"Jesús Casquete, investigador y profesor de Historia del Pensamiento de la UPV, afirma que la izquierda abertzale «ha tenido claro siempre el poder movilizador de los símbolos». «Hay que intervenir sobre el mecanismo cultural por el que se recluta a los etarras», dice este experto en movimientos sociales.
El profesor de Historia del Pensamiento y experto en movimientos sociales de la UPV Jesús Casquete acaba de publicar el libro 'En nombre de Euskal Herria. La religión política del nacionalismo vasco radical'. La obra analiza el modo en que la izquierda abertzale ha fagocitado la simbología tradicional nacionalista hasta convertirla en los pilares de su ideología. Asegura que esta práctica ha ayudado a crear una fe política por encima de cualquier discurso racional y destaca la importancia de la función que cumplen en ese entorno las fotos de presos etarras porque «son el espejo» donde se miran los jóvenes radicales.
-Usted, en su libro, defiende que ETA necesita construir una simbología para mantener su capacidad de reclutamiento. ¿Las fotografías de presos cumplen esa misión?
-En principio, todo movimiento social, sea obrero, ecologista, feminista, pacifista o nacionalista, necesita un arsenal simbólico con el que sus militantes se identifiquen y se movilicen. Símbolos que les hagan sentir partícipes de una misma comunidad. El nacionalismo vasco radical, que es radical por los medios violentos a los que recurre, que no por sus fines, no es ninguna excepción. De ahí que busquen en el pasado o inventen símbolos que condensen su ideario.
-Por ejemplo, las fotos.
-En la medida que han sacrificado su libertad y arriesgado su vida por el ideal más 'noble' que existe para esa comunidad, que es la defensa de la patria, los presos y los gudaris muertos se prestan de forma óptima a este cometido. Son los héroes y mártires de ayer y de hoy que merecen un reconocimiento público por parte de su comunidad porque, desde su perspectiva, marcan el camino a seguir. Son figuras modélicas en las que contemplarse, el espejo en el que se miran los jóvenes radicales.
-El libro analiza la creación de una 'religión política' por parte de la izquierda abertzale y de un panel de mártires. ¿Las propias fotografías son una forma de establecer una iconografía cuasi religiosa de ese mundo?
-Todas las religiones pivotan sobre la fe en un ente trascendente. Esa fe que es actualizada permanentemente por un diseño litúrgico más o menos complejo. Colocar la patria en el objeto de culto supremo, hasta sacrificar la vida por ella, no es sino la versión secular de los judíos, cristianos o musulmanes que, a lo largo de la Historia, han dado muestras de la fortaleza de su fe mediante la ofrenda a sus dioses respectivos de su bien más preciado: la vida. La exhibición pública de las fotografías sería, desde este punto de vista y desde nuestra matriz cultural judeo-cristiana, la traslación de la imaginería cristiana a la era de la comunicación de masas. (...)
-Usted defiende que la izquierda abertzale ha vampirizado los símbolos nacionalistas: canciones, recuerdos del gudari... ¿Si el nacionalismo oficial hubiera peleado más por esa simbología la historia habría sido distinta?
-El arsenal simbólico del nacionalismo radical se nutre, en gran medida, del tradicional. El caso es que, en la práctica, algunos de esos símbolos, como la celebración del 'gudari eguna' o la canción del 'Eusko Gudariak', han devenido de uso casi exclusivo por parte del entorno del MLNV, que los ha vampirizado. Y el nacionalismo tradicional lo ha facilitado en la medida que, al copar las instituciones, ha hecho dejación progresiva de su vocación histórica de movimiento sociopolítico y ha descuidado la preservación de ese patrimonio.
-En un momento como el actual, con una ETA debilitada y un porcentaje cada vez mayor de la sociedad que rechaza la violencia, ¿esta lucha por los símbolos cobra una mayor importancia?
-Es el momento de abordar en profundidad la dimensión cultural de la violencia y de los mecanismos de su reproducción. La lucha policial resulta fundamental y el refinamiento y adaptación del instrumentario jurídico también, pero ambos por sí solos no bastan, resultan insuficientes. De lo que se trata es de complementar esos medios y de intervenir en los mecanismos culturales de reproducción y de reclutamiento de futuros terroristas, y esos son objetivos que van más allá de la misión encomendada a policías y jueces. En este sentido, un flanco que requiere un abordaje consensuado inmediato es el de la deslegitimación de la violencia en el ámbito educativo. Otro fundamental tiene que ver con el plano simbólico: carteles, pintadas, homenajes...
-¿ETA es una 'religión política' para el entorno radical?
-ETA ha definido Euskadi como un país sometido contra su voluntad y que aspira a la independencia por encima de la pluralidad de la sociedad vasca, donde hay un sector de la población que quiere despedirse de España y Francia, pero otro que no. Si se define la independencia como un dogma, entonces queda escaso margen para la discusión racional. Los movimientos mesiánicos resultan intratables a la hora de reconducirlos a la civilidad.
-El descenso de las movilizaciones radicales es un hecho. ¿Qué efectos tendrá esta tendencia?
-Sin recuerdo compartido no hay memoria colectiva, y la memoria es un factor identitario de primera magnitud. Para perpetuar la memoria hacen falta rituales, que siempre implican una interacción física entre los presentes, como las manifestaciones. Hay un trecho enorme entre el año 2000, cuando el MLNV escenificaba hasta 4.500 manifestaciones y concentraciones al año, destinadas a visualizar al 'pueblo' en marcha, y hoy en día, en que ha disminuido enormemente su frecuencia y capacidad de convocatoria. A medio y largo plazo, un actor menos movilizado en la calle se resiente en su capacidad de preservar cohesionados a sus militantes. " (Fundación para la Libertad, citando a EL CORREO, 9/11/2009)
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