaticano y Francia para Mónaco).
El segundo caso es el Kosovo y Montenegro, territorios que carecen de
esa vecindad con países comunitarios y que adoptan la moneda europea
como símbolo del futuro al que aspiran dentro de la Unión.
El precio del dinero sería más elevado que si perteneciera a la Eurozona
Probablemente ninguno de los dos precedentes -en el primero,
territorios fiscalmente opacos, y en el segundo, sociedades con heridas
de guerra y muy alejadas de los estándares europeos- constituya un
espejo en el que desee mirarse Cataluña.
» Acceso a la divisa. Como ocurre con Kosovo o
Montenegro, Cataluña y sus grandes bancos no podrían nutrirse
directamente de la liquidez del BCE. Tendrían que hacerlo de manera
indirecta, con filiales en países del euro o con un acuerdo entre
entidades bancarias radicadas en algún Estado miembro, explican fuentes
conocedoras del mecanismo.
“Las entidades catalanas podrían acceder a la
liquidez del BCE a través de sus matrices, filiales o sucursales
establecidas en países del euro”, admite Jordi Galí, de la Pompeu Fabra.
Así, si La Caixa permaneciera como el gran banco del nuevo Estado
catalán, tendría que abrir una sede, por ejemplo, en Italia; requeriría
un banco enclavado en la estructura financiera italiana y sujeto a sus
normas.
A partir de ahí, tendría que suscribir un acuerdo con una o varias
entidades italianas que le proporcionasen la liquidez que necesita. Ese
dinero nunca se ofrecería al mismo precio que el estipulado para las
entidades pertenecientes a un país de la Eurozona; el interés sería más
elevado para que la entidad financiera que presta (en este caso, la
italiana) obtuviera algún beneficio de la operación, según fuentes
financieras en Fráncfort.
» Garantías. Como ocurre en el eurosistema, el banco
catalán tendría que ofrecer al italiano garantías para recibir ese
dinero. La diferencia es que las garantías que pide el BCE como respaldo
para sus préstamos están reguladas por un consejo de gobierno en el que
tienen voz y voto los Estados miembros y, por tanto, intentan ajustarse
a la situación económica de la eurozona.
Así, el BCE ha ido rebajando
la exigencia de calidad de los activos que pedía como respaldo de sus
préstamos. En el caso catalán, dependería de la negociación entre La
Caixa y el banco italiano, con lo que el margen de maniobra sería muy
inferior.
» Desfases. La falta de voz sobre la toma de
decisiones que afectan tanto a la situación económica mermaría la
capacidad de Cataluña de regir su economía. Si el consejo del BCE decide
que es necesario estimular la economía -y en cambio en Cataluña ocurre
todo lo contrario: conviene enfriarla- las autoridades del nuevo país no
podrían hacer nada por evitarlo.
Ese problema de política monetaria de
talla única afecta a la propia eurozona: el BCE se enfrenta a críticas
por una actuación que beneficia a Alemania y no logra frenar la
fragmentación financiera.
Pero al menos el órgano de gobierno de la
institución reúne a los 17 gobernadores de los bancos centrales de cada
país (el Banco de España entre ellos), consejo al que no pertenecería
Cataluña.
» Fracasos de Argentina y Ecuador. Estos dos países
latinoamericanos reflejan bien los peligros de emplear una moneda sobre
la que no se tiene potestad. Ecuador adoptó el dólar como moneda legal
en el año 2000 y aún no la ha abandonado, pero el Gobierno de Rafael
Correa lo considera un error que les perjudica, por ejemplo, para firmar
acuerdos comerciales. También la dolarización de Argentina, en los años
noventa, estuvo plagada de problemas: acabó en el corralito. " (La Voz Libre, 20/09/2013)
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