La placa dice: «Carrer de Jaume Martínez i Vendrell, Patriota català» Y el auto sentencia: «Desde un abordaje histórico, resulta plenamente admisible pasar a un segundo plano la controvertida imputación judicial al Sr. Martínez Vendrell del terrible asesinato del Sr. Bultó y, en el momento de confeccionar su biografía, hacer prevalecer o resaltar, según los fines, otros factores o valores, como son el del patriotismo catalán del personaje o su buen comportamiento ciudadano.»
Yo no puedo oponerme a la escisión que los jueces plantean entre el hombre y el asesino. Cierto. Dillinger fue un sonrosado bebé. ¡Y no iban a tener razón los de Melilla cuando argumentaban que la estatua de Franco que querían derribarles honraba al joven comandante, antes de volverse malo! La escisión es muy necesaria. (...)
Sin embargo, no puedo consentir la escisión entre patria y muerte. No sólo yo: estoy seguro de que tampoco el homenajeado lo consentiría. Dejar a la patria fuera de sus crímenes supondría algo ominoso: que los crímenes tuvieran que justificarse por sí mismos. Los ilustrísimos magistrados no pueden ignorar que Jaume Martínez Vendrell mandó matar por la patria y que lo contrario sería deshonrarlo. La patria, y lo patriótico, tienen estas cosas. Uno puede mandar que maten a dos compatriotas y conseguirse una placa póstuma donde le llamen patriota.
Ésa es la principal diferencia entre la patria y la ciudadanía. Aunque en Cataluña todo es posible, no parece fácil que a uno que manda asesinar le pongan en la placa que fue un buen ciudadano. No en vano los munícipes promotores eligieron patriotismo, y no ciudadanía, en su léxico de homenaje. La patria tiene… cómo lo diría… una flexibilidad criminal. O sea que en este punto han llegado, ilustrísimos, algo mas lejos que los munícipes. «Su buen comportamiento ciudadano», han escrito ustedes, haciéndolo suyo, en este auto de choque.
Leo que la sentencia dictada es irrevocable. Me parece muy pertinente. Así está a la altura del crimen." (Diarios de Arcadi Espada, 28/05/2010)
José García Domínguez, periodista, en relación a la decisión de la Audiencia Nacional de considerar que es legal que una calle lleve el nombre de un terrorista, en un artículo publicado en Libertad Digital el 27 de mayo de 2010.
‘[...] Será que, al modo de las hipotecas basura y el queso en lonchas, los actos morales de la vida de un hombre pueden dividirse y empaquetarse en porciones separadas e independientes. ¿Dónde residirá el inconveniente, entonces, a inaugurar una Avenida Adolfo Hitler en Barcelona? “Exterminó a seis millones de judíos, pero fue un ecologista ejemplar, amén de cuidar con infinito cariño a su fiel perrito Blondi”, habría de rezar la placa. ¿Y por qué no una plaza en reconocimiento a las muchas virtudes cívicas del violador del Ensanche? “A nuestro convecino Francisco López Maíllo, que jamás tiró un papel a la calzada y, galante, cedía siempre el paso a las damas. El Ayuntamiento agradecido”. ¿O acaso tendría algo que objetar la Audiencia?’." (lavozdebarcelona.com, 27/05/2010)
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