31/5/10

El tio... el sobrino...

-Hace justo ahora 40 años, Antton Karrera era un joven de 26, empleado en Caja Laboral y comprometido con el euskera y la cultura vasca, que acababa de ser detenido por la Policía franquista y estaba a punto de convertirse en uno de los iconos de la resistencia contra la dictadura por su imputación en el Proceso de Burgos junto a otros 15 militantes de ETA.

Aquel chaval al que se le hacían inaguantables «las humillaciones» que infligía el régimen a quienes pensaban diferente, pero que empezaba ya a no comulgar con la progresiva fanatización etarra y que «nunca» compartió que la supuesta bondad de los fines justificara el recurso al asesinato, ha visto en los últimos meses, con sentido aturdimiento y distancia crítica, cómo su sobrino, Mikel Carrera Sarobe, 'Ata', era identificado primero como el jefe militar de la organización terrorista y luego caía detenido en Bayona en la última operación policial contra la cúpula de la banda.
(...)

¿Y qué puede empujar a un ser humano a arrebatar la vida a otro?

-Es muy duro. Es la obstinación, la obcecación, pensar que tu objetivo está por encima de los derechos de los demás; pensar, desgraciadamente, que la violencia sigue siendo un instrumento útil. Hay personas que han recapacitado y presos que están planteando que se reconozca el daño causado a las víctimas. Pero ese daño está hecho y deben asumir que no se puede reparar. La solución pasa por una salida sin concesiones políticas y con el reconocimiento expreso del daño causado, pero sin olvidar que la cárcel también está para rehabilitar. Para ser justos, ese derecho debe preservarse.

Antton Karrera se enteró por la prensa de que 'Ata' estaba siendo buscado por las fuerzas de seguridad como el cabecilla de ETA. Fue a principios de año, siguiendo el hilo de la nueva 'pista portuguesa'. Un día del invierno, un amigo de «las viejas luchas» le preguntó si tenía algo que ver con aquel joven al que se apuntaba como el máximo responsable de la organización terrorista. Atónito, compró el periódico y fue así, con un sentimiento «doblemente doloroso», como recompuso esos 20 años de la vida de su sobrino en los que no había mantenido contacto alguno con él." (Fundación para la Libertad, citando a EL CORREO, 30/5/2010)

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