"Desde el ángulo de la psicopatología social, Enrique Baca describe en Las víctimas de la violencia
el proceso de construcción del enemigo. Ante todo, es el producto de
una decisión estratégica, adoptada por un sujeto individual o colectivo,
quien luego tal vez se verá desbordado por ella, aun cuando casi nunca
abordará la autocrítica.
Una vez puesta en práctica, su intención es
bien simple: despojar al otro de toda característica humana, salvo en lo
que concierne a su condición de enemigo a eliminar. (...)
En el límite, el esquema encaja a la perfección con los fundamentos
ideológicos y psicosociales del terrorismo, pero conviene asimismo a los
conflictos religiosos —ahí está el papel central del “enemigo” en
Ignacio de Loyola, de la “humillación” islamista ante el dominio
tecnológico de Occidente— y a los procesos políticos, con especial
intensidad en los nacionalismos, trátese del español, del vasco o del
catalán, cuando tratan de imponer su monopolio de poder en un
determinado espacio político. (...)
Tal es el problema de la resistible ascensión del independentismo
animado en Cataluña por Mas y el catalanismo radical. Defender la
independencia y buscar en el orden legal los medios para alcanzarla es
algo perfectamente democrático.
No lo es en cambio ejercer un monopolio
de la comunicación social, privando de voz a la posible mitad de
catalanes no independentistas —y aunque fueran dos tercios o un tercio, a
este efecto da igual—, y satanizando como “españolista” y anticatalana
toda manifestación pública en que “el único camino” tomado sea puesto en
tela de juicio. (...)
El congreso de historiadores previsto sobre el tema “España contra
Cataluña” se inscribe en esa deriva hacia un ensimismamiento agresivo.
En buena medida, estamos ante una perversión de la línea historiográfica
catalana que arrancó del Catalunya dins l’Espanya moderna de Pierre Vilar. Vilar no eludía las tensiones, ya que incluso en la etapa regionalista, correspondiendo al “proteccionisme que imposà un dia Catalunya”
(Cambó), veía forjándose la nación catalana, un fuerte sentimiento
comunitario asentado en la identidad lingüística.
Lo que extraña a Vilar
en 1927 es la conversión por los intelectuales barceloneses en
mitología de los hechos históricos que contraponen Cataluña a España,
transfiriendo al presente el compromiso de Caspe (1412) o los
enfrentamientos de 1640 y 1714. La “humillación”. Sin olvidar una
rivalidad con Madrid que evocaba “el diálogo de sordos de las contiendas
internacionales”. Nada cambió en la democracia. (...)
Llegó la historia interminable del Estatut y la frustración al verse
sometidos a una instancia constitucional, el TC. Insufrible humillación.
Som una naciò! fue la alternativa de las élites catalanistas,
con un amplio apoyo popular.
¿Para qué entonces abrir un espacio de
debate abierto, reflejo del pluralismo de la sociedad catalana y del
propio marco democrático español? Con el maniqueísmo, practicado sin
fisuras, basta para el objetivo de homogeneización independentista.
El
prestigio de Josep Fontana sirve de aval, aun cuando es posible que,
frente a la vía de sus brillantes explicaciones socio-económicas, siga
la de las también brillantes frases lapidarias —recordemos la
calificación de “mojama sagrada” para Lenin incorrupto—, algunas a lo
Beppe Grillo: “El PP es un partido nazi” o “el Estado de las autonomías
es un engaño”. Para su conferencia retoma el concepto abertzale de “conflicto”, ahora hispanocatalán.
Un Congreso que examinara el “España contra Cataluña” con
interrogante y participación plural sería incluso necesario hoy.
Planteado como está, atiende únicamente a la recomendación de un
conocido demagogo: “La comprensión es una base demasiado frágil para las
masas; la única emoción que no vacila es el odio”. (
Antonio Elorza El País, 28 JUN 2013 )
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