"La independencia no es la próxima parada del sueño
catalán. Lo piensan incluso más de la mitad de los que quieren irse de
España. Es decir, el “momento populista de ruptura” que estalló a
finales del 2012, ya habría quedado atrás.
Y aunque las apelaciones al
diálogo parecen extraviarse en la enorme distancia de las respectivas
posiciones, el choque de trenes ya no figura como la única opción. De
hecho, desde el Gobierno central se barajan propuestas que alcanzan
incluso a la propia Constitución.
La pregunta, por tanto, puede
formularse abiertamente: ¿Está hoy Catalunya preparada para una
negociación con Madrid que aparque la independencia y desemboque en una
mejora realista del autogobierno? Y la respuesta que ofrecen los sondeos
muestra a una opinión pública crecientemente dispuesta a encajar el
resultado que las fuerzas políticas catalanas sean capaces de conseguir
en Madrid.
La evolución de los indicadores parece confirmar esta
hipótesis. El trienio rupturista –caracterizado por antagonismos
irreconciliables en el marco territorial– culminó en los comicios del 27
de septiembre del 2015. Entonces, el 75% de los ciudadanos catalanes
votó atendiendo a su identidad y a “la relación de Catalunya con
España”.
“Sólo el 19% priorizó la distinción entre izquierda y derecha”,
según un estudio de la profesora Lucía Medina, del ICPS. Ahora bien,
más allá del debate académico sobre el posible carácter populista
(catalanista o españolista) de aquella cita electoral, lo relevante es
la pérdida de fuelle del dilema estrictamente binario (inmovilismo o
ruptura) que hasta aquel momento parecía dominar la vida política
catalana. Y aunque algunos relatos apenas hayan cambiado, sí lo ha hecho
el terreno sobre el que se sustentaban.
Para empezar, el propio apoyo a la causa independentista ha
experimentado una caída espectacular si se atiende a los registros que
se producían desde el 2012. A partir de la primavera de ese año y hasta
el otoño del 2014, el respaldo a la secesión no sólo superó el 50% de
los consultados sino que alcanzó picos del 57%.
Pero tras el proceso
participativo del 9-N, esos índices de apoyo descendieron sensiblemente.
Y los supuestos apoyos del sí y del no se situaron en una suerte de
empate infinito, con ligera ventaja del voto en contra, en un anticipo
de lo que iba a ser la correlación electoral de las elecciones
“plebiscitarias” del 27-S. Y así se ha mantenido hasta el último sondeo
del CEO.
Sin embargo, hay otras preguntas que también iluminan la
disposición de la sociedad catalana a aceptar terceras vías o fórmulas
pactadas. Entre ellas, las propias aspiraciones de los catalanes frente a
un catálogo de posibilidades más amplio que la ruptura o el
continuismo.
Así, mientras en el 2013 casi un 50% de los ciudadanos
apostaban por la independencia como único horizonte (en detrimento de
una solución federal o del Estado autonómico), ahora esa cifra ha caído
por debajo del 39%. Y, en paralelo, los partidarios de mantener algún
tipo de relación con España (federal o autonómica) vuelven a ser
mayoría.
Asimismo, ha caído en diez puntos el grado de
insatisfacción con el nivel de autonomía de Catalunya, que se acercó al
73% a mediados del 2013. Y el propio sentimiento de pertenencia
exclusivamente catalana se ha atenuado, hasta situarse en registros
anteriores a la conflictiva sentencia del Constitucional sobre el
Estatut. Actualmente, menos de un 23% de los consultados se considera
únicamente catalán (siete puntos menos que en noviembre del 2012), y
casi el 40% se sienten tan españoles como catalanes.
(...) de los poco más de dos millones de electores que aspiran a la
independencia (más o menos la misma cifra de votantes soberanistas que
el 27-S), menos de 800.000 creen que la secesión se hará realidad; un
número similar –en torno a 700.000– piensa que el proceso acabará en un
acuerdo que suponga más autogobierno para Catalunya; y casi un cuarto de
millón cree incluso que todo acabará en nada.
De hecho, y sobre un
censo que supera de largo los cinco millones de electores, sólo 900.000
catalanes se muestran convencidos de que la independencia será una
pronta realidad.
(...) Las tres últimas encuestas del CEO coinciden en una horquilla de
escaños que podría dejar sin mayoría absoluta a las fuerzas soberanistas
(JxSí y la CUP). Es más: si la proyección electoral se realiza ajustada
al voto territorial del 2015, las formaciones independentistas sumarían
67 escaños en el mejor de los casos, y 65 en el peor. Y no parece que
semejante escenario permitiera a la renqueante alianza soberanista hacer
realidad su programa máximo de desconexión." (Carles Castro, La Vanguardia, 12/12/16)
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