El lehendakari, José Antonio Aguirre
(centro), entre Manuel de Irujo (izquierda), quien llegó a ser Ministro
de Justicia con la República, y el padre Alberto Onaindía, una de las
personas que intermedió en las negociaciones entre el PNV y Franco, en
una imagen tomada en Londres. / FUNDACIÓN POPULAR DE ESTUDIOS VASCOS
"Los militares sublevados se encontraron con una oposición que no
esperaban, incluso un aliado perdido, creándoles un grave problema
internacional, propagandístico y religioso". Carlos Olazabal, empresario
y ex político del PP en Euskadi, recoge en Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil
los múltiples contactos que mantuvieron los nacionalistas vascos con
los nacionales a lo largo de la contienda y que desembocaron en la
rendición de Bilbao en junio de 1937 y la entrega de la Margen
Izquierda, el lugar donde se concentraba la industria vizcaína.
El libro, editado por la Fundación Popular de Estudios Vascos y
Atxular Atea, fruto de ocho años de trabajo, recoge infinidad de
documentos extraídos de diversos archivos y ofrece "una visión de la Guerra Civil
en el País Vasco muy diferente a la que estamos acostumbrados", apunta
su autor.
La posición inicial del nacionalismo vasco, del lado del
Gobierno de la República –en Navarra, aunque minoritario, por ejemplo,
no opuso ninguna resistencia a los sublevados-, "moverá el interés de
los nacionales y de la Iglesia en lograr el cambio del PNV o, por lo
menos, su no beligerancia en el conflicto cainita, llevando a cabo
negociaciones para lograr tal objetivo desde julio de 1936".
"Las diversas fuentes se complementan entre sí porque todos los
archivos han sido expurgados", explica Olazabal, que pone como ejemplo
el hecho de que Franco encomendara a uno de sus ayudantes personales
recoger, una vez cae Bilbao, toda la documentación guardada por el
Gobierno vasco, pero de la que parte a día de hoy no se puede encontrar
en ningún archivo.
La desaparición de determinados documentos, reconoce el autor, crea
una serie de huecos en el relato que, por el contrario, no invalidan la
tesis del libro, sostiene. "Vemos como las condiciones que Franco
traslada al PNV vía Vaticano se cumplen aunque no vemos cómo finalmente
se acuerdan.
Pero punto por punto, lo solicitado por Franco se cumple,
es decir, la rendición de Bilbao y de la Margen Izquierda, sin la
destrucción de la ciudad, ni del tejido industrial de la Ría". Franco,
que nunca aceptó la autonomía política del País Vasco, permitió la huida
de la mayoría de dirigentes del PNV, y mantuvo el concierto económico
en Álava y Navarra, si bien lo derogó en Bizkaia.
El cardenal Gomá, otra de las personas
que intemedió entre Franco y los nacionalistas, en una imagen tomada en
Narvarte (Navarra), en mayo de 1937. / FUNDACIÓN POPULAR DE ESTUDIOS
VASCOS
El libro, denso, cargado de extractos de los documentos consultados,
recopila de forma exhaustiva el cruce de comunicaciones entre los
nacionalistas y los sublevados, sin entrar en interpretaciones o
conjeturas.
Los contactos fueron constantes y se produjeron siempre a través de
intermediarios y utilizando tres cauces: directamente con los nacionales
-el general Mola, encargado de liderar a los sublevados en el frente de
Norte, hasta su muerte, mostró un empeño personal para que las
negociaciones prosperasen-, el Vaticano y el Gobierno italiano. El cruce
de comunicaciones se mantuvo, incluso después de los bombardeos de
Durango y Gernika, hasta que los nacionales consiguieron su objetivo.
Los nacionalistas vascos se dividieron entre los contrarios a
cualquier tipo de negociación una vez conseguido el estatuto de
autonomía que las cortes republicanas aprobaron en octubre del 36, como
el primer lehendakari, José Antonio Aguirre, y aquellos que ante el
avance de los sublevados en Euskadi -San Sebastián cayó en septiembre
del 36 y en Vitoria triunfó el golpe- entendieron que la caída de Bilbao
era inevitable y, por lo tanto, "se intentaron salvar y sacar el máximo
provecho".
Mientras los nacionales cercaban Bilbao, Juan de Ajuriaguerra,
miembro de la dirección del PNV, tomó el mando y ofreció la rendición
del nacionalismo vasco al Gobierno italiano, una vez que parecían
fracasadas todas las vías de negociación abiertas, según recoge el
libro.
Olazabal se nutre de diversas fuentes y archivos. El primero de
ellos, los trabajos publicados por el canónigo Alberto Onanindía -"todos
los emisarios serán religiosos y principalmente jesuitas"-, una de las
personas que hizo de intermediario. "Él es el hombre que lleva la
primera propuesta de Mola al PNV en septiembre del 36, y la persona que,
en octubre del mismo año, se persona en el Vaticano representando al
PNV para explicar la posición del nacionalismo vasco confesional".
La lista continúa con documentos depositados en el Archivo General
Militar de Ávila, el Archivo Histórico del Nacionalismo Vasco, la
correspondencia guardada por el cardenal Gomá, representante del
Vaticano ante Franco, y que recoge las negociaciones impulsadas por la
Santa Sede y la Iglesia.
Además, entre otros, de los textos guardados en
el propio Vaticano, los custodiados por el Gobierno de Italia y el
Estado Mayor del Ejército italiano, donde el autor halló las
credenciales de Onaindía para entrevistarse con Mussolini. Algunas de
las fuentes consultadas hasta hace relativamente poco no han sido
accesibles a los historiadores, recuerda el autor.
Olazabal añade que quizás el único archivo que no ha podido consultar
y que puede atesorar más información sobre las negociaciones del PNV y
Franco es el de la antigua URSS, que ofrecería además la visión del
único flanco que no cubre el libro: el del Gobierno de la República.
"Todos sabían de las intermediaciones, también por supuesto el Gobierno
de la República, que destinó a Bilbao al embajador y espía ruso Goriev
[enviado a España por la Unión Soviética en calidad de asesor militar], y
cuyo despacho estaba junto al de Aguirre en el Hotel Carlton", subraya
Olazabal.
El presidente de la República, Manuel Azaña, recogió así en su diario
cómo se enteró de la caída de Bilbao: “20 de junio. De esta manera he
sabido de la pérdida de Bilbao. Anoche, alguien de esta casa abrió la
radio, contra lo que se usa. Salió una estación hablando en catalán.
Creíamos un momento que sería Barcelona.
Pero no: bien pronto se
advirtió que era una estación de los enemigos. Describía la entrada del
ejército victorioso en Bilbao. Aun despojando a la narración de los
adornos propios del caso, se recibía la impresión de que los vencedores
habían entrado, más que en orden de ataque, como si desfilaran en
columna”. (Inés Pérez Chávarri, 15 de
junio de
2015, El País, blog Historia(s)
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