8/3/13

El 'derecho a decidir' no es un derecho, es una reivindicación política. No es lo mismo

"El llamado derecho a decidir para plantear la secesión de una parte del territorio español no es un derecho; puede ser un anhelo, una aspiración o una reivindicación política, pero no un derecho. La diferencia es sustancial. 

Si fuera un derecho no reconocido, estaríamos ante un déficit democrático. Si es una reivindicación política, nos situamos ante una opción posible en el marco del pluralismo político, a la que cabe, como opción que es, oponer la contraria.

Es preciso aclarar que el llamado derecho a decidir es un sucedáneo inventado por los nacionalistas para edulcorar la autodeterminación, y entiendo que no es un derecho por varias razones: no forma parte de los derechos considerados naturales y no le son de aplicación los tres supuestos universales reconocidos por la ONU, situación colonial, ocupación militar y apartheid; tampoco es recogido por la Constitución de 1978, aunque sí fue debatido y ampliamente rechazado por el Congreso. Conclusión: no estamos ante un derecho que ampare la posibilidad de la secesión, sino ante una reivindicación política. (...)

Si ha sido posible en Canadá y puede serlo en Escocia, ¿por qué no en España? Este argumento oculta la realidad de esos países. La Constitución de Canadá es una suma en el tiempo de actas y convenciones en la que no se reconoce expresamente el derecho de autodeterminación, pero no hay ningún precepto que lo impida.

 Por tanto, estamos ante una reivindicación política a la que el Gobierno federal de Canadá le dio una salida autorizando la convocatoria de referendos no vinculantes en 1980 y en 1995 en los que el no a la independencia fue superior al sí. Ello dio lugar a la tan citada sentencia del Supremo de 29 de agosto de 1988 y a la Ley de Claridad de 1999. Desde 1995 nadie ha intentado convocar un referéndum secesionista en Quebec. 

Reino Unido no tiene Constitución escrita. Curiosamente, en contra de lo que se cree, Jacobo I, rey de Escocia, se convirtió por herencia también en rey de Inglaterra. Después se firmó un Acta de Unión entre ambos países dando lugar al nacimiento del Reino Unido de Gran Bretaña.

 Es decir, lo que se está poniendo en cuestión es un Acta de Unión y los acuerdos posteriores derivados de la misma que dos reinos firmaron en pie de igualdad y que de mutuo acuerdo deciden revisarla. Resulta obvio que la situación poco tiene que ver con la española.

En consecuencia, no existe un derecho a decidir, ni los casos que se citan son de aplicación a nuestras circunstancias; estamos ante una reivindicación política que como tal debe ser tratada.

Paso de las confusiones a las ingenuidades. Pensar que una nación como España está dispuesta a automutilarse diciendo adiós con santa resignación a una parte entrañable de su territorio, de su historia, de su economía, de su cultura, es una ingenuidad política extrema. Plantear que esto se pueda pactar y sea una posibilidad pacífica es una ingenuidad mayor. Es difícil negarle a España el derecho a defender su integridad territorial. 

La siguiente ingenuidad es pensar que el planteamiento independentista no va a generar una división profunda en la sociedad catalana. Se romperá la convivencia interna que los catalanes han construido. Cataluña se dividirá en secesionistas y unionistas y la minoría se instalará en una insatisfacción organizada.

 En el mundo en que vivimos es una frivolidad llevar a un pueblo a la tesitura de decidir su futuro en un día.

Ahora bien, el problema político está planteado. ¿Qué se puede hacer? Creo que hay dos alternativas: la confrontación pura y dura o el diálogo."         (JOSÉ MARÍA BENEGAS, diputado por Vizcaya (PSOE), EL PAIS 21/02/13, en Fundación para la Libertad)

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