"Las tácticas que CiU ha elegido para mantener la iniciativa y hegemonía
políticas, sin una demografía mayoritaria ni dominio electoral estable,
para conseguir la máxima activación de sus bases y la máxima pasividad,
cuando no subordinación, de su oposición, son una gran lección política.
Dos han sido sus tácticas principales. La primera resulta de la
decisión más importante sobre todo gran cambio político: el ritmo de
avance. J. Pujol escogió en su día el incrementalismo, basado en el
reconocimiento que cambios sustanciales sólo suceden por sorpresa,
porque, si son anunciados de inicio, el status quo desplegará tal
resistencia que devendrán imposibles.
En una “larga marcha”, como la de
CiU, el avance es lento e irregular, pero irreversible; la perseverancia
más necesaria que el coraje; los rumbos de navegación más aproximados
que exactos; y la ambigüedad sobre el objetivo final esencial.
CiU ha
querido siempre la independencia pero sólo lo puede desvelar ahora,
cuando el catalanismo está en aquel momento –que a Mao Zedong tanto
interesó conceptualizar-- en que avances incrementales se transmutan en
cambios rupturistas. Es la ocasión del gran salto adelante.
La segunda táctica ha sido priorizar los avances culturales. La
lengua catalana y sus instrumentos de consolidación --el sistema
educativo y la televisión pública-- son tan importantes que A. Mas
repetidamente utiliza la expresión “líneas rojas” para referirse a su
blindaje. El catalanismo, como si siguiera a A. Gramsci, escogió el
pausado ritmo evolutivo para dar tiempo a la hegemonía cultural como
fase previa al dominio político.
Las tácticas de un partido como CiU no son suficientes para explicar
dinámicas políticas compuestas de secuencias acción-reacción-contra
reacción. Salvo cierta resistencia pasiva de la burocracia central en la
negociación de transferencias, no ha habido grandes reacciones por
parte de los partidos españoles a las reivindicaciones incesantes del
catalanismo.
Si el miedo a los inmigrantes de otras partes de España
explica las tácticas de CiU, otro temor explica la pasividad de los
partidos españoles. Éste tomó cuerpo el 30 de Mayo de 1984, cuando una
airada manifestación catalanista protestó la imputación de J. Pujol por
el affaire Banca Catalana.
Aquel día PSOE y PP cogieron miedo al
catalanismo y su capacidad de movilización. No se podían permitir otro
problema nacionalista a añadir al vasco, entonces con ETA en su zenit.
Este miedo, más los incentivos de formación de mayorías en las Cortes,
explican la no resistencia de PP y PSOE al incrementalismo catalanista." (José Luis Älvarez, 'La lucha final de la burguesía catalana', El País, 21/08/2012)
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